Análisis desde la realidad rural.
Por Juan Pablo Pérez
“El progreso empieza por la creencia de que lo necesario es posible.”
(Norman Cousins)
En los tiempos que corren se comenta reiteradamente en varios ámbitos de la vida del cubano sobre la necesidad o urgencia que tiene este país de desarrollar su economía, sobre todo de buscar estrategias eficaces que posibiliten un crecimiento rápido y palpable en la vida del ciudadano común, tanto para la satisfacción de las necesidades básicas como para crear oportunidades en la sociedad que incentiven el trabajo digno y desarrollen la iniciativa personal.
Dentro de este contexto de subdesarrollo se ubica la sociedad rural y el sector agropecuario como uno de los más depauperados dentro de la economía cubana, que tiene una importancia crucial para el desarrollo social y económico del país; ya que existe una gran parte de la población cubana que vive en zonas rurales, trabaja y depende de la actividad agropecuaria, que hoy está mal viviendo pero constituyen un potencial de recursos humanos para un futuro desarrollo; a la vez que la producción agrícola puede generar gran cantidad de bienes para el consumo interno, la industria y el comercio, además de crear riquezas y capacidades que pueden estimular el desarrollo de otros sectores de la economía y la vida de la nación.
Hacia una visión integral de sociedad rural.
La sostenibilidad del medio rural a nivel global y de un país, es uno de los pilares más fuertes de los que depende la sostenibilidad del desarrollo de las naciones. La población de las comunidades rurales vive en un intercambio directo y cotidiano con el entorno natural y los diferentes ecosistemas, determinado fundamentalmente por la necesidad de la persona de explotar, transformar u obtener a través de su trabajo los recursos del entorno mediante la extracción directa de la naturaleza o la producción más o menos intensiva de árboles maderables, cultivos y animales para obtener el sustento de las familias (autoconsumo y comercialización de los productos agropecuarios y forestales para percibir ganancias).
En este contexto la comunidad rural (en cuanto entramado de relaciones, espacio de convivencia y trabajo donde el hombre se desarrolla) tiene una influencia determinante en el crecimiento económico de una zona rural.
El sujeto es el que crea y produce las riquezas, es el centro y fin de la economía. El grado de desarrollo de una comunidad rural evidenciado en la capacidad de organización y participación democrática en las decisiones desde lo local hasta lo nacional, de servicios públicos, de formación e información, de enriquecimiento cultural y espiritual, esparcimiento, comunicación con el resto de la sociedad y el mundo, constituyen el corazón y la fuente de la motivación de las personas para trabajar, desplegar sus capacidades y transformar su realidad. A su vez las riquezas que acumulan los actores económicos de la comunidad son el garante del crecimiento del nivel de vida personal y pueden revertirse directa o indirectamente en el desarrollo social si se fomenta en los ciudadanos el sentido del bien común, si existe un entramado sólido de la sociedad civil que canalice los recursos en este sentido y si existe un Estado con voluntad política y estrategias fiscales justas y eficaces que equilibren la distribución de las riquezas.
Mirando la realidad del campo cubano desde dentro.
Adentrándonos en un análisis general de la realidad cubana, el sector rural está sumamente empobrecido, desarticulado socialmente, padeciendo la decadencia económica que reina en Cuba, inmovilizado por un Estado que, lejos de estimular el sector agropecuario y favorecer el desarrollo y autogestión de las comunidades rurales, se comporta como un régimen feudal que a través del monopolio de sus empresas recoge los frutos de los que trabajan y de paso evita la independencia económica de las personas, al unísono impide mediante el control político y la intimidación que las personas alcen la voz y se asocien libremente para revertir esta realidad. La situación de las infraestructuras viales y el transporte público es pésima, no hay acceso a las nuevas tecnologías de comunicación e información, la calidad y las condiciones para la educación y los servicios de salud en el campo son mucho peores que en la ciudad. El analfabetismo cívico, la ausencia de espacios libres de participación e instituciones de la SC limita el empoderamiento del ciudadano para autogestionar sus necesidades y ejercer sus derechos (el entramado de la sociedad civil promovido desde el campo cubano es ínfimo con respecto a las comunidades urbanas).
Existen dos aspectos muy positivos en el campo cubano que constituyen un potencial (en comparación con otros países subdesarrollados) de cara fundamentalmente a los desafíos de un futuro desarrollo económico, estos son el nivel medio de educación (instrucción elemental y técnica) relativamente elevado y el otro es la capacidad emprendedora del cubano y sus motivaciones de prosperidad económica que continúan latentes como una semilla esperando las condiciones propicias para germinar.
El papel del ciudadano y la Sociedad Civil.
Hoy en Cuba el poder político debería posibilitar los cambios estructurales que le permitan a los ciudadanos hacer otros cambios que conduzcan a salir de la crisis generalizada en que nos encontramos. Pero, ¿el gobierno actual de Cuba va a posibilitar en el corto plazo estos cambios? El peor escenario sería que no hubieran en el corto plazo cambios estructurales desde el poder político, entonces ¿qué podemos hacer los cubanos si el gobierno está en contra de la prosperidad y la libertad del ciudadano?¿Qué hacer cuando el poder político procede en contra de la naturaleza y la dignidad humana?
Ante esta disyuntiva, yo pienso que los ciudadanos debemos dejar de buscar las soluciones a los problemas que nos rodean en el discurso de un gobierno que ya perdió su razón de ser, aunque sin abandonar la posibilidad del diálogo o callar ante la injusticia. Dejemos de escapar de nosotros mismos hacia lo intrascendente, tomemos responsabilidad con el pedacito de la realidad que nos rodea y con el bien común. Tenemos el derecho, por ser humanos, de vivir nuestra libertad responsable y de transformar las circunstancias en tanto no laceremos o ataquemos la libertad de otros. Tenemos el derecho, la necesidad social de formar y participar en grupos con los que tengamos afinidad de intereses en los cuales crezcamos como personas y seamos menos vulnerables, logrando así un mayor impacto y reconocimiento en la sociedad.
Este trabajar en común por cambiar la realidad desde nuestra vida civil (quiere decir que no lo decide el gobierno, es independiente de su voluntad), esta existencia de grupos afines donde las personas crecen, reflexionan y actúan para cambiar sus circunstancias, este salir de nuestra individualidad para trabajar desde la dimensión social; en esto consiste básicamente la construcción del tejido de la sociedad civil (SC), y ya hoy existe en Cuba un entramado civil formado por grupos, proyectos, publicaciones, prensa libre alternativa, espacios de formación y reflexión libres, redes de solidaridad, que va fortaleciéndose con cada persona o agrupación que al margen de las posiciones ideológicas deciden hacer algo por el bien de la sociedad cubana de forma independiente a las estructuras del Estado.
En la sociedad rural, los que trabajamos en la actividad agropecuaria nos podemos fortalecer a pesar de las condiciones adversas si encontramos formas de organizarnos, informalmente por el momento, para producir mejor, potenciar los servicios en común para los campesinos, de esta forma abaratar los costos de la producción, abrir espacios donde los miembros de la comunidad rural participen libremente y se fomente la convivencia pacífica, el respeto a la diversidad. Otro aspecto en el que los ciudadanos rurales pueden trabajar es en la creación de espacios sanos para la recreación, fundamentalmente de los jóvenes, el enriquecimiento cultural, la formación cívica y técnica de los agricultores y otras muchas.
Vale acotar que este fortalecimiento de la sociedad civil en el campo no solo es necesaria hoy, sino que es el garante de que los cambios estructurales de orden económico, social y político que se sucederán en Cuba no vayan a degenerar en otros extremos que tampoco son deseables para nuestra patria.
Por ejemplo, cuando Cuba se abra al libre mercado se crearán muchas oportunidades para la prosperidad económica, pero si no contamos con una sociedad civil fuerte, representativa de todos los sectores de la sociedad que regule los desequilibrios que genera el mercado y al gobierno para evitar la corrupción a la vez que directa e indirectamente se encargue de que estén representados en él los intereses de las mayorías y las minorías, entonces serán mucho más inciertos los cambios de cara al futuro y correremos un gran riesgo de caer, aunque con otros matices, en desigualdades fundamentalmente en cuanto a la garantía de la igualdad de derechos y oportunidades para todos.
Hoy en el sector agropecuario las iniciativas de la sociedad civil rural deben enfrentar y buscar alternativas ante la falta de libertades, espacios de participación, la falta de acceso a los medios de producción y la comercialización, la improductividad, la potestad sobre la tierra y la situación de los servicios públicos en las comunidades rurales. Pero no se debe perder de vista desde hoy y hacia el futuro el fin último por el que surge y existe este tejido civil, y es el de garantizar y mejorar la convivencia humana en la sociedad y que cada persona encuentre o cree un espacio donde realizarse y participar en la vida de la nación. Considero fundamental señalar esto, ya que aunque mañana en Cuba se produzca un cambio en el poder político ello no será y no debe ser esencialmente lo que determine el rumbo de la nación, sino la voluntad de los ciudadanos canalizada precisamente a través de ese entramado social y en la medida en que ese tejido de la sociedad civil se fortalezca y diversifique, será la medida en que nuestra nación será más próspera, soberana y democrática y su gobierno servirá mejor a su pueblo.
Si los cubanos no nos preocupamos por promover el entramado social desde nuestras realidades, este país no logrará el anhelado desarrollo y la prosperidad económica que se reviertan en mejorar la vida de la gente y que el presente y el futuro sean menos inciertos.
Juan Pablo Pérez González (San Juan y Martínez, 1980)
Ingeniero Agrónomo. Graduado en la Universidad de Pinar del Río en el 2006.
Trabaja como campesino en la finca de su padre.
Es fundador y responsable del Proyecto rural e independiente “La Isleña”.
Reside en San Juan y Martínez. Pinar del Río.