A veces resulta imposible que cada ser humano deje de pensar que su problema es “el problema”, que cada situación específica es la peor de todas. Las comparaciones tienen un carácter ambiguo, por un lado podrían generar más decepción, más tristeza, podrían aumentar la depresión; por otro, servirían para contrastar diferentes realidades y tratar de superar las debilidades, insuficiencias y crisis, no clonando modelos, estilos, proyectos o salidas, sino adaptando experiencias previas o ajenas a la situación correspondiente.
Cuba vive una crisis que podría catalogarse como la mayor de los últimos tiempos. El solapamiento de situaciones diversas, en campos de desarrollo y áreas de desempeño múltiples, podría ubicar al caso Cuba, o para los cubanos que viven dentro de la Isla y los de la Diáspora, en la punta del iceberg, o mejor dicho en la base, bien profunda y hundida por los efectos de la crisis. Las situaciones son complejas, ya lo sabemos, la mayoría de los sectores han estado previamente, y por mucho tiempo, deprimidos. Otros han sido paulatinamente incorporados al caos producto de la mala gestión por décadas, y encuentran en la crisis pandémica actual una justificación.
Que si política…, que si economía…, han sido siempre los móviles-causa de los debates más intensos en la cotidianidad del cubano. Y es tal la polémica que muchos incluso llegan a justificar la emigración encontrando la raíz del problema en la pésima situación económica del país, olvidando que la política económica de un país, máxime si se trata de un sistema totalitario, de economía centralizada por el Estado, es una cuestión de gobierno, de gestión estatal y de responsabilidad de los gobernantes, que son servidores públicos.
En esta etapa de crisis, que se prolonga y se agrava, afloran muchos problemas, pero entre los más preocupantes figuran la alimentación y la salud.
Los memes, caricaturas y el descrédito relacionado con las últimas declaraciones del Ministro de la Industria Alimentaria aumentan por día. Los cubanos de a pie ya no sabemos cuál será el próximo escalón, más bajo por supuesto, en este descenso. ¿Hacia dónde? ¿Se puede estar peor que ahora? De la noche a la mañana irrumpieron las tiendas en moneda libremente convertible, para satisfacer el objetivo de captar las divisas que se le escapan de Cuba y van a parar a otros mercados extranjeros. Lo que comenzó por equipos electrodomésticos y piezas de equipos automotores, rápidamente se extendió a productos alimenticios y de aseo. La quimera de que el resto de las tiendas, las de pesos convertibles cubanos y moneda nacional, se mantendrían abastecidas, sigue siendo eso: una ilusión o una mentira para calmar el desaliento y la desesperanza. Pero con la gestión gubernamental que hemos tenido durante décadas ¿podemos pensar que en medio de una crisis global vamos a mejorar como país? Si desarrollo se le llama a “hacer más con menos”, o “diferentes con lo mismo”, o a repartir croquetas o tripas, e indicar recetas viscerales, literalmente; si desarrollo se le llama al incremento de la división entre los nuevos ricos y los pobres de esta tierra, medido por el indicador de acceso o no al dólar estadounidense u otra moneda extranjera con derecho a comprar en este país; si desarrollo se le llama a los trueques de aseo por comida, viceversa, o de cuanto no podemos ni imaginar, como si aún viviéramos en la comunidad primitiva, entonces sí que estamos ”bien”, y estaremos, porque la “continuidad” está garantizada.
Otra realidad vivida y sufrida, es la de la salud en Cuba. Para los que creemos toca rezar, y rezar mucho, pidiendo tener no ya una salud de hierro, pero sí la fortaleza y el ánimo, y no vernos en la necesidad de tener que acceder, ni siquiera, a una consulta de atención primaria. Desgraciadamente la salud, aunque está muy relacionada, es más incontrolable que la alimentación. Ninguna persona puede decidir, ni quiere, estar enferma; pero una vez diagnosticada alguna patología, lo menos que se puede esperar de un sistema sanitario, es la garantía de una vida digna. Lamentablemente Cuba sufre también los efectos de la crisis en esta área, evidenciados en la falta de recursos para procederes médicos, la escasez de insumos de todo tipo, y la deficitaria producción y comercialización de medicamentos para diferentes patologías. Cuando se intenta buscar la causa del problema, para encontrar una salida viable, se enuncia que no se producen ciertas medicinas porque no existen las materias primas requeridas. Cuando se intenta pedir una solución, o una señal de esperanza, o una luz al final del túnel, se recibe como recomendación quedarse en casa para aliviar “mágicamente” los síntomas con el reposo.
Es triste, sí, tristísimo, que un país viva carente de alimentos y medicinas, sin esperanzas de ningún tipo, y justificando y reinventando todo constantemente. Aumentan las medidas de control al emprendedor que es capaz de producir por su cuenta, pero que se le tilda de acaparador, y se incrementan los juicios ejemplarizantes, en tiempos donde corresponde estar más unidos en la diversidad, más proactivos, más llenos de fuerzas para empujar hacia la salida viable de la crisis acumulada.
Los ciberataques, las arengas políticas, las discusiones y divisiones ideológicas, engendrarán más violencia, y no producirán ni más comida, ni más medicinas. Sembrarán el odio, y no el amor. Atacarán a la persona humana y no a las raíces de cada mal en particular. Cuba necesita, urgentemente, si ya no se ha aprendido suficiente del pasado, que los tiempos futuros estén enfocados en el mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos, esos que garantizan el desarrollo de la sociedad. De lo contrario no sabremos, a ciencia cierta, hacia dónde va Cuba.
PD: La imagen que acompaña esta columna es la ilustración de portada del Tabloide Especial del Ministerio de Economía y Planificación “Cuba y su desafío económico y social”. No hay mejor manera de ilustrar la realidad de Cuba: atada a un globo a la deriva.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.