¡Escúchanos por amor, Virgen de la Caridad!

Caridad del Cobre. Acuarela sobre cartulina. 40 x 30 cm. Obra de Albertho Díaz León.

El pueblo cubano siempre ha tenido una gran devoción mariana, amante de su patrona la Virgen de la Caridad del Cobre. Prueba de ello son los relatos que se conservan de las guerras, de las peregrinaciones al Santuario de El Cobre, y de las misas multitudinarias en Miami. Al inicio de la Guerra Grande, Carlos Manuel de Céspedes se dirigió al santuario de la Virgen. Le seguían Figueredo, Aguilera, Calixto García, y otros guerreros. Luego de arrodillarse ante la imagen, Céspedes le rindió su espada mambisa. El santuario, lleno de insurrectos, era escenario de un acto trascendental: los soldados rogaban ante la Virgen de la Caridad por la Patria. En la Guerra de los Diez Años el Mayor General Ignacio Agramonte se vio copado por fuerzas superiores. Desenvainando su espada, arengó a sus soldados: “¡Que la Caridad del Cobre nos ilumine!”, y el militar y periodista José Miró Argenter en sus Crónicas de la Guerra (1945), nos ha dejado el testimonio del líder camagüeyano Ignacio Mora con relación al fervor de los soldados hacia la Virgen. Decía Mora: «el fanatismo del pueblo cubano raya en locura. La fiesta de la Caridad es un delirio para él. Sin tener que comer, pasa dedicados estos días en buscar cera para hacer la fiesta al estilo mambí, esto es, encender muchas velas y suponer que la imagen de la Virgen está presente. En todos los ranchos no se ve fuego para cocinar sino velas encendidas a la Virgen de la Caridad».

En aquellos años de las contiendas, las damas confeccionaban escarapelas o distintivos para los soldados y en el trabajo ponían todo su amor, esmero y entusiasmo. El 31 de octubre de 1895, en la prefectura de Mala Noche, los holguineros despidieron a la columna invasora con un emotivo baile, y al marcharse las muchachas prendían de las camisas de sus novios imágenes de la Virgen de la Caridad del Cobre y de los santos. Sabemos también que varios caudillos de las guerras de independencia llevaban consigo al campo de batalla alguna imagen de Cachita. Ese fue el caso del General Antonio Maceo quien portabasobre su pecho la medalla de la Caridad, y que en la campaña de Pinar del Río arengó a la tropa diciendo: “¡Vamos a cargar con el machete y con la Caridad del Cobre! “Otro hermoso relato es el de la patriota camagüeyana Gabriela de Varona quien hizo fundir en seis estrellas de cinco puntas sus últimas joyas de oro, y durante la guerra se las obsequió al Generalísimo Máximo Gómez. Al enviar el regalo, Gabriela envolvió las estrellas en una estampa de la Virgen de la Caridad del Cobre.

Al terminar la guerra, más de dos mil mambises marcharon hacia el Santuario de El Cobre y allí reunidos dieron gracias a Dios por la victoria y pusieron a los pies de la Virgen la bandera cubana. Luego, en nombre del Ejército Libertador y del pueblo de Cuba, el General Tomás Padrón Griñán pasó a dar lectura al documento que dirigían al Papa Benedicto XV y que decía, entre otras cosas: “No pudieron ni los azares de la guerra, ni los trabajos para librar nuestra subsistencia, apagar la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa virgen venerada”. Después pidieron al prelado declarara patrona de Cuba a la Virgen de la Caridad.

América Arias, casada con el General del Ejército Libertador José Miguel Gómez quien luego sería presidente de la República, participó en la guerra como enfermera destacándose por su labor humanitaria. Al terminar la guerra, Arias se involucró en un proyecto que narra el periodista Enrique Ubieta en la revista Bohemia de noviembre de 1910: «En los días sombríos de la emigración, […] muchas cubanas refugiadas en New York prometieron con fervorosas plegarias elevadas al cielo entre lágrimas y suspiros, que tan pronto terminara la campaña cubana, si obtenían la libertad de su tierra, los esforzados hijos que por ella luchaban levantarían un templo a la excelsa Virgen de la Caridad, ¡la protectora de sus ideales!». Pero el deseo de aquellas damas no llegó a materializarse hasta el 1913 en que la Primera Damade la República ayudó a que se cumpliera. Consta en los archivos del Arzobispado de La Habana que algunas personas secundadas por América Arias expresaron sus deseos de dedicar en la capital un templo al culto de Nuestra Señora de la Caridad. Como no había recursos para levantarlo, América pensó que tal vez la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe de La Habana podía cambiar su advocación por la de Nuestra Señora de la Caridad. El 29 de junio de 1911 el obispo de La Habana, Pedro González y Estrada (1866-1937), pidió autorización al Papa Pío X para realizar el cambio y un tiempo después recibió una respuesta afirmativa. El acontecimiento fue celebrado con una ceremonia solemne en la iglesia.

Todos los años nos acercamos a los pies de la Virgen para orar con fervor por la Patria que sufre, y por todas las naciones de América. Pidamos a la Virgen del Cobre que es amor, nos bendiga y nos ayude a construir puentes de justicia, paz y de concordia, e implorémosle con estos antiguos versos:

  •  Cuba te ofrece constante
  •  sus más perfumados lirios,
  •  y con millares de cirios
  •  enciende tu altar brillante;
  •  siempre a tus plantas amante
  •  te llama con ansiedad
  •  Escúchanos por amor
  •  ¡Virgen de la Caridad!

 

 


Teresa Fernández Soneira (La Habana, 1947). Investigadora e historiadora.
Estudió en los colegios del Apostolado de La Habana (Vedado) y en Madrid, España.
Licenciada en humanidades por Barry University (Miami, Florida).
Fue columnista de La Voz Católica, de la Arquidiócesis de Miami, y editora de Maris Stella, de las ex-alumnas del colegio Apostolado.
Tiene publicados varios libros de temática cubana, entre ellos “Cuba: Historia de la Educación Católica 1582-1961”, y “Mujeres de la patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba” (2 vols. 2014 y 2018).
Reside en Miami, Florida.

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