Esta semana se están cumpliendo los 235 años del nacimiento del primer pilar fundacional de la nación cubana: el Padre Félix Varela y Morales (La Habana, 1788-San Agustín, Florida, 1853). Varela puede ser considerado el Padre de la Cultura y de la Nación cubana.
Varela, junto con Martí, forma las dos columnas sobre las que se debe sostener la República de Cuba.
Los desastres que ha sufrido nuestra historia son, en el fondo, sobre todo, por olvidar, negar o traicionar el Proyecto de Nación de Varela y Martí.
El primer fallo raigal ha sido el que, por mucho tiempo, no hemos educado a las nuevas generaciones a pensar con cabeza propia y en cubano, primer legado de Varela.
Simular, improvisar, no prever, mentir, hablar y actuar sin pensar, nos ha convertido en una masa ovejuna que ha sido más fácil de manipular y oprimir.
El segundo fallo ha sido la falta de una formación ética y cívica que ha causado un profundo analfabetismo moral y social. Por ello la mayoría de los cubanos consideran a la política y al activismo cívico como algo sucio y raro. Por eso los cubanos hacemos dejación de nuestros deberes y derechos ciudadanos y por eso nos equivocamos tanto, por no pensar primero.
El tercer fallo, también de graves consecuencias, es la separación de la ciencia y de la conciencia. En efecto, el materialismo y el ateísmo han desterrado al alma y a la conciencia de la mayoría de los cubanos de la ciencia, del saber en general, de los estudios, de las investigaciones, de las universidades y del actuar de muchos cubanos. La falta de conciencia moral, es decir de la eticidad, de los valores, de los principios y virtudes, del saber, del sentir y del actuar humanos, crea un pueblo desalmado. Hay que recordar aquel poema de Dulce María Loynaz: “el que no ponga el alma de raíz, se seca”.
Al Padre Varela hay que dejarlo ser él mismo. Tal como lo reconoció Martí: Varela es al mismo tiempo: “patriota entero” y “santo cubano”. Otro de los males que han aquejado a la figura de este Padre Fundador es la manipulación o la amputación de alguna o varias de las ricas facetas que conformaron su virtuosa vida de 65 años. Todas sus facetas y carismas deben ir juntos.
No se debe reducir a un patriota escondiendo su condición de sacerdote católico. Varela no se debe reducir a ser el primer independentista y esconder su servicio eclesial en La Habana, en Nueva York y en Filadelfia.
No se debe reducir su labor magisterial y científica, introduciendo en Cuba los primeros laboratorios de física y química. No se deben olvidar su pensamiento y textos filosóficos y sus Cartas a Elpidio, primera y eminente obra de la eticidad cubana.
Varela no se puede reducir a ser solo el fundador de la Nación cubana destacando que es paradigma cívico de todos los cubanos y ocultar o entorpecer la Causa de su Canonización para ponerlo como ejemplo de santidad para toda la Iglesia Universal; abriendo sus enseñanzas y culto a todo el mundo, más allá de nuestras fronteras.
Que esta memoria de su natalicio nos anime a reflexionar en estos fallos históricos para no volver a caer en ellos y para que, de una vez por todas, Cuba sea fiel a sus raíces y afinque su futuro sobre las únicas bases que le son propias y genuinas: Varela y Martí, junto a las demás insignes figuras del siglo XIX cubano donde están nuestras auténticas raíces.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.