“Cuando todo el mundo duerme tocan a la puerta.”
E. Saldaña.
Por Jesuhadín Pérez
Si cuando dormimos entran a nuestro cuarto y nos mudan a otra pieza de la casa, al despertar en la madrugada no encontraremos el interruptor, ni la puerta, ni lo que sea que busquemos. ¿Quién no ha sufrido la desagradable desorientación del huésped en casa ajena? Se llama shock de cambio.
Vivimos un momento difícil. Muchas cosas han cambiado en Cuba. Contemplamos un relieve de rutina que se transforma. Estamos azorados. Temerosos. Todos no, algunos duermen mientras su lecho cambia de posición en la casa de todos. Pero los que sentimos el piso en movimiento, bombeamos una fría incertidumbre en nuestras venas.
Todo cambia de alguna manera. El mundo físico, espiritual y público se ajusta o acomoda constantemente. No lo notamos porque casi siempre estas evoluciones son lentas y aparentemente insignificantes. Sin embargo, pueden ocurrir desdoblamientos que induzcan mutaciones en nuestra genética sociopolítica. Estamos expuestos al cambio. Puede que ya mismo atravesemos el umbral…
No estamos frente a un fenómeno nuevo. La historia nos cuenta de revoluciones y transiciones, intervenciones y golpes de estado; delicados accidentes en la anatomía histórica cubana. Sucesos específicos que pueden sorprender. Los cambios son los acontecimientos más trascendentales de la historia nacional y no siempre tocan a la puerta para presentar sus cartas credenciales.
Es inteligente prepararse para estos remates, desembarazar el camino de prejuicios para poder manejar mejor los sinuosos vaivenes evolutivos que nos esperan. Es importante sentar bases, trazar estrategias, fortalecer criterios, perdonar y reconciliarnos. Hacer lo correspondiente para que los rasgos humanos que nos enorgullecen no vayan al retrete. Los periodos críticos aturden. Debemos estar a la altura de las circunstancias.
¿A dónde vamos? ¿Qué encontraremos? El mañana genera adrenalina, da palpitaciones, pero es mejor echar a andar que quedarse parado sin ir a ninguna parte. El futuro no se alcanza de espaldas y en posición fetal. Debemos estar atentos al silbato de la conciencia, al apremio de las circunstancias, al repique de campanas de la historia. No importa si lo que se escucha ahora es apenas el crecimiento de la hierba; los grandes acontecimientos muchas veces fueron precedidos por una calma y un silencio sepulcral. Algo pasará en nuestra aldea pronto. Lo olfateamos. Debemos estar despiertos y preparados. Será un parto difícil, remediémosle sin el trauma de fórceps foráneos. No provoquemos deformaciones a la nueva criatura.
Tener los ojos abiertos aleja la sorpresa y disminuye el miedo de no encontrar la puerta de salida. Tener los ojos abiertos protege nuestras bruces de muros, puertas cerradas y escaleras. Tener los ojos abiertos nos permite encender una luz para asumir la nueva posición en el tablero. Tener los ojos abiertos nos prepara, nos fortalece para construir un futuro pleno y nuestro.
Cerrar los ojos, joven la noche aún, ebrios de feria y alucinaciones, puede llevarnos mañana a despertar en el interior herrumbroso de un furgón desenganchado… mientras el resto del mundo parte.
Jesuhadín Pérez Valdés (Pinar del Río, 1973)
Estudiante de Derecho.
Varios artículos suyos fueron publicados en la Revista Vitral.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Vive en Pinar del Río, Cuba