Por Rosalba Núñez
Leí en un artículo del periódico oficial, que la prensa cubana “se ha abierto a la crítica”. El artículo en sí mismo demostraba que en alguna medida es esto cierto, aunque no es suficiente.
Si tuvimos menos espacios, casi ninguno, este que se ha abierto, no despeja la necesidad que todos comprendemos: necesitamos no el de antes, ni el de ahora, precisamos de un espacio que aún no existe.
Las expectativas sembradas han ilusionado y desilusionado. Se sienten algunos aires nuevos, cierto, pero llenos de trabazones y frenazos; y si es plenamente cierto que con estas aperturas se está intentando mostrar al pueblo de Cuba el cambio que necesitamos hace tiempo, todavía se han quedado bastante cortos.
Ejercer la crítica es en sí mismo un derecho público. Con esta viene la caída del velo perfecto que cubre realidades y se muestra el rostro en primer plano, aparecen entonces las manchas, nacen propuestas y sustituciones. ¿Es esto malo? En cualquier país del mundo la respuesta es obvia, pero en Cuba… las cosas se complican. Porque para nosotros todo es más complicado.
Mire planos de nuestra diversidad periodística. Diría que se toman muy en serio los problemas doctrinales de un incomprensible socialismo real. No pueden diferenciar claramente el problema ideológico del social, o el económico del partidista. Abordan los asuntos como si tuvieran algún complejo de inferioridad. Sacuden la mata con el miedo de que “algo les vaya a caer encima”. ¿Resultado? Tratan las deficiencias y contradicciones con tanta timidez que en vez de informar resueltamente “paren” textos que rara vez van al fondo de los problemas. Y es que los hilos de estos problemas –como es normal en un sistema totalitario- tarde o temprano van a parar al mismo lugar: el aparato administrativo estatal.
Parece como si el Estado fuera el Espíritu Santo; olvidan que este es un órgano de servicio político público, de conciliación social y está lleno de defectos como cualquier obra humana. Un deber cívico importante sería tratar de mejorar sus funciones a través del señalamiento honesto. El Estado es para servir al pueblo, no al revés, no hay por qué temer entonces ¿o sí? Porque si hay algo que temer entonces el Estado ha confundido sus funciones.
El periodismo es un poder público y debe estar al servicio del pueblo. Si el periodismo sirve solo a los intereses de un sector o clase de manera absoluta, no está cumpliendo bien su función y deberíamos señalárselo claramente.
Yo no sé qué es lo que pasa en Cuba, que la prensa nacional luce como temerosa en grado sumo a la hora de tomar el toro por los cuernos. Sin duda, detrás de las cortinas algo ata la libertad de estos periodistas. No cabe duda que los censores oficiales todavía se toman muy en serio la altura del listón de la crítica, lo que obliga a que el periodismo cubano, con todo y lo que digan los medios oficiales, padezca un agudo estreñimiento crítico. Así pues, por mucho que pujen, lo que les sale se aproxima más a la justificación de un dirigente político, que al análisis real del problema cubano.
De esa manera nunca podremos poner las cartas sobre la mesa, para discutir en abierto debate, como resolver, entre todos, los problemas de la nación. O tal vez lo que persigan determinados sectores sea precisamente eso: evitar que la gente común tome cartas en el asunto, y que por ende, el cambio cubano tome un rumbo democrático de práctica y no de doctrina…
En el actual período de cambios a Cuba… ¡qué falta le hace el laxante de la libertad!
Rosalba Núñez Alemán
Pinar del Río 1984
Actualmente reside en Estados Unidos