Un día como hoy, 28 de septiembre, se fundó en Cuba una red de control vecinal llamada Comités de Defensa de la Revolución. Hoy esa organización fenece, como casi todo en Cuba.
El peor rastro que dejó su existencia durante décadas ha sido una cultura de la delación y la desconfianza entre vecinos que ha destruido la tradicional amistad, la efectiva solidaridad y la confianza en los amigos del mismo barrio, que se cultivó y abundaba en Cuba antes de 1959 como uno de los rasgos identitarios del cubano.
En efecto, había un refrán popular en Cuba que expresaba esta característica ahora casi perdida: “Más vale un vecino cercano que un hermano lejano”. Este proverbio nos hablaba de la cubanísima costumbre de una convivencia vecinal concretada cotidianamente en: la ayuda material, asistencia en las enfermedades, el apoyo moral y la confianza mutua que permitía la visita, la presencia y la entrada y salida de los vecinos como si fueran de la familia.
Se intercambiaban un poco de sal, un medicamento, una información necesaria y veraz, un consejo oportuno, un apoyo incondicional. Pero sobre todo, existía una confianza y una seguridad de que el vecino era tu aliado, tu amigo, casi un familiar.
Todo esto ha sido sistemáticamente destruido. Ha sido minuciosamente descalificado. Los barrios cubanos han pasado de ser una comunidad de vecinos donde primaban la confianza, la cercanía, el respeto a la forma de pensar diferente y un ambiente de ayuda mutua, a lo que son hoy: un nido de alacranes en el que todos desconfían de todos, todos envidian a los demás, todos tratan de husmear en las vidas ajenas para “chivatear”. La delación a cambio de que los dejen traficar y delinquir se ha apoderado de cada barrio de Cuba.
Ha sido la armazón de unos mecanismos de intromisión en la vida privada, de cultivo de la envidia y el chisme, que ha provocado mucho daño. Entre los principales riesgos de ese daño podemos señalar la general desconfianza que causa que todos nos encerremos en nuestras casas, nos volvamos individualistas en medio de un sistema que se cataloga de socialista.
La que se ha llamado “cochambre existencial” ha empobrecido las relaciones humanas del vecindario, ha viciado el ambiente sano y nos ha acostumbrado, como si fuéramos delincuentes, a escondernos de todos para hacer cualquier cosa… por si un vecino chismoso y delator, interpreta mal lo que estamos haciendo, lo que cargamos en una jaba o lo que estamos hablando dentro de nuestra propia sala.
Estamos todavía a tiempo para comenzar a sanar este “daño antropológico” que corrompe y desfigura la tradicional convivencia vecinal. Comencemos por desaprobar toda actitud de intromisión e irrespeto de la vida de los otros. Continuemos no siendo cómplices de los delatores ni de los que vigilan y reprimen a sus vecinos. Fomentemos la armonía, la limpieza de corazón, la sanidad de las relaciones interpersonales y la solidaridad entre nuestros vecinos. Creo que aún hay esperanza.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.