El Populismo como concepto y disrupción

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El Populismo como concepto que ha adquirido una creciente importancia para la investigación y el debate normativo en la Teoría y la Ciencia Política. A pesar de la fragmentada literatura y la constante tentación de tratar las especificidades de las manifestaciones nacionales o regionales como generalizables, la prolífica literatura sobre el populismo ha marcado el debate académico con claras implicaciones políticas. El artículo presenta una aproximación a los rasgos nucleares del concepto, enfatizando en su complejidad y los diversos enfoques teóricos y analíticos del mismo, así como su potencial disruptivo implícito, especialmente su vínculo con la polarización y las emociones.

I. Una definición polémica

El populismo se fundamenta en la noción moderna de soberanía popular y constituye una reacción crítica a las fallas de legitimidad de las instituciones representativas de la democracia liberal, aunque existen diversas aproximaciones conceptuales y analíticas para su estudio. Una definición mínima, generalmente aceptada, concibe al populismocomo una “’ideología de centro delgado’ que considera a la sociedad dividida en dos grupos homogéneos y antagónicos, ‘el pueblo puro’ y ‘la élite corrupta’, argumentando que la política debe ser la expresión de la ‘voluntad general del pueblo’ (Mudde, 2004). Estos tres conceptos representan el criterio suficiente y necesario para definir el populismo, pero subrayando que esta ‘ideología de centro delgado tiene una restringida morfología basada en un pequeño núcleo de conceptos cuyo significado es altamente dependiente del contexto (Mudde y Rovira Kaltwasser, 2013). El populismo no existe en forma aislada, sino anexo a subtipos que muestran una específica articulación a ciertas ideologías (nacionalismo, liberalismo, izquierda, derecha, etc.).

La delgadez de esta ideología se define como un ‘significante vacío’ que garantiza la posterior construcción de la identidad populista (Laclau 2005). Su comprensión específica será entonces culturalmente determinada y la percepción populista de ‘pueblo’ está relacionada con la autopercepción (o auto-idealización) de un pueblo objetivo (Mudde, 2004).

La distinción moral entre el ‘pueblo virtuoso’ y la ‘elite corrupta’ se articula desde un lenguaje maniqueo, vago e impreciso que no siempre desarrolla la misma perspectiva para definir a ambos actores; explicar esta distinción –cómo los partidos y actores populistas los definen vis-a-vis– será un método adecuado para identificar los subtipos de populismo (Mudde y Rovira Kaltwasser, 2013).

Otras aproximaciones analíticas enfatizan el rasgo estratégico del populismo al definirlo como una estrategia política de líderes personalistas para buscar o ejercer el poder de gobierno basado en un apoyo directo, no institucionalizado de amplios sectores en su mayoría desorganizados (Weyland, 2017). Desde una perspectiva discursiva performativa se aborda el populismo como un estilo particular de relación entre los líderes políticos y las bases sociales articuladas desde el alarde antagónico y movilizador de lo ‘bajo’, una dimensión sociocultural que define “los modos de sentir y actuar en política y… las formas de relacionarnos con el pueblo” (Ostiguy, 2017).

Para otros autores el populismo es un estilo político basado en estrategias performativas que enfatizan la transgresión de las normas establecidas, retando las representaciones dominantes y produciendo efectos de cambio político (Aiolfi, 2022). R. S. Jansen (2011) propone reconceptualizar el populismo como proyecto político de movilización popular a largo plazo, orientado a movilizar sectores sociales marginalizados en acciones políticas contenciosas y públicamente visibles a partir de la articulación de una retórica nacionalista anti-élite que valoriza al pueblo ordinario.

En un intento de síntesis Hawkins, Read y Pauwels (2017) definen el populismo como un conjunto de actitudes e ideas que deben ser activadas por un contexto de condiciones materiales y señales lingüísticas. Estas ideas populistas son sensiblemente activadas cuando los fracasos de las políticas pueden atribuirse a las malas prácticas de los políticos tradicionales o cuando las élites políticas se coluden por razones prácticas o ideológicas para mantener los temas fuera de la agenda pública.

El populismo depende, entonces, de una oferta de políticos que articulen el mensaje populista al proveer el marco específico que facilita el proceso interpretativo, atribuyendo los problemas a agentes conocidos en lugar de fuerzas impersonales y alhacer referencia a una identidad intra-grupal que haga pensar a los ciudadanos más allá de sus intereses particulares. Conectados a un contexto sensible, estos mensajes catalizan la activación de actitudes populistas. Investigaciones empíricas han demostrado una significativa correlación entre actitudes populistas e intención del voto por los partidos populistas, así como una clara distinción entre el populismo de izquierda y de derecha, especialmente respecto a las actitudes pluralistas (Akkerman, Mudde y Zaslove, 2014).

Finalmente, es importante subrayar la importancia de las instituciones formales y las oportunidades y constreñimientos impuestos sobre la competencia electoral para evaluar el costo de la movilización populista (Roberts, 2022). Como reconocen Hawkins, et al. (2017), “ver al mundo desde un lente populista requiere una combinación de contexto, framing y recursos de movilización” (2017: p. 278).

II. Populismo y Polarización

La capacidad de movilización de los actores y partidos populistas será inevitablemente un proceso de construcción de cleavages intrínsecamente polarizantes, pues la constitución del pueblo será simultáneamente incluyente y excluyente con un fuerte efecto auto-reforzante. Intencionalmente, los actores populistas usan estrategias retóricas y tácticas polarizantes como instrumentos de identificación política, demarcación y movilización de electores. Esta lógica polarizante y excluyente tiene un importante efecto sobre el realineamiento de todo el campo político y electoral, al politizar los temas y conflictos latentes y posicionar a los diferentes actores de uno u otro lado de la división política. Por otra parte, la convergencia programática de los partidos establecidos, orientados hacia los difusos cleavages sociales, además de debilitar la identidad partidista e ideológica del electorado, le permite a los retadores populistas agruparlos bajo el rótulo de élite transpartidista o casta política; es decir, construir la frontera antagónica del sujeto anti-populista en la división binaria pueblo-élite como atractivo referente para los sectores no representados por los partidos establecidos.

Así, los partidos populistas polarizan dimensiones de temas confrontacionales frente a los cuales los partidos establecidos no presentan posiciones significativas y al romper este consenso transpartidista son espacial y constitutivamente polarizantes (Roberts, 2022). Sin embargo, las formas primarias de polarización espacial no son localizadas en los polos opuestos del eje competitivo unidimensional izquierda-derecha, sino sobre ejes económicos y culturales analíticamente distintos y espacialmente ortogonales. El eje horizontal económico tiene un polo izquierdo estatista/redistributivo y un polo derecho libre mercado/propiedad privada, y está dividido por un eje vertical cultural que tiene un polo superior cosmopolitismo/universalismo y un polo inferior particularismos nacionalistas, étnicos y religiosos (Ostiguy, 2017). Este eje competitivo ortogonal permite a los tipos de populismos de izquierda y derecha no solo construir al pueblo en diferentes modos, sino además hacerlo a lo largo de ejes de disputa alternativo.

III. Populismo y Emociones

Además de su naturaleza polarizante, el populismo como discurso y estrategia movilizativa tiene un importante componente emocional, pues el esquema populista es un atributo de pensamiento y sentimientos individuales localizados del lado de la demanda populista. Investigaciones empíricas han demostrado cómo ciertos sentimientos y emociones como la nostalgia, la melancolía, el enojo, la ira, el miedo y el resentimiento convierten en target identificables de agravios y culpas por las desgracias actuales a sectores como élites económicas, políticas, intelectuales y sus representantes, así como inmigrantes, refugiados, minorías étnicas, religiosas, etc. Ciudadanos enojados son más propensos a apoyar partidos populistas anti-sistemas y familiarizarse con discursos populistas de izquierda y derecha (Demertzis, 2019).

Referencias Bibliográficas

Aiolfi, T. (2022). “Populism as a Transgresive Style”, Global Studies Quaterly, 2, 1-12.

Akkerman, A., Mudde, C. y Zaslove, A. (2014). “How Populist Are the People? Measuring Populist Attitudes in Voters”, Comparative Political Studies, Vol. 47(9), 1324-1353.

Demertzis, N. (2019). “Populisms and Emotions”, pp. 31-48, en Cossarini, P. y Vallespín, F., Populism and Passion. Democracy Legitimacy after Austerity, Routledge.

Hawkins, K.A., Read, M., Pauwels, T. (2017). “Populism and Its Causes”, pp. 267-286, en Rovira Kaltwasser, C., Taggart, P., Ochoa Espejo, P. y Ostiguy, P., The Oxford Handbook of POPULISM, Oxford University Press., UK.

Jansen, R. S. (2011). “Populist Mobilization: A New Theoretical Approach to Populism”, Sociological Theory, 29:2, June.

Mudde, C. y Rovira Kaltwasser, C. (2013). “Exclusionary vs. Inclusionary Populism: Comparing Contemporary Europe and Latin America,” Government and Opposition, Vol. 48, No. 2, pp. 147-174.

Mudde, C. (2004). “The Populist Zeitgeist“, Government and Opposition, CUP.

Roberts, K.M. (2022). “Populism and Polarization in Comparative Perspective: Constitutive, Spatial and Institutional Dimensions”, Government and Opposition, 57, pp. 680-702.

Ostiguy, P. (2017). “Populism. A Socio-Cultural Approach”, pp. 73-100, en Rovira Kaltwasser, C., Taggart, P., Ochoa Espejo, P. y Ostiguy, P., The Oxford Handbook of POPULISM, Oxford University Press., UK.

Weyland, K. (2017). “Populism. A Political-Strategic Aproach”, pp. 48-72, en Rovira Kaltwasser, C., Taggart, P., Ochoa Espejo, P. y Ostiguy, P., The Oxford Handbook of POPULISM, Oxford University Press., UK.


  • Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta
  • Profesor-Investigador Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
  • Reside en Ciudad de México.
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