El sueño cubano

La gran carroza. De la serie Navegantes.
46 x 67 x 36 cm. Bronce policromado. 2013.
Obra de Pedro Pablo Oliva.

Cuando se especifica algo como meta o proyecto de nación, de forma pública, es importante tomarlo en cuenta con interés positivo. De modo que, sobre el tema, seamos positivos aún con nuestras ideas diferentes, con las críticas debidas e incluso con el asentimiento que no sea guataquería ni puro oportunismo al respecto.

Ahora, la cuestión referida está en boca del pueblo y como slogan ideológico. Al respecto, unos dicen: construir prosperidad y darle sostenibilidad, para la vida de los cubanos aquí, en el marco del régimen de gobierno socialista actual. Otros dicen que es al revés, o sea: construir un socialismo próspero y sostenible, es decir, desarrollar esa ideología de manera que sea triunfante en el tiempo y genere prosperidad para los ciudadanos.

Un año atrás, unos diez mil cubanos, retenidos por unas tres fronteras centroamericanas, reeditaban otra página histórica del éxodo nuestro. Otra vez quedaba en tela de juicio la viabilidad de los proyectos personales y familiares de esos cubanos exiliados y otros tantos que permanecen en suelo cubano, si es que tuvieron alguna vez un proyecto de vida aquí.

El sueño norteamericano como el país de las oportunidades, según los ideólogos de ese pensamiento, ha calado profundo en esos hermanos cubanos y en otros más que no han abandonado la Isla aún. Nosotros, cristianos, celebramos la resurrección de Jesús, su Pascua. De Él aprendemos que debemos promover al ser humano en su totalidad: cada persona y todas las personas, deben ser el sujeto y la primicia de todo proyecto, de cualquier esfuerzo de liberación e independencia.

Los métodos para lograrlo son diversos, uno muy sublime, tal vez el mejor que pueda catalogarse como el sueño cubano, tanto por la representatividad que logra de nuestra diversidad fundacional y presente, como por su autoctonía, es el mensaje inclusivo y sintetizado en el pensamiento martiano: “Con todos y para el bien de todos”. Noble paradigma, no ideológico, sino connatural de la condición humana, tan necesitado de poder integrarse en la totalidad de los ambientes de esta Isla donde nace y debe desarrollarse la vida de los cubanos todos.

Si hoy apelamos a la prosperidad para esta tierra cubana es por creer que podemos disfrutar de ella “con todos y para el bien de todos” lo antes posible. Porque, de otro modo, no hay sueño cubano, será más de lo mismo, mientras, otras modalidades de éxodos hablarán del asunto.

Puede que siempre haya razones para admirar el sueño o la realidad del pueblo norteamericano, mas la cuna y la tierra de uno ni se olvidan ni se abandonan fácilmente, menos aún cuando en ellas se convive en la fraternidad, cuando somos libres para dar libertad a los demás, dónde ser diferente se toma como virtud, y cuando participar de ese modo es lo que se requiere para aportar prosperidad en lo político o en lo económico, en lo cultural o religioso, en lo institucional o familiar.

Los cubanos merecemos compartir un sueño, construirlo, disfrutarlo, sentirnos ciudadanos universales y, ante todo, sentir verdadera satisfacción de vivir en Cuba ya. Construyamos prosperidad en Cuba “con todos y para el bien de todos”.

(Por la actualidad e importancia de este mensaje, Convivencia reproduce, con su autorización, este editorial de El Pensador, publicación bimestral de la Parroquia de San Hilarión, abad, en Guanajay, Diócesis de Pinar del Río, provincia de Artemisa. Marzo-abril de 2017. Año XX. No. 117).

 

Scroll al inicio