Enrique José Varona: política, economía y educación

Por Dimas Castellanos
La República de Cuba, emergida en medio de la ocupación norteamericana, heredó un conjunto de problemas irresueltos que están recogidos en documentos que van desde los reclamos de Félix de Arrate, a mediados del siglo XVIII, hasta el proyecto republicano de José Martí, de fines del siglo XIX. A fines de este último siglo XIX, cuando el azúcar era el principal producto del mercado internacional y Cuba contaba con la primera industria azucarera del mundo, las exportaciones a Estados Unidos sobrepasaban el 90% de sus zafras. La Isla comenzó a depender económicamente del vecino del Norte mientras en política continuaba dependiendo de España.
En 1898 la Guerra de Independencia alcanzó un punto de equilibrio entre el ejército español y las fuerzas insurgentes; contexto en el cual se puso a la orden del día la posible anexión política. En abril de ese año, el Congreso estadounidense emitió la famosa Resolución Conjunta y declaró la guerra a España. En cinco horas de combate la potente escuadra naval española quedó sepultada en la bahía santiaguera y con ella, el dominio político sobre la Isla.
La promesa de no ejercer soberanía o jurisdicción sobre Cuba, recogida en la Resolución Conjunta, se sustituyó por la imposición de la Enmienda Platt, que constituía el complemento político de la anexión económica. Así, la república soñada por Martí quedaba como asignatura pendiente. En tan difíciles condiciones un conjunto de cubanos reiniciaron la lucha por la independencia absoluta y el completamiento de la nación. Uno de ellos fue Enrique José Varona:
Este ilustre cubano nació el 13 de abril de 1849 en Puerto Príncipe. Estudió en las Escuelas Pías. En 1868 se alzó en armas y por razones de enfermedad abandonó las filas insurrectas. Fue un auténtico autodidacta, el bachillerato lo culminó a los 40 años y la licenciatura y el doctorado a los 44. Ingresó al Partido Liberal en 1878, convertido en Partido Liberal Autonomista, del cual fue vocal de la Junta Directiva y redactor de su órgano oficial. Dirigió la Revista Cubana desde enero de 1885 a junio de 1895, año en que asumió la dirección del periódico Patria, órgano del Partido Revolucionario Cubano. En la República fue miembro del Partido Moderado, luego Partido Conservador, del cual fue Presidente. En el gobierno ocupó las secretarías de Hacienda e Instrucción Pública y fue vicepresidente de la República. También fue vicepresidente del Movimiento de Veteranos y Patriotas. En 1927 se pronunció contra la Prórroga de poderes de Machado. Falleció en La Habana el 19 de Noviembre de 1933.
Apoyado en el positivismo, que constituía su credo filosófico, abordó la realidad social desde el periodismo, la filosofía, la poesía, la literatura, la política, la economía y la pedagogía. A estos tres últimos aspectos se limita el presente análisis.
La política fue su mayor ocupación, dedicó a ella 50 años de su vida. Influido por el positivismo y el liberalismo europeo del siglo XIX, se nutrió de las ideas encaminadas a los cambios sociales mediante las reformas y la educación enarboladas por figuras como el P. Félix Varela, Francisco de Arango y Parreño, José Agustín Caballero, José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero.
Varona fue un opositor radical de la violencia. Sin embargo, el estudio de los hechos lo condujeron al independentismo. En Cuba contra España[1], escribió: “La guerra es una triste necesidad. Pero cuando un pueblo ha agotado todos los medios humanos de persuasión para recabar de un opresor injusto el remedio de sus males; si apela en último extremo a la fuerza con el fin de repeler la agresión permanente… ese pueblo hace uso del legítimo derecho de defensa, y se encuentra justificado ante su conciencia y ante el tribunal de las naciones”. Culminada la guerra, ya en la república, planteaba que: “la vida civil ofrece mucho más campo a la abnegación; sólo que el resorte es siempre la humanidad, y en la guerra lo es la ambición de un príncipe o el triunfo de un sistema”. En su conferencia El imperialismo yankee en Cuba reiteró que su paliativo consistía en: “pedir al cubano que se resista a todo consejo o sugestión de violencia; la cual se volverá inmediatamente contra nosotros mismos”
Varona consideraba que el cambio social debería realizarse mediante las reformas y la participación ciudadana. A los graduados de 1927 les decía: “Pero no se conformen ustedes con los cambios políticos, si a éstos no sigue, para completarlos y afianzarlos, un cambio de orientación social”. En Con el eslabón expresó: “Toda revolución política se esteriliza, como no abra el camino a una revolución social”. A forma de epílogo en agosto de 1930, en Mis consejos, dijo: “La república ha entrado en crisis, porque gran número de ciudadanos han creído que podían desentenderse de los asuntos públicos. Este egoísmo cuesta muy caro. Tan caro, que hemos podido perderlo todo”.
En economía consideraba que “las necesidades económicas y las actividades que estas ponen en juego, si bien no constituyen el único motor de los fenómenos sociales, sí están en la base de los más aparentes y decisivos”. Tanto en la colonia como en la República, propugnaba un desarrollo independiente. Desde esa óptica se ocupó de los problemas de nuestra economía y asumió la defensa del capital nacional, que constituyó su principal posición ideológica. Su credo era que el pueblo cubano solo requería “de libertad e independencia para ser un factor de prosperidad y progreso en el concierto de las naciones civilizadas”.
En la colonia aconsejaba promover la pequeña propiedad y fomentar una clase media nacional. En este sentido prestaba gran atención a los criterios de Francisco de Frías, Conde de Pozos Dulces, quien planteaba que: “Cuba debiera ser por excelencia la patria de la pequeña propiedad y de los cultivos en escala menor”. En correspondencia con esa posición llamaba a constituir la pequeña propiedad agrícola, entorpecida por el asalto de los grupos financieros norteamericanos a inicios del siglo XX.
En el Imperialismo a la luz de la sociología[2] Varona empleó por vez primera en Cuba, el concepto de imperialismo con rigor científico: “Lo que llamamos hoy el imperialismo –decía– es un fenómeno muy antiguo al que se ha dado un nombre nuevo; porque debemos entender… por imperialismo, la forma de crecimiento o integración de un grupo humano cuando llega expresamente a tener la forma de dominación política, sobre otros grupos diversos, de distinto origen, próximos o distantes del núcleo principal“ y agregaba: “Ningún pueblo más interesado que el nuestro en este estudio, porque nosotros nos encontramos precisamente con haber servido para la primera demostración, la más concluyente, al menos, de la forma que ha tomado la expansión americana en el cerebro de sus estadistas actuales”. Para él “la inestabilidad que atravesaba Cuba desde un siglo atrás se basaba en su estructura económica: al principio, los cubanos tenían la tierra y, por tanto, la riqueza agrícola, pero no el poder político; con la Guerra Grande, el cubano perdió esa supremacía económica y no adquirió el poder político; con la Guerra del 95 obtuvo ese poder, pero no pudo recuperar su potencia económica…”.
Pedro Pablo Rodríguez, en La ideología económica de Enrique José Varona, plantea que este no atrapó lo novedoso de la fase del modo de producción capitalista, señalado por Lenin 11 años después. En esta afirmación Pedro Pablo pierde de vista que Varona, desde el positivismo, estudió de forma concreta el peligro que representaba el imperialismo para la Isla y arribó a una conclusión vital: la necesidad de defender la pequeña y mediana propiedad en manos cubanas; mientras que Lenin, desde el materialismo dialéctico, trasladó el estudio del capital premonopolista a la etapa del monopolio. Tampoco se sostiene el planteamiento de Pedro Pablo acerca de que Varona se paralizó en la acción práctica porque sus ataduras de clase no le permitían ser ni un combatiente ni un ideólogo de la revolución social. Ese criterio, basado en la supuesta superioridad de la práctica revolucionaria sobre las reformas, desconoce que precisamente del pensamiento varoniano se nutrió la Generación del 30. En la mencionada obra El imperialismo Yankee en Cuba Varona sentenció: “No hemos sabido dar forma a una verdadera política económica cubana… Tuvimos heroísmo para pelear contra la fortaleza española; pero no la hemos tenido para realizar la obra no lenta de nuestra regeneración económica”.
En educación establecióla interrelación entre independencia, política y economía. Conforme al precepto de José de la Luz y Caballero “enseñar es fecundar” dedujo la importancia del proceso educativo en la formación de ciudadanos autónomos. Desde esa visión encabezó la reforma de la educación como prerrequisito para la independencia de la nación. “Tenemos que vivir de otro modo, si queremos vivir; y para ello necesitamos aprender de otro modo”. El objetivo de su plan, conforme a su ideología, consistía en sostener una clase media propietaria, impulsora de la diversificación agrícola y del desarrollo industrial. A ese fin dirigió su gestión en la Secretaría de Instrucción Pública durante la primera intervención norteamericana y desde la cual implantó una reforma integral desde la enseñanza primaria hasta la universidad.
En dicho plan se incluía la necesidad de la Ciudad Universitaria, a la cual describió como “la base geográfica del Estado Universitario, con sus ciudadanos, sus leyes, y su organización jurídica, parques, gimnasios, salas de conferencias, galerías de arte, teatros, dormitorios, enfermerías, bibliotecas, museos, imprentas, círculos sociales, sociedades literarias, artísticas, científicas”. La Universidad- insistía- ha de organizar la democracia, asegurando al país “servidores bien preparados para la ardua y todavía ingrata labor de dirigir, administrar y gobernar”. Ha de preparar ciudadanos “con la firme resolución de resistir al mal y a la injusticia y el carácter templado para ese arduo empeño, con el corazón encendido en el amor a la patria y en el anhelo en el bien de la humanidad”.
La estrecha relación de estas ideas de Varona en política, economía y educación, demuestran su vigencia. Constituyen una valiosa línea de pensamiento para enfocar los graves problemas irresueltos que venimos arrastrando durante siglos y que están presentes en la actual crisis estructural en que nuestra sociedad está inmersa.

Dimas Castellanos
Lic. en Ciencias Sociales.
Miembro del Consejo de Redacción de la Revista Contodos.
Miembro del Instituto de Estudios Cubanos (IEC)

 


[1] Manifiesto del Partido Revolucionario Cubano escrito en 1895
[2] Conferencia pronunciada el 11 de marzo de 1905 en la Universidad de La Habana.
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