Félix Varela: los cimientos de la pedagogía cubana

Martes de Dimas

En José María de la Concepción Varela y Morales –el padre Varela– descansan los cimientos de la pedagogía cubana. Figura fundacional del pensamiento cubano, vivió la en la época de la Revolución Industrial en Inglaterra, del surgimiento de Estados Unidos como república, de la proclamación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en Francia, y de las contradicciones entre colonia y metrópoli en la Isla. Un contexto en que dos sucesos externos impactaron a Cuba la: la ocupación de La Habana por los ingleses, que completó la entrada de Cuba a la civilización occidental; y la Revolución de Haití, de la que Cuba emergió como potencia mundial azucarera y cafetalera y que propició la entrada masiva de esclavos africanos.

El padre Varela (1778-1853), nutrido de una ética humanista sustentaba que el enriquecimiento de las personas y de la sociedad debía basarse, ante todo, en los bienes espirituales, y en consecuencia optó por la ética del ser, que situaba a la persona humana como fin y no como medio.

En 1821 el Obispo Espada[1] inauguró en el Seminario de San Carlos la cátedra de Constitución, la cual fue ocupada por Varela, quien en el discurso inaugural expresó: “Y yo llamaría a esta Cátedra, la cátedra de la libertad, de los derechos del hombre, de las garantías nacionales, de la regeneración de la ilustre España, la fuente de virtudes cívicas, la base del gran edificio de nuestra felicidad […]”. [2]

Para alcanzar la autonomía de la Isla, en 1823el padre  Varela llevó a las Cortes un proyecto más avanzado que el que había presentado en 1811 el padre José Agustín Caballero. Sin embargo, la clausura de las Cortes y la negativa de España, le demostraron que la independencia y no la autonomía, era el destino de Cuba. A su vez comprendió la inexistencia de condiciones para emprender directamente la lucha por la independencia. Puso entonces la brújula en la pedagogía para la formación de los sujetos del cambio.

Condenado a muerte por su actividad en las Cortes, en 1824 Varela arribó a Filadelfia, Estados Unidos. En el exilio, desde las páginas de El Habanero, Papel Político, Científico y Literario, expuso las ideas esenciales de su programa.[3] Y en las Cartas a Elpidio[4], –su obra fundamental escrita desde el exilio y  publicadas en dicho periódico–, volcó su ideario en torno a la formación de conciencia y de virtudes en hombres capaces de pensar sobre la problemática de la nación en formación. Ello explica la frase de Luz y Caballero: Varela fue el que “nos enseñó primero en pensar”[5], y las palabras que el Papa Juan Pablo II le dedicara en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, cuando expresó: “generó una escuela de pensamiento, un estilo de convivencia social y una actitud hacia la Patria que deben iluminar, también hoy a los cubanos […]. Eso lo llevó a creer en la fuerza de lo pequeño, en la eficacia de las semillas de la verdad, en la conveniencia de que los cambios se dieran con la debida gradualidad hacia las grandes y auténticas reformas”.[6]

En las Cartas a Elpidio reconoció que la esperanza de Cuba estaba en la juventud, y que de su formación en el ejercicio de un pensamiento y una conducta ciudadanas centradas en el amor a la libertad y el respeto a la justicia, dependía el futuro de la nación cubana. Elpidio (Esperanza), el personaje simbólico elegido, era una encarnación de José de la Luz y Caballero, a quien le correspondió formar a las nuevas promociones de la juventud en el legado ético de Varela. En ellas alertaba sobre la indiferencia, que consideraba el pecado político casi universal de Cuba: “todos han creído que con pensar en sus intereses y familias han hecho cuanto deben”. Y advertía: “todo medio violento es inútil e inicuo. Las ideas no se matan a balazos”[7]. Varela insistió en la idea vital de ejercitar la virtud y la ética por su carácter primario y esencial en las relaciones humanas por el papel que desempeña en los cambios sociales, por ser portadora del principio absoluto de la igualdad entre los seres humanos y por constituir el fundamento de la participación ciudadana.

El análisis de la monumental obra de Varela permite afirmar que creó una escuela pedagógica cubana en el siglo XIX, cuyo caudal es reconocible en los maestros cubanos de esa centuria: José de la Luz, Saco, Mendive y otros.[8] Sin sus aportes no se puede entender la historia de Cuba. Con razón José de la Luz y Caballero, considerado padre de la pedagogía cubana, lo definió como nuestro verdadero civilizador y José Martí lo llamó patriota entero.

La interacción entre incapacidad administrativa, ineficiencia económica, empobrecimiento, desesperanza, corrupción generalizada y éxodo masivo, han convertido a la actual crisis de Cuba en la más profunda de su historia. Hoy, la ética y la virtud, esas añejas carencias, sobresalen entre las necesidades más urgentes. Sin ellas podrán producirse cambios y se están produciendo, pero no son los cambios que la realidad cubana demanda.

Entre el actual contexto y un país democrático, media la formación ciudadana, sin la cual, los esfuerzos encaminados a la democratización serán nulos, porque como planteó un pensador cubano, José Ramón López: “las propiedades de un sistema resultan determinadas por las propiedades de sus componentes y los vínculos entre ellos, la calidad del sistema no puede ser mejor que las de sus componentes ni que su diseño, ya que éstas actúan como limitantes a la calidad del sistema en su conjunto”. Por tanto, una Cuba mejor no es posible sin cubanos mejores.[9]

El mejor homenaje a un hombre extraordinario como Varela es retomar sus ideas esenciales, adecuarlas a nuestro momento y actuar por los cambios que Cuba reclama. La conversión en público—tal como está ocurriendo—, de los individuos inmersos en la sobrevivencia, es un paso necesario hasta que las deliberaciones se transformen en fuente para el perfeccionamiento de dichos individuos. Se impone, pues, abrir las puertas de la política: es decir, de la relación entre personas con intereses comunes para la solución de problemas: una actividad natural del ser humano que requiere participar, aprender sobre la marcha, equivocarse, hasta devenir verdaderos ciudadano.

La pervivencia hoy de los mismos males que Varela combatió, demuestra que la empresa a la que dedicó su vida y su obra está inconclusa. El reto consiste en la transformación de los individuos en ciudadanos, en actores políticos: una transformación cuyo punto de partida está en los principios ético-morales que sitúan al ser humano como fin y no como medio, tal cual nos indicó el Padre Varela.

La Habana, 27 de febrero de 2024

 

 

[1] Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa, nombrado obispo de La Habana en 1800y arribnó a Cuba en 1882.

[2] Carlos Manuel de Céspedes: Señal en la noche, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2003, p. 84.

[3] Varela, Félix. Escritos políticos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1977, p. 9.

[4] Las Cartas a Elpidio, constituyen un sistema de ideas éticas y políticas de máxima utilidad que fueron pensadas para la juventud, a la cual veía como la única dispuesta a entender, asumir y querer la libertad de Cuba. Son pues, Cartas a la Esperanza.

[5] Félix Varela. Cartas a Elpidio. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1997, p. xxi.

[6] JUAN PABLO II. Discursos de su santidad en su viaje apostólico a Cuba, p. 15.

[7] Félix Varela. Cartas a Elpidio. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1997, pp. 132, 162 y 166.

[8] Carlos Manuel de Céspedes, García Menocal. Señal en la noche. Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2003, p. 71.

[9] José Ramón López. Individuo y Sociedad, revista digital Consenso No. 5 de 2005.

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC)
Scroll al inicio