Jueves de Yoandy
Hay una frase muy célebre en Cuba que, aunque su connotación es negativa, se repite en diferentes ambientes, y lo que es peor, a veces ni se expresa pero se vive de acuerdo al “policía que llevamos dentro”. Esta expresión se refiere específicamente a la autocensura que la persona humana es capaz de desarrollar para tratar de acomodar su estilo de vida a la sociedad en que se desarrolla, limitar la capacidad de dar rienda suelta a la imaginación y al proyecto de vida escogido y, en resumen, hacer nosotros de árbitros con nosotros mismos fomentando el miedo y la paranoia, los prejuicios y la falta de libertad. Esto, sin negar que hay razones suficientes y objetivas para sentir miedo.
Siempre digo que me resulta muy alarmante ver cómo algunos cubanos o grupos de cubanos son más paranoicos cuando salen de la Isla en comparación a cuando vivían en ella, en medio de las vicisitudes diarias. Esta actitud se refleja en acciones muy concretas como: 1. Alejarse de las redes sociales porque no son espacios seguros para la generación de opiniones y el debate; 2. Obviar el tema Cuba en cualquier comentario o círculo de intercambio para preocuparse solamente por el nuevo destino, desarraigándose de la tierra que les vio nacer y hasta en muchos casos le empujó a salir viviendo en condiciones de exilio o, simplemente, alejados de las raíces, de familiares y amigos; y 3. Ver de forma reiterada, en la persona del otro, un enemigo potencial del que debemos cuidarnos o defendernos, ante el cual hay que medir milimétricamente cada palabra, cada gesto y cada movimiento.
Por supuesto que esta deformación del “policía que llevamos dentro” no es exclusiva de los emigrados. Solo he dicho que me llama la atención que se extienda, allende los mares, en tierras de libertad. Esto ofrece una medida de lo fuerte que ha sido el daño a la persona humana y en todo el cuerpo social. La magnitud de ese daño traspasa fronteras, contagia negatividad y pone frenos a la capacidad creadora, única e irrepetible, de la que ha sido dotada la persona humana. Recuerdo las palabras de Benedicto XVI en su visita a Cuba en 2012 cuando decía que “Dios respeta tanto la libertad del hombre que parece que la necesita”. Me viene a la mente cuando analizo que si hasta Dios es capaz de respetarla, no es posible que existan personas capaces de limitar la libertad de los demás, pero, peor aún, que sean capaces de autolimitarse porque ha vencido en sus vidas el miedo interior que cosechan en su mente y en su corazón.
De cualquier forma, esta manifestación “policial”, que brota desde dentro, sin sentido, a veces con consentimiento propio, otras no tanto, genera inmovilismo, paraliza el conjunto de las relaciones sociales que pueden tener lugar en una sociedad donde no se cuidan los unos de los otros, donde la condición de persona humana nos iguala para juntos superar la anomia social y aumentar las iniciativas ciudadanas en función del progreso, la convivencia civilizada y la paz.
Creo que resulta peor cuando “ese policía que llevamos dentro” se nos escapa hacia el exterior. No somos capaces de controlarlo en un momento dado y manifestamos lo que hasta el momento venía cobrando solo un efecto personal, para ahora traspasar esa dimensión y provocar, con nuestros síntomas paranoides, un acto peor. Cuando esos miedos internos son exteriorizados, pero generando un estado de opinión negativo sobre otra persona, grupo o asunto en particular, se ha cometido un acto que no solo puede resultar desagradable sino, en la mayoría de los casos, injusto y carente de fundamento. Así tiene lugar ese vertimiento, en la palestra pública, de un pensamiento, una idea propia, un estado de opinión muy individual, un prejuicio, sobre algo que no solo daña a terceros, sino que intenta imponer el criterio del individuo sobre el grupo, sembrando desconfianza, propiciando la discordia y, a la larga, socializando el miedo que no conduce, ni padeciéndolo solo, ni transmitiéndolo, hacia buenos puertos.
Aunque se diga fácil, es necesario y urgente, en los tiempos que vive Cuba, sacar al “policía que llevamos dentro”; pero no solo sobre la mesa, ni a través de la denuncia, la noticia, la publicación o la comunicación verbal. Es necesario y urgente desterrar de una vez y para siempre, primero que todo, los miedos que cada uno de nosotros guarda en su interior; para que después, con la mente despejada, pueda prevalecer la razón. Esa que nos hará espantar todos los fantasmas y desatar los nudos gordianos para tejer puentes de convivencia y de entendimiento hacia el futuro luminoso que auguramos para Cuba.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.