¿En Cuba ha comenzado una reforma?

Por José G. Barrenechea
Foto: Jesuhadín Pérez.

Transporte privado que alivia el problema pero no lo soluciona ni es humano.
I- Cuba necesita desarrollarse
En Cuba ha comenzado una Reforma que no tiene otro objetivo que defender los intereses del Estado, o más específicamente los del cuadro administrativo e ideológico del mismo. No hay más que leer las declaraciones de Raúl Castro, Machado Ventura, o del señor Lázaro Barredo.
Las medidas en sí, diluidas entre montañas de hojarasca en el recientemente divulgado “Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social”, y que disciplinadamente se aprobará en el próximo congreso del Partido, son en parte muy semejantes a las que habitualmente le impone el FMI a las naciones pequeñas y tercermundistas, cuando ante una crisis, le piden ayuda a ese organismo financiero internacional. Sí, porque entre puntos que se contradicen entre sí, como los 173 y 174, o los 36 que se refieren en lo fundamental a nuestro comercio exterior e inversiones extranjeras, redactados como si en este momento fuésemos una nación en la que todos quieren invertir, y con la que todos quieren comerciar, lo central es esto: reducción del gasto público, pero, y he aquí lo novedoso con respecto a las políticas de choque de otras regiones, combinado con el fortalecimiento del Estado, que ahora se propone racionalizarse a sí mismo.
Esta reducción del gasto público se concretará en lo fundamental en el despido de un 25% de la población laboral (en los lineamientos en los 8 puntos, del 158 al 165, agrupados por un encabezado común en el acápite dedicado a “Empleo y Salarios”). Pero hay más. Ya se han cerrado escuelas primarias rurales, algunas con más de 100 años de funcionamiento (puntos 136 y 137), lo que nos hace retroceder a una de las situaciones del periodo republicano que más criticó la demagogia post 59: el que los niños campesinos debieran desplazarse a grandes distancias para asistir a la escuela; en tanto en la salud se prioriza el método clínico (punto 144), a pesar de que entre nuestros médicos las habilidades de observación son por lo general muy deficientes, a consecuencia por sobre todo del masivismo indiscriminado en la selección de los futuros médicos…
El fortalecimiento del Estado, paralelamente, se manifiesta en la decisión del mismo de no perder terreno, por el contrario, ganarlo al racionalizar su actuar, lo que en teoría al menos le permitiría controlar múltiples zonas de nuestra sociedad que al presente escapan a su control. Quizás en ninguna otra parte de los Lineamientos se transparente mejor esa intención que en los 6 puntos (del 55 al 60) dedicados a la Política Fiscal.
La Reforma en Cuba será por tanto una incongruente mezcla de medidas de choque neoliberales con mantenimiento, y hasta intensificación, del estatismo económico, reflejado esto último en el prólogo de los Lineamientos, donde se puede leer “que en la actualización del modelo económico, primará la planificación y no el mercado”, o con más exhaustividad en los puntos 1 y 5 (Solo parece haber una dispensa a la estatización para la Política Agroindustrial).
Esta sui generis conjunción es, a qué dudarlo, más explosiva que la tradicional mezcla de medidas de choque fiscal con liberalización de los mercados.
Mientras en un periodo muy breve se desempleará a más de un millón de trabajadores, por lo general los menos eficientes o los más impopulares, las opciones que les deja una política de acceso a las inversiones extranjeras (las únicas realistas para echar adelante la producción y en consecuencia el empleo) de muy dudosos resultados, son en esencia dos: la agricultura, y las minúsculas empresas, en su mayoría personales, que en número muy delimitado de actividades autorizará el Estado. Opciones muy limitadas, por cierto. En el caso de la segunda debido a su propia restrictiva concepción original, pero por sobre todo por el marco regulatorio que deberá soportar, más propio de nación primermundista, que de una en que los pretendidos microempresarios no poseen en su mayoría como
allegar el imprescindible capital inicial.
A cualquiera que observe a la Cuba actual, pero no a través del cristal empañado de un moderno auto chino climatizado, le resultará difícil creer que el llamado trabajo por cuenta propia consiga absorber, ni aún en su mejor momento, más de 150 000 de los llamados disponibles. Esta apertura a dicha forma de producción y servicios lo que logrará en todo caso es legalizar la actividad de los muchos, que de manera ilegal ya venían desempeñando oficios como los de colchonero, amolador de tijeras, o vendedor de pizzas. Son ellos, desempleados desde hace mucho, o realizando su labor a tiempo parcial, quienes poseen el capital, el know how, las herramientas y la clientela, no los que ahora, y con solo el sueldo de par de meses como capital inicial arriban a un mercado, si no copado, ya muy saturado.
En cuanto a nuestra agricultura solo se debe recordar que en 1952, cuando 172 centrales molieron una zafra de 7 200 000 t, y en nuestros campos pastaban más vacas que ciudadanos tenía la República, esta absorbía solo 700 000 trabajadores, la mayoría estacionales. Por lo mismo, a menos que lo que se pretenda es hacer volver a nuestra agricultura al nivel de los taínos, con su necesidad masiva de mano de obra, lo que no parece ser el espíritu de lo reflejado en los Lineamientos de la política Agroindustrial, no cabe explicarse como un sector donde ya el mismo gobierno reconoce que no pocas plantillas se encuentran infladas, pueda ayudar a aminorar el desempleo.
Debo aclarar que no he incluido a la construcción entre la posibilidades para resolver el peliagudo problema, que tan incongruente Reforma plantea, por una muy simple razón: es evidente que las 30 000 plazas con que según cifras oficiales puede contribuir este sector, resultan insuficientes ya no para el proceso de readecuación de las plantillas completo, sino aún para su primera etapa, la que concluye en abril.
Por cierto que lo explosivo de la Reforma en curso lo comprende mejor que nadie la Suprema Dirección del Aparato. Es por ello que a pesar de la apuesta por el ahorro a ultranza, y a pesar del enorme hueco presupuestario que este crea ya, el MININT crece, sin que las muchas ventajas de que disfrutan sus miembros a la vez mengüen. No hay más que constatar que mientras todas las demás enseñanzas en el país se contraen, solo las de formación de policías tienen una matrícula en constante crecimiento.
II- Un marco institucional realista y efectivo
Cuba tiene posibilidades para desarrollarse. Esto parecen entenderlo quienes redactaron los Lineamientos, solo que estos se concibieron para quienes, al menos en el actual marco institucional, no están en capacidad de aprovechar ni una quinta parte de esas potencialidades.
A todo lo largo de los Lineamientos se encuentran ideas con las que no se puede más que concordar, y que nos llenarían de optimismo, de no ver esa realidad. Desde la autonomía de las empresas estatales, hasta el mayor involucramiento de las instancias provinciales en el proceso inversionista, las ideas suenan muy bien sobre el papel, la cuestión vendrá, sin embargo, cuando el cuadro administrativo e ideológico deba subordinar sus intereses, y hasta su elevado criterio de sí mismo, al espeso marco legal que aquellas medidas necesitan; o cuando el dinero comience a moverse descentralizado por niveles en los que hasta ahora la corrupción se ha mantenido como desvío de medio millar de ladrillos, dos docenas de cajas de pollo, diez galones de gasolina o una paca de ropa de uso donada por algún país europeo.
Pero hay razones de mucho más peso.
Si se analiza punto por punto salta a la vista de inmediato que quienes elaboraron el documento en cuestión sospechaban incluso algunas de esas potencialidades específicas. La de la agroindustria azucarera, por ejemplo, se encuentra recogida de modo exhaustivo en los puntos 193, 194, 195 y 228. Pero, y he aquí el meollo: ¿Con qué fuente de inversión se cuenta para echar adelante todo lo que la agroindustria azucarera es capaz de aportar? Sépase, por solo mencionar una de las aristas más prometedoras de esa agroindustria, que si se cambiaran las actuales calderas de nuestros centrales, que generan el equivalente a 30 o 40 Kwh por tonelada de bagazo, por las que hoy se emplean en algunas de las pequeñas islas del Caribe, y que con la misma cantidad de bagazo generan 160 Kwh, una zafra que produzca 5 millones de toneladas de azúcar podría generar, con la quema del bagazo y los residuos agrícolas, el equivalente a la energía que se obtendría de la combustión de 10 millones de toneladas de petróleo.
Mas, para estar en capacidad de aprovechar ese potencial del bagazo y los residuos agrícolas se requieren las mencionadas calderas, turbinas, transformadores, facilidades industriales para secar el bagazo y convertirlo en pacas estandarizadas, almacenes donde conservar estas últimas… todo lo cual cuesta y no poco.
No obstante, los problemas a que se enfrenta el cuadro administrativo e ideológico para aprovechar las potencialidades que ellos saben existen, van más allá de de los de financiamiento. Es por ellos que el desarrollo de puerto del Mariel como terminal de superportacontenedores, y el de la agricultura orgánica, quedan a un nivel secundario, como meros accesorios de otros programas en los respectivos puntos 261 y 176 de los Lineamientos. Esto es así porque ambos no podrán desarrollar todo su potencial hasta que nuestras relaciones con los EE.UU. cambien tanto que permitan incluso un tratado de libre comercio. Solo en esas nuevas condiciones el puerto del Mariel podría convertirse en el redistribuidor de cargas de buena parte de la costa norteamericana no dotada de puertos semejantes, y Cuba en el principal suministrador de productos tropicales orgánicos de la gran concentración humana del Noreste.
No nos dejemos confundir por el tono triunfalista de los Lineamientos. Lo cierto es que incluso desarrollar
“los trabajos de exploración de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) del Golfo de México” (punto 222), no ya ponerla a producir, no se resuelve con cooperación Sur-Sur, dentro del marco del ALBA o incluso del Mercosur. Se necesita capital y transferencia tecnológica del Norte, en especial del país mercado de las posibles producciones de esa zona, los EE.UU.
Aquí es bueno detenernos a desenmascarar algunos mitos, en los que muchas personas honestas continúan creyendo como artículo de fe; lugares comunes del pensamiento “progre”.
Del Sur, necesitado el mismo, no nos vendrá ni transferencia tecnológica ni dinero fresco. Hemos hecho de todo con China, hasta el ridículo de que el General Presidente, que no sabe nada de chino, se ponga a cantar una canción maoísta delante de un convenido seguidor de Deng Xiao Ping, a semejanza de cuando Juana Bacallao se preocupó por la salud de madame Chiang Kai Chek en una recepción a funcionarios chinos a inicios de los sesentas. ¿Y para qué, para que nos vendan sus tarecos a los que hay que traer desde el otro lado del mundo, con contratos de venta que exigen se cumplan hasta la última línea?
Del Sur por el contrario nos ha venido la descapitalización. No hablemos del hecho evidente para cualquiera, a excepción de quienes rigen los destinos de la Isla, de que hemos sido, y somos usados como monedas de cambio por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos en su relación con el de los EE.UU. Hagámoslo de la realidad constatable de que importantes tecnologías para nuestro desarrollo, como la de los abonos nanotecnológicos a base de zeolita, desarrollados por nuestros científicos, se los han casi regalado nuestros gobernantes a firmas mexicanas muy solidarias, o de que estamos creándole una competencia a nuestra industria alcoholera en la hermanísima República Bolivariana de Venezuela, nada menos que vendiéndoles partes de nuestros propios ingenios…
Las potencialidades que hoy tiene Cuba, reflejadas a medias en los Lineamientos, pero por sobre todo las que no aparecen allí, como una industria forestal biotecnológica de nuestras maderas preciosas (a mediano plazo), o como destino turístico, e incluso lugar de residencia de no pocos norteamericanos retirados, necesitan para su materialización un marco institucional que permita una relación fluida con los grandes centros financieros y tecnológicos mundiales, y sobre todo con nuestro mercado natural. Y tal cosa no se alcanzará mientras viviendo en medio de occidente, siendo por tradición y cultura una nación occidental, y lo más importante, sin tener ninguna potencialidad no ya de superpotencia, sino ni de potencia regional, queramos seguir organizados política, social y económicamente como una cruzada anti occidental.
Pero hay más también en esta dirección. El nuevo marco institucional no solo se necesita para hacernos más digeribles a nuestro contexto internacional. Las imprescindibles dosis de iniciativa y decisión que se requieren para concretar las potencialidades que los Lineamientos en parte admiten, no florecerán bajo el imperio absoluto del que se quiere conservar por sobre todo como conductor de los destinos nacionales: el cuadro administrativo e ideológico. No hay más que ver cómo este asume el problema económico: “La batalla económica constituye hoy, más que nunca, la tarea principal y el centro del trabajo ideológico de los cuadros” (Raúl Castro, 4 de abril de 2010), donde las palabras batalla y trabajo ideológico matizan suficientemente la idea. O sea, que en el fondo están asumiendo este problema como hasta ahora lo han hecho. Y si algo ha demostrado de modo fehaciente ese mismo cuadro, en su actuar durante el pasado medio siglo, es lo nefasto de subordinar lo económico, que pertenece al reino de lo cotidiano, del día a día, al de lo trascendental ideológico.
Por otro lado, a pesar de las promesas de próxima descentralización, las máximas instancias del cuadro piramidalizan en la práctica cada vez más el proceso de decisiones, en parte porque es algo ya esencial en
ellos, pero fundamentalmente para hacer producir más a la única actividad económica de la que hasta ahora han logrado resultados concretos: el ahorro. ¿Y en medio de una estructura que gana cada vez más rigidez, que por sobre todo se prepara para sacarle a la sociedad hasta el último centavo mediante un sistema tributario más propio de la rica Noruega que de la paupérrima Cuba, puede acaso desarrollarse la iniciativa, al menos a los niveles que hoy necesitamos?
Se impone, desde una política realista un nuevo marco institucional. Uno, que si no desplace al cuadro (algo muy irreal aun en lo inmediato), por lo menos traiga los mecanismos de moderar su poder absoluto. Además de todo lo dicho, tal cambio haría viable mucho de lo que en la esfera empresarial proponen los Lineamientos, que ya no estarían en peligro de verse subvertidos en nombre de las grandes palabras, a saber, “batalla económica”, “trabajo ideológico”, u otras impronunciables como por ejemplo “invulnerabilidad alimentaria”, en que se trasluce que las cuestiones del yantar son vistas por la satisfecha cúpula del aparato, más que nada como asuntos de importancia para el mantenimiento de su imperio sobre los destinos de la Isla sin interferencias de otras elites competidoras de allende.
Ese marco institucional deberá ser, a la vez, realista y efectivo. Debe poder implantarse por el cuadro, y asegurarle una permanencia en el poder por lo menos por los próximos cuatro años a partir de su implanta-
ción, si es que la economía no avanzara mucho en el nuevo escenario, y hasta la eternidad, si es que ella creciera sin parar. Además, debe permitir la organización de oposiciones que sirvan para contrabalancear el poder, lograr, de este modo, en la mayor medida posible, que aquel respete la institucionalidad.
Este compromiso de una oposición débil, con un poder autoritario fuerte no es nuevo en nuestra historia. Tal actitud ya fue asumida por el general Menocal a finales de la década del treinta. Él y su partido fueron lo suficientemente realistas para comprender que la única manera de hacer válida a la constitución redactada en 1940, pasaba por apoyar al general Fulgencio Batista, en su pretensión de hacerse elegir presidente. La jugada resultó tan fructífera que permitió sacar al hombre fuerte de su imperio sobre los negocios del país casi por ocho años.
Y ya que de ella hablamos. ¿No será la constitución del 40 el marco institucional que necesitamos?
Desengañémonos, en el estado actual de la Isla una nueva constituyente solo elaboraría lo que el aparato deseara. Tanto por la imprescindible necesidad de continuidad histórica, como por su propio espíritu social y democrático, lo mejor será que escuchemos a monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal y restituyamos la Constitución de 1940. Pero además, que al restituirla se respete toda la legislación laboral y social del periodo revolucionario, y aún las propiedades obtenidas por las personas naturales gracias a la primera Ley de Reforma Agraria y todas las demás que en dicho período hayan legislado sobre propiedad inmobiliaria a favor de las mencionadas personas. Dichas legislaciones, en su aplicación citada, deberán ser incluidas en la Constitución como anexos de la misma, invalidables solo mediante los mecanismos de reforma específica, que a su vez solo podrá ser pedida mediante el mecanismo de iniciativa popular que estatuye el artículo 285.
III- Los meses que se aproximan serán definitorios.
Los meses que se aproximan serán definitorios. Los que nos sintamos cubanos, y que por nuestra edad tengamos capacidad de asumir una actitud política, debemos comprender que tenemos el privilegio de vivir en uno de esos momentos cumbres de nuestra historia. Lo que se juega no es el derecho de una elite bien comida a ser absolutamente independiente de cualquier otra elite extranjera, o las propiedades que más o menos pueda haber dejado detrás algún abuelo o bisabuelo, sino el destino de la comunidad de mujeres y hombres que material o espiritualmente alentamos en común en este preciso instante, y a la larga el de cada uno de esos mujeres y hombres en particular. A nadie le conviene que el de Cuba termine como un estado fallido, o la repetición de escenas como las de agosto de 33, que recordémosle a los incrédulos, nadie estimaba posibles dos meses antes.
A quienes dentro del Aparato, de la oposición y el exilio, aún mantenemos alguna cuota de realismo nos toca impulsar los cambios posibles, los que puedan evitar esos grises nubarrones en nuestra horizonte, a cada minuto más cercanos… Es nuestro deber. Nuestro supremo tribunal, nuestra conciencia, nos lo recriminará en algún momento si no cumplimos con ese deber.
José Gabriel Barrenechea Chávez.
Lic. en Educación. Profesor de Física y Español-Literatura en los Institutos Preuniversitarios de Ciencias Exactas “Ernesto Guevara de la Serna” y “Vladimir Ilich Lenin” de donde fue expulsado por ejercer periodismo independiente. Egresado del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”.
Actualmente es especialista en el Instituto Provincial del Libro y Literatura de Villa Clara. Colaborador de la revista La Rosa Blanca.
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