La comprensión implica ponerse en los zapatos del otro, mirar desde su realidad, analizar desde sus valores y formación, decidir desde las situaciones de vida en las que se desenvuelve la otra persona. Caer en la tentación de analizar las posturas y actitudes ajenas desde nuestra propia experiencia personal es un error que a menudo nos conduce a juzgar, a excluir, a rechazar al otro por la idea preconcebida que desde nuestra realidad nos hacemos de los demás.
Con frecuencia presenciamos enfrentamientos, posturas extremas, descalificaciones, violencia entre cubanos, entre amigos, entre familiares, tanto en los ambientes físicos como en el entorno digital. Posturas que tienen de fondo una falta de comprensión, el olvido de la acción de comprender y de su importancia capital para la convivencia civilizada. Comprender implica inteligencia, implica ser capaces de adentrarnos en las cosas, en las realidades que se nos presentan para ser capaces de “tocarlas”, mirarlas desde dentro, observarlas detenidamente, y entender las razones por las que esa realidad es así y no de una forma diferente.
Al igual que cuando leemos un libro, la comprensión, cuando se refiere a personas, implica ciertas habilidades que hemos de cultivar y practicar en nuestras relaciones con los otros, específicamente: 1. Hacer pausas, detenernos y mirar las cosas con calma, para poder entenderlas en su totalidad, verlas con detenimiento y no tomar decisiones precipitadas. 2. Usar un lenguaje adecuado, que nos permita entendernos con los otros en lugar de crear separación, esto es, un lenguaje incluyente, respetuoso, moderado, conciliador. Sin ello, es muy difícil que pueda existir una relación constructiva entre las personas, es muy probable que de disuelvan las posibilidades de mutua comprensión. 3. También es necesaria la concentración cuando pretendemos entender un texto, de igual forma entender las realidades que se nos presentan o las de quienes nos rodean requieren concentración de nuestra parte, es decir, enfocarnos en lo esencial, mirar con ojos atentos los acontecimientos, no entretenernos en cosas menos importantes, sino lograr enmarcar lo que se pretende comprender y acercarnos a eso sin prejuicios que nos dificulten la captación de lo que es verdadero.
Comprender al otro es garantía para la paz, para la estabilidad del país, para la reconciliación, para detener la violencia, para entablar un diálogo constructivo y sincero entre cubanos. Mientras sigamos la lógica de los “bandos opuestos o antagónicos”, del “no nos entendemos”, de las incitaciones a aplastar la voz diferente en lugar de acogerla como el necesario complemento para enriquecer nuestra experiencia de las cosas, no será posible que avancemos hacia una sociedad donde la paz social y la verdadera convivencia ciudadana sean regla en lugar de excepción. No se acabarán los actos de repudio, ni la violencia, ni los extremos.
Esta es una tarea que nos toca a todos, no solamente a las autoridades e instituciones, no a los agresores o victimarios, sino a todos. Sólo si aprendemos a salirnos de nuestras “burbujas personales” para entrar en el mundo del otro, en la realidad que nos es ajena, seremos capaces de tratar a los demás como nos gustaría ser tratado, sólo si hacemos un esfuerzo por comprendernos, por entendernos mutuamente, los cubanos seremos capaces de construir un futuro “con todos y para el bien de todos”. La Navidad es un tiempo propicio para ello, y la profunda crisis y crispación social que por estos días es promovida por unos y practicada por otros, son ambientes ideales para que abramos nuestras vidas a los demás, para que seamos más comprensivos y conciliadores, que no es ser pasivos, ni ambiguos, ni cobardes, sino ser defensores de la paz, y de la convivencia verdadera entre cubanos.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.