EL RESPETO A TODA PERSONA

Yoandy Izquierdo Toledo

Jueves de Yoandy

En estos días en que se han desatado numerosas opiniones acerca del pontificado del Papa Francisco, recientemente fallecido, se demanda continuamente desde muy diversas posiciones religiosas, ideológicas y políticas, que observemos un respeto por la persona del Papa difunto, aunque discrepemos con algunas de sus visiones sociopolíticas.

Recuerdo que mi abuela siempre me recomendaba: “Respeta para que te respeten”. Y los demás miembros de la familia argumentaban que ese respeto debía ser recíproco y que el respeto se debe regalar con el fin de ser correspondido: ser respetado.

Sin embargo, según el humanismo de inspiración cristiana, el respeto es una actitud que le debemos a toda persona, no por el interés de recibir a cambio el mismo trato respetuoso, sino que el respeto es una actitud y un deber que todos tenemos ante cada ser humano, por el solo hecho de ser una persona, solo por ser un ser humano.

En efecto, toda persona, fijémonos bien, digo que: todo ser humano, es digno de ser respetado en su integridad, en su vida privada, en su expediente escolar y laboral, en toda su integridad física, moral y espiritual.

La razón por la cual toda persona debe ser respetada, independientemente de su forma de creer, de pensar, de decir o de hacer, es porque todo ser humano lleva en su esencia la “imago Dei”, es decir, que toda persona ha sido creada a “imagen y semejanza de Dios”, por lo que conlleva, intrínsecamente, la suprema dignidad de ser hija de Dios, el Supremo Creador.

Este “sello”, esta impronta y dignidad, propios de la condición humana, no pueden ser borrados por nada ni por nadie. Ningún Estado, ninguna ideología, ninguna religión, ninguna opción filosófica o política, ninguna persona, institución o publicacion, puede arrebatarle esta dignidad connatural de todo ser humano por la cual lo hace acreedor de todo respeto.

Esta es la causa profunda del respeto que todos nos debemos unos a otros.

Es verdaderamente vergonzoso que para expresar las discrepancias entre seres humanos, tengamos que recurrir a la ofensa del diferente, a la descalificación personal, a la condenación “al infierno” o a la elevación a la categoría de “otro Dios”, en dependencia de si la otra persona piensa como nosotros o no.

Pareciera como si se necesitara ofender, denigrar, descalificar al diferente para validarse uno. Nadie se afirma en sus convicciones si para ello tiene que rebajarse a los epítetos y a los ataques. Es más seguro quien más respeta. Quien recurre a ofensas demuestra inseguridad.

Basta con expresar serena y decentemente aquellos temas en los que discrepamos, dejando siempre claramente que respetamos no sólo los criterios contrarios, sino y sobre todo a la persona que cree, piensa y actúa diferente.

 

 

 

 

Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).

Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.

Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.

Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.

Doctor en Humanidades por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.

Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.

Reside en Pinar del Río.

 

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