Casi todos esperamos ser felices. O, por lo menos, tener algunas experiencias de felicidad. Lo más importante es qué tipo de felicidad esperamos y de dónde proviene ese sentimiento. He escuchado a muchos cubanos expresar: “la vida no me ha dado ni ratos de felicidad”. Con frecuencia esperamos que la felicidad nos venga dada, que provenga de beneficios externos, de cosas materiales, de lo que nos den los otros o el Estado.
El pensamiento de Abraham Lincoln que da título a esta columna parece decirnos otro tipo de felicidad: la que brota de nuestro interior, del cultivo de la vida espiritual, de la voluntad de superar los sufrimientos y convertirlos en resiliencia, palabra rara y moderna que dice mucho: es la capacidad de los seres humanos no solo de resistir los golpes de la vida sino de convertir esos sinsabores en un resorte que nos ponga de pie y nos haga capaces de avanzar hacia delante con el empuje y la forja al fuego que nos pueden aportar las cruces de cada día.
En otro continente, allende los mares otro grande de la cultura, William Shakespeare, nos dejó esa propia experiencia de vida: “Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie, esperar siempre duele.”
Una santa mujer española, Santa Teresa de Jesús, poetisa del siglo de oro y Doctora de la Iglesia, nos ha dejado estas sencillas y eternas muletas para fortalecer nuestra voluntad en la búsqueda de la verdadera felicidad. Se las dejo como reflexión para esta semana y para todos los días de nuestra vida. Esta fue la primera oración que enseñé a mis hijos… y ¡de qué manera nos ha servido a todos!:
“Nada te turbe,
Nada te espante,
Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene,
Nada le falta.
Solo Dios basta.”
Los siglos han demostrado la fuerza y la vigencia de estas certezas interiores. Quienes han podio y querido creer en ellas no se han cansado.
Hasta el lunes próximo, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007 y A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.
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