El pasado 25 de octubre de 2010, el Consejo Científico Veterinario de Pinar del Río ofreció un solemne homenaje al Sr. Don Antonio Martínez Arredondo, insigne veterinario cubano y padre de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso. La Directora del Ballet Nacional de Cuba asistió al tributo en la sede pinareña de la asociación veterinaria, aún cuando su agenda personal acumulaba numerosos reconocimientos con ocasión de su noventa cumpleaños. Convivencia se honra en publicar íntegramente el magnífico panegírico que pronunciara en dicho Acto, el también médico veterinario Dr. José Antonio Quintana de la Cruz.
Oración a Don Antonio
Señoras y señores:
A la solemnidad de este acto históricamente necesario nos convoca la gratitud, que es muchas veces el tuétano generoso e inadvertido de la solidaridad humana. No serán el elogio o el tributo, que los habrá, lo que presida la oración de este modesto panegirista sino el agradecimiento; sí, porque el Consejo Científico Veterinario de Pinar del Río quiere agradecer a Don Antonio Martínez Arredondo haber nacido un día como hoy y vivir durante 63 años una vida limpia, laboriosa y útil, que prestigia y enorgullece a la profesión veterinaria y acrecienta el fondo moral de la nación cubana.
Contribuir al conocimiento de la noble vida del Dr. Arredondo nos hará más fuertes y justos porque, actualizarla, traerla a convivir con las nuestras todavía sujetas a pecado y a error, nos regala el acompañamiento de una lección de ética profesional y humana. Hacemos esta contribución desde la humilde provincia que él favoreció un día con sus buenos deseos de mejoramiento, y con los modestos medios de una institución pequeña, convencidos de la veracidad de la sentencia martiana: Para rendir tributo ninguna voz es débil.
Señoras y señores:
¿Quién es Don Antonio Martínez Arredondo?
De prosapia sobresaliente entre los colonizadores españoles de la Florida, su principal ascendiente fue Fernando de la Masa Arredondo, el que en el siglo XVIII fue holgado terrateniente, adelantado comerciante y ayudante de campo del gobernador. Desgajada de este núcleo inicial en América, una parte de la familia emigró a Cuba en el siglo XIX, y asentada con tesón y laboriosidad, logró un status de clase media alta. Fruto de la unión de Doña Blanca de la Masa Arredondo y Don Antonio Martínez, es el hombre al que rendimos tributo y que nació el 25 de octubre de 1885, hace 125 años.
Niño criado en un ambiente de bonanza material, de aguda inteligencia, cursó con provecho la primera enseñanza en los colegios “San Melitón” y “San Francisco de Padua” y la segunda en “La Gran Antilla” y el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Fue un adolescente apuesto, fuerte, ágil, de grandes y vivaces ojos azules. Su afición sistemática a la equitación, el polo y la esgrima lo convirtió en un deportista sobresaliente, el que según reseñas posteriores citadas por el señor Pedro Simón, “era una espada temible, un florete brillante y un sable elegante”. Fueron aquellos años en los que germinaron el concepto de disciplina, la voluntad y la curiosidad científica que habrían de guiar su vida. Y es en estos años en que nos brinda una primera lección de vida orientada al crecimiento de su persona y al provecho social. Aquel joven no perdió el tiempo en actividades disolutas o entretenimientos baladíes. Cuidó su salud, entrenó con rigor, compitió honorablemente y cultivó su espíritu con esfuerzo propio, sin fraudes ni engañifas.
En esa creación de los fundamentos de la personalidad del hombre entero que habría de ser fue decisiva la influencia familiar. El enrumbamiento del adolescente Antonio por senderos de corrección y provecho no fue resultado único ni fundamental de la interacción de su singularidad genética con el medio social de la época; fueron el celo y el rigor; el amor y la disciplina de la familia lo más importante.
La formación profesional del Dr. Don Antonio Martínez Arredondo fue sistemática y profunda. Los conocimientos que adquirió no solo fueron variados sino de una gran calidad. Se graduó de Dr. en Medicina Veterinaria en 1909. Tenía entonces 23 años. Fue en Estados Unidos donde estudió, en los colegios “Millesville State Normal School Penn” y “Mc Killip Veterinary Collage”, en el último de los cuales obtuvo el título que revalidó inmediatamente en la Universidad de La Habana.
Pero, graduarse fue solo el inicio de un proceso de formación que duró lo que su vida. En 1925 regresó a Estados Unidos a recibir un curso de perfeccionamiento. Allí estuvo 9 meses con su familia. Al siguiente año volvió a aquel país para ampliar sus conocimientos en zootecnia y genética equina. Más tarde, en 1929, continuó perfeccionando su saber en crianza caballar en España, en donde permaneció junto a su familia y obtuvo valiosos reconocimientos en Jerez de la Frontera; porque, Don Antonio no solo recibía sabiduría y adquiría habilidades y buenas prácticas sino que las aportaba, pues no era un receptor pasivo de saberes científico técnicos; si algo lo distinguió fue que convertía el conocimiento científico en método técnico y éste en realización práctica. No fue solamente un consumidor goloso de conocimientos sino un generador de estos. Prueba de ello fueron las misiones que el Ejército Nacional le encomendó como seleccionador de ejemplares equinos en España y organizador del traslado de los mismos a Cuba y su posterior adaptación a las condiciones de la Isla. O la exhumación de los restos del caballo de campaña del Generalísimo Máximo Gómez y su posterior armadura para ser exhibida en el Museo Nacional. O sus pioneros experimentos en inseminación artificial. O sus éxitos como cirujano y como Jefe del Departamento de Clínica en el Hospital General de Veterinaria del Ejército.
Don Antonio Martínez Arredondo no confió su pericia y eficiencia profesional solo a la calidad de los conocimientos adquiridos en los colleges norteame-ricanos, ni a los cursos de perfeccionamiento posteriores ni a su práctica inquisitiva y creadora. Se mantuvo, sobre todo, actualizado. Recibía y estudiaba revistas, informes y correspondencia científica en español e inglés. Durante toda su vida dedicó al estudio individual varias horas cada día. Es otra de sus enseñanzas. No durmió sobre los laureles de la víspera. Ni permitió que la rutina, la abulia y el acomodamiento esclerosaran su saber y su praxis. Pero, quizá, lo más humanamente aleccionador de su quehacer profesional fue su generosidad intelectual. Todo el que estuvo a su lado, colegas y subordinados, o amigos o extraños que venían a consultarle, recibió consejos, sugerencias, conocimientos preciosos. Era como si Don Antonio, coincidiera con Aníbal Ponce cuando expresó que “La cultura, cuando se disfruta como un privilegio, envilece tanto como el oro”.
Los que compartieron con él sus vivencias de oficial del ejército, veterinario de campo o de persona accesible para cualquiera, no solo recibieron de Don Antonio consejos y conocimientos fríamente profe-sionales. Era un hombre de talante democrático, que sentía simpatía por los demás, sobre todo por los más humildes y necesitados. Un hombre bondadoso. Un hombre que habiendo tenido una ascendencia de ricos colonos y comerciantes, de políticos, de mambises; que era el más prestigioso hipólogo de su tiempo y que, no obstante todo ello, servía con amor al menesteroso y sufría con relampagueante ira las injusticias. Era un hombre que tal vez quería, como expresó Martínez Villena, “tener el alma tan pura como un pedazo del cielo”, o que creía, como Martí, en que “ser bueno es la única manera de ser dichoso”.
Era Don Antonio un hombre exigente en la observancia de la decencia y las buenas costumbres en la familia. Junto a su esposa, Doña Ernestina del Hoyo y Lugo, construyó una familia de 4 hijos a la que se le inculcó los valores de la honestidad, la laboriosidad y honradez. No se podía pronunciar una palabra obscena en aquella casa; no se podía estar sentado a la mesa sin estar aseado, peinado; no se les permitía hablar inglés a los pequeños sin una causa justificada. Don Antonio, que era un nacionalista sin estridencias y un patriota convencido, inculcó a sus hijos el amor a Cuba, el sentimiento patriótico. Sabía que el odre en que fermentan y se añejan las virtudes de los pueblos es la familia.
Señoras y señores:
Un hombre virtuoso es un bien, un activo valioso para su pueblo. Permítaseme poner en alto relieve la virtud de Don Antonio Martínez. No es que quiera destacar sus valores éticos por encima de su talento y logros profesionales. Yo, como todos los veterinarios, siento el orgullo de poder contar con una referencia de excelencia profesional como la de Don Antonio. Pero como cubano siento el ineludible deber y la compulsión moral de enfatizar en lo que hoy nos es tan necesario como el oxígeno: El conjunto de valores que son la levadura y el tejido conectivo de los pueblos.
El Dr. Martínez Arredondo fue un adolescente correcto, estudioso, deportista. Fue un joven laborioso, de sanas ambiciones y un proyecto de vida que cumplió a base de tesón y deseos de superación. ¿Es superfluo un ejemplo así, o nos es útil?.
El Dr. Martínez Arredondo fue un hombre de bien, masón, un profesional exitoso, que debió su éxito al estudio constante, al trabajo abnegado y a la investigación perseverante. Un hombre disciplinado, que no se envaneció por reconocimientos ni honores y que no se quebró ante ninguna dificultad ni dolor, incluso el terrible sufrimiento que produce la cárcel. ¿Nos es necesario un referente como éste?.
El Dr. Martínez Arredondo fue un hombre generoso, democrático, buen esposo y excelente padre; fue un cubano orgulloso de su cubanía que inculcó en sus hijos el patriotismo. ¿Necesitamos conocer e imitar un comportamiento como éste, o está de más que lo exaltemos?.
Señoras y señores:
No son solo los santos, los héroes y los genios famosos los que importan a la hora de pautar las conductas honrosas y bienhechoras de los pueblos. No es provechoso mirar solo al Olimpo. A veces el panteón de los grandes buenos está muy lejos y los estándares de sus inquilinos son muy altos. Los hombres como Don Antonio, que son nuestros iguales, son un paradigma válido y útil si los conocemos y nos proponemos emularlos.
Las virtudes de Don Antonio y de otros como él, cuando son asumidas y vividas por la familia, por las comunidades; cuando con los valores y principios en que ellos informaron sus vidas, se tejen y anudan los sueños de mejoramiento humano, son estos realizables y perdurables. Es esta la utilidad de la virtud de que hablara Martí.
Señoras y señores:
Espero haberos persuadido de por qué es esta una loa de obligada gratitud. Agradezco, en nombre de los colegiados en esta organización; en nombre de su Presidente, Dr. Moreno Lazo y en el mío propio, al Dr. Martínez Arredondo habernos permitido contar con la referencia de excelencia profesional y el paradigma ético que constituyen su útil existencia.
Agradezco, además, al Dr. Arredondo, ser el padre amado de Alicia Alonso aquí presente, que admirada por el mundo, es parte de la conciencia y de la memoria de la nación cubana y orgullo de nuestra América.
Gracias Dr. Arredondo, muchas gracias por permitirnos honrarnos en este cumpleaños suyo, porque como sentenciara lapidariamente nuestro Héroe Nacional: Honrar, honra.
Gracias.
25 de octubre de 2010
Dr. José Antonio Quintana de la Cruz.
Economista jubilado.
Médico Veterinario.