Religión y Sociedad – El Papa Francisco saluda a Berta Soler, líder de las Damas de Blanco

Una visión más allá del suceso
 
Por Dagoberto Valdés
 
 
El pasado miércoles 8 de mayo de 2013, el Santo Padre Francisco se acercó a la Sra. Berta Soler, líder de las Damas de Blanco de Cuba, para saludarla y darle su bendición.

Una visión más allá del suceso
 
Por Dagoberto Valdés Hernández
 
El Papa Francisco saluda a la Sra. Berta Soler, líder de las Damas de Blanco de Cuba, en la Plaza de San Pedro.
El Papa Francisco saluda a la Sra. Berta Soler, líder de las Damas de Blanco de Cuba, en la Plaza de San Pedro.
 
El pasado miércoles 8 de mayo de 2013, el Santo Padre Francisco se acercó a la Sra. Berta Soler, líder de las Damas de Blanco de Cuba, para saludarla y darle su bendición.
 
El breve pero intenso encuentro transcurrió en la Plaza de San Pedro, en la tradicional Audiencia General que los Sumos Pontífices de la Iglesia Católica celebran cada miércoles para encontrarse con el Pueblo de Dios, dar una catequesis y prodigar a todos su bendición.
 
La vida de la sociedad contemporánea está llena de símbolos. El lenguaje corporal, las imágenes y sobre todo, los gestos, son hoy más elocuentes, sencillos y universales que cualquier discurso. En las religiones en general, y en la Iglesia en particular, un gesto o un símbolo valen más que mil palabras. La semiótica, ciencia del lenguaje y de los signos, es una asignatura pendiente, especialmente en Cuba.
 
Nuestro sistema escolar nos ha instruido en los excesos de las palabras y debemos educarnos en la interpretación de los signos, que son hoy el lenguaje privilegiado de una vida vertiginosa y global. Ese lenguaje está formado por una triada de “señales” o modos de comunicación: los íconos, los índices y los símbolos. Comencemos por este gesto del Papa y, sin exageraciones ni tampoco reduccionismos, tratemos de interpretarlo buscando la comunión entre el símbolo y el discurso, entre la semiótica y la semántica que lo ancla en la realidad circundante.
 
En una Audiencia General, se encuentran dos íconos de desigual tamaño universal pero de gran significación en sus respectivas circunstancias: El Papa en el mundo y una Dama de Blanco especialmente significante para Cuba. Para destacar diáfanamente esta asimetría en la dimensión de los íconos, la Dama expresó, desde el fondo de su humildad: “Este es el punto culminante de mi gira”. Acotemos un índice que precisa: esta Dama simboliza un movimiento cívico, pacífico y humanitario que ha sido galardonado con Premios de reconocimiento mundial como el Premio Sajarov del Parlamento Europeo y el Premio Václav Havel de Derechos Humanos, ambos recibidos en la también significativa gira. Sin embargo, Berta Soler pone este breve encuentro como el más trascendental de su viaje y de su vida. Aquí las palabras esclarecen al símbolo.
 
No importa si el encuentro fue dentro del palacio papal o en una plaza. Lo que cuenta es el contenido. Lo digo por experiencia propia. Tuve el inmerecido honor de encontrarme con el Papa Juan Pablo II cuatro veces, tres de ellas recibido en su Casa y la otra en la Plaza José Martí de La Habana. No sentí ninguna diferencia. Lo que cuenta es el signo, el gesto, la experiencia espiritual. Discriminar el lugar es sencillamente intrascendente. Berta lo sabe.
 
También debemos saber que dado el pastoreo universal de un Papa, sus diálogos son breves y concisos. Por ejemplo, con un jefe de Estado o con el Secretario General de la ONU, o con un cardenal, sus encuentros no duran más de quince o veinte minutos.
 
Los dos o tres minutos que dialogó con Berta Soler fueron más que suficientes. Ella había pedido “uno solo” y el Papa le concedió más de uno. Ella iba vestida de blanco, símbolo de las Damas de Cuba, llevaba un Rosario, signo de su fe católica que expresan cada domingo con su participación en la Misa de cada pueblo, desde el Santuario de El Cobre hasta San Juan y Martínez en Pinar del Río, pasando por la emblemática Santa Rita, templo que ha pasado a la historia reciente de Cuba como otro ícono de las causas imposibles que Dios, y el perseverante empeño de estas Damas, apoyadas por toda la sociedad civil y facilitadas por el Cardenal de La Habana, hicieron posible que los 75 presos políticos de la Primavera de 2003 fueran excarcelados, unos hacia el exilio y otros optaron por quedarse, aunque fuera en un status sin plena libertad real.
 
Llevaba también una bandera de su querida Patria que desplegó en la baranda frente a ella, para que al Papa latinoamericano no le cupiera la menor duda: era una cubana. Así con tres símbolos: el Blanco, el Rosario y la Bandera, quedaba significado su triple amor indisoluble: a Cristo, a la Iglesia toda ella, y a la Patria toda ella. No es mi interpretación, he tenido el honor y la alegría de escucharlo decenas de veces de su propia boca y de los gestos elegantes y claros de sus declaraciones en los momentos más difíciles de su desempeño como líder de las Damas de Blanco.
 
Berta dice que cuando terminó la Audiencia General en la Plaza de San Pedro, el Papa saludó primero a los cardenales y obispos presentes y luego a las personas que estaban en primera fila entre las que se encontraba ella. Le explicó al Santo Padre quiénes eran las Damas de Blanco y le rogó una bendición para el pueblo de Cuba. Así lo describe ella misma: “Cuando llegó a mí, teníamos desplegada la bandera cubana y le dije: Su Santidad, somos las Damas de Blanco de Cuba, familiares de presos políticos. Ayude a Cuba, su bendición para el pueblo de Cuba. Seguiremos rezando por Usted”. Emocionada esperó, como quien escucha a un padre bueno. Ahora lo narra con entrañable emoción: El Papa nos dio su bendición y nos dijo: “Sigan adelante”.
 
La fotografía habla por mil discursos: Cercanía, sonrisa papal y devoción de la Dama. Las cuatro manos juntas, entrecruzadas. La Bandera al pie y el sol radiante en el rostro de Berta que le habla al Papa mirándole fijo a los ojos. Este la escucha mirándola y sonriendo. El blanco del Papa, el de las Damas de Cuba y el de las franjas de la bandera se encuentran en espiritual comunión de esperanzas.
 
Aprendamos de esta mujer valiente y cívica, que pone a Cuba por encima de las divergencias de los cubanos que, como todos los seres humanos, y gracias a Dios, somos diversos y pensamos diferente. Eso no impide, ni deberá impedir, que todos participemos en la ideación y edificación del porvenir venturoso de la Patria. Somos un único pueblo plural y diverso. Pero tenemos un mismo camino de amor a la Patria y en la búsqueda de su libertad y felicidad. Ella ha dicho: “Ha sido muy lindo. Este es el punto culminante de mi gira. Llevo a Cuba la bendición del Papa Francisco, es algo muy grande que el pueblo de Cuba necesita.”
 
Y aprendamos también del Papa que bendice y se encuentra con todos, buscando la verdad, la justicia y la convivencia entre todos los hijos de un noble pueblo, destacando sobre todo lo que nos une, buscando confluencias, creando puentes de fraternidad, sin excluir a nadie. Invitando a todos a seguir adelante en la búsqueda de convergencias y concertaciones. Por eso uno de los nombres que se da a los Papas es el de “Pontífice” que significa “artífice de puentes”.
 
Eso debemos hacer todos sus hijos y todos los cubanos. Todos pontífices de la Nación y de su futuro. Que así sea.  
 
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Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955)
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004,
“Tolerancia Plus” 2007 y A la perseverancia “Nuestra Voz 2011”.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
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