El tiempo reina

Foto tomada de Internet.

No hay punta más acerada

que la de lo infinito…

 

a mi madre, por aquellos tres largos meses

en que nos extrañó…

hongo en un pulmón / paludismo / desiertos /

¿dónde queda Moxico? / carriñas / más desierto /

ganas de regresar / plan de clases / malaria /

ganas de verlos / ¿a cuánto de Luanda? /

fiebres / guerras que se recuerdan /

memorias de la isla / areneros oscuros /

pedagoga que compra ajuares de bebé

a su hija adolescente /

mulheres con cestos a la espalda /

mulheres con hijos a la espalda /

arena / desiertos / nubes grises que corren /

bolachas para niños / sillas-en-sus-cabezas /

todos de óbito / todos ausentes /

motoristas con prisa / llanto en horno común /

estas ganas de verlos / verde-gris / rojo-gris /

arena saliendo de las bocas /

zumos / hipoglicemias / baúcas y cerrojos /

prohibición de comer vegetales y moscas asesinas /

profesora ahogándose en alcohol /

logias / llanto en sala de estar /

estar todos y pocos /

fascículos al chef / vacío / arena y cuervos /

nunca pierdas de vista el celular /

condominio muerto después de las siete /

ausencias / vientres distendidos y cuervos a lo lejos /

cristales / retinosis / el chef del grupo viene /

el chef del grupo habla / el chef del grupo paga /

cólera-negro-amarillo-gris / epidemias /

estas ganas de verlos /¿a cuánto de la isla?… /

ganas de verlos / inaguantables ganas de volver…

Eso dice mi madre

que también es Angola.

 

Penetrar el misterio…

 

Al esconder sus picos en la corriente azul,

las ardeidas siempre se me confunden

con troncos de mangle,

con cualquier otra cosa.

Apacibles rumiantes a lo lejos

agradecen la acción de las egrettas

que espulgan invariablemente su pelambre.

Aquí existo. Ahora.

Donde hay inmensidad, un abismo-emulsión,

una pregunta que no acaba

y que tiene que ver con el futuro…

Nunca basta saber que a diez kilómetros,

a cien o a mil kilómetros,

existe una patria con magulladuras digestivas,

con esa contusión ventral que la consume

y no puedo hacer nada por ella.

Existo. Aquí donde a las garzas y a las vacas

no les preocupa más

que hacer su rito involuntario.

Allá, el futuro…

 

Actos peligrosos…

 

Necesito:

velas verdes, azules, malvas, rojas,

pañuelos de seda, tierra, receptáculos,

miel de geranio, broches, algún alfiletero,

cartulina amarilla, canela, tinta grana,

hilo muy viejo, carta del as de oro,

clavos de olor, manzanas, capullos, puerro nuevo…

Necesito:

un altar para Santa Catalina,

una noche de un día 31,

una garantía a la asistencia…

Necesito:

escribir el nombre nueve veces

un pie izquierdo, un mechón,

un poco de romero y de tomillo…

Necesito:

otras páginas de inútil brujería

con que encantar a quienes

volvieron a olvidarme.

 

Diez veces seguidas…

a Nicole Elise

Mi sobrina anota en su cuaderno

a los niños que se han portado mal.

La clase es una hoja llena de nombres:

Pedrito, Alexandro, Yinet la chica nueva,

Jayro, Alexandro, Yinet la chica nueva,

Evelyn, Cristofer, Ián Carlos,

Pedrito, Alexandro, Nileyán,

Katerine, Cristofer, María Carla,

Alexandro, Alexandro, Yinet la chica nueva,

Alexandro,

Fabián, Greta, Arismary,

Kevin, Cinthia, Alexandro,

Jose, Ikenia, Alexandro.

Mi sobrina

anota a Alexandro diez veces;

tiene un testarudo concepto del deber.

 

Te pareces al público…

para Luda Gutiérrez

La muchacha camina bajo el sol.

Se humedece, destila bajo el sol

dentro de su vestido de satín.

La niña de senos embrionarios

camina sobre la piel del parque,

sobre la capa vegetal de una entelequia.

Se entalla el vestido de satín

la madre que llora viendo a su hija posar.

El fotógrafo se entalla el vestido.

El chofer del descapotable se entalla el vestido.

El maquillista homosexual se entalla el vestido.

La tía de tocado alto se entalla el vestido.

El viejo del parque se entalla el vestido.

La vendedora de sombreros se entalla el vestido.

El espíritu de Mercedes Sánchez se entalla el vestido.

La sombra de Conchita Iznaga se entalla el vestido.

Yo también, como la tradición impone, uso el vestido…

Y todos sonreímos, desnudos,

con esa misma cara de niña envejeciendo,

como si tuviésemos los senos a punto de brotar

y dos tajos profundos, dos heridas.

 


  • Anisley Miraz Lladosa (Trinidad, 1981).
  • Graduada en Diseño Gráfico en la Academia de Artes Plásticas
  • “Óscar Fernández Morera” de Trinidad.
  • Ganadora de premios y menciones en varios eventos literarios como la Bienal de Jarahueca (2000), Literatura Infantil “Mercedes Matamoros” (2002), Premio de la Ciudad Fernandina de Jagua (2003), Gran Premio Vitral de Poesía (2003) y Premio Poesía Vitral (compartido) (2004).
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