Por Idael Márquez
Uno siempre piensa, cuando algo malo sucede, que ese es el peor momento. Hoy tengo este recuerdo como el peor de los peores. ¿Cómo encontrar la forma de consolar al mayor de mis hijos? ¿Cómo explicarle que ya su palomar no puede estar donde estaba, que ya sus juegos no pueden ser como antes, que ya su patio no es suyo? Sencillamente no tenía fuerzas.
Yo no estaba en la casa. No sé si fue cosa de Dios o del destino, porque, de estar, no sé qué hubiera pasado.
Sé que mis tres niños decían: ¡Ay, cuando llegue mi papá va a romper ese muro! ¿Cómo decirles que su papá no puede romperlo, que hay que escoger entre tumbar el muro y la compañía de su papá? Ya mis niños escogieron, quieren a papi con ellos. Algún día entenderán que hace falta más valor para quedarse con las manos abajo, y espero que se sientan orgullosos. Las palomas de mis hijos ya vuelan libres por el cielo, nosotros… algún día.
Idael Márquez Arteaga.
Esposo de Livia y padre de los niños.