EL MITO DE LAS MASAS

Lunes de Dagoberto

He escuchado en estos días, después del primero de mayo, a personas que expresan su decepción por aquello de que “van muchas personas a marchar estando la situación tan crítica, sin tener que comer, ni agua, ni corriente, ni medicamentos…”. Visto así puede ser desalentador, yo prefiero mirar a la profundidad del hecho para que no nos penetre un mensaje ilusorio.

Comencemos diciendo que en los países donde se ha impuesto un régimen totalitario, es decir, que controla todas las instituciones, los centros de trabajo, las escuelas, y hasta la vida misma de los ciudadanos, hay creados unos mecanismos de presión, de chantaje, que no solo coaccionan a una gran parte de la población, sino que las amenaza con perder el trabajo y con perder la carrera universitaria o posiciones ventajosas en la sociedad. Es verdad que lo ideal sería no ceder al chantaje, no doblegarse ante las presiones, pero no todo el mundo tiene vocación de mártir civil o incruento.

Sin embargo, también es verdad que, para el nivel de control total sobre los centros de trabajo, estudio, instituciones burocráticas, barrios y personas, el porciento de los que van a desfilar es mucho menor que la población activa y consciente. Solo se necesitaría, para darnos cuenta de la proporción mínima, calcular el total de la población cubana y la cantidad de personas que desfilan, incluso teniendo en cuenta las abultadas cifras oficiales.

Solo un ejemplo: la población de La Habana oficialmente es de dos millones, 156 mil, 350 habitantes, según estimado de 2024, y según cifras oficiales desfilaron unos 600 mil habaneros, lo que significaría solo el 27,8% de la población de la capital, siempre considerando que los cálculos de participantes son los del régimen. No llega ni a un tercio de los habitantes de La Habana. Si eso fuera un referendo libre, evidentemente se podría considerar que ni la mitad de la población, ni siquiera la tercera parte, apoya al sistema. Pero estos son solo cálculos aritméticos aproximados y difusos. Otra cosa sería medir la opinión del pueblo cubano en cada cola, en cada esquina, en cada apagón, en cada hospital de Cuba. Todos sabemos cuál sería el resultado.

El mito de las masas

Profundizando en el análisis, podríamos considerar otra forma de abordar este fenómeno de los desfiles que tanto desánimo y frustración produce. Se trata de uno de los mitos más alimentados por el régimen: el mito de las masas.

Comencemos por recordar lo que significa la palabra “mito”. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE), mito es una: “Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Historia ficticia que encarna algún aspecto universal de la condición humana”. Y la RAE fija como sinónimos de mito: fábula, leyenda, ficción, quimera, invención, cuento”. El Diccionario digital de Conceptos define que “Un mito es un relato tradicional, sagrado, dotado de carácter simbólico, que narra como si fueran reales, acontecimientos extraordinarios y trascendentes”.

En este sentido podemos afirmar que las revoluciones, en todos los tiempos y geografías, han construidos sus propios mitos. Uno de ellos es “el mito de las masas” que es el relato ficticio y fuera del tiempo histórico, que narra como si fuera real que las masas tienen pensamiento y voluntad propios, y son las que protagonizan acontecimientos extraordinarios y heroicos.

La historia y la experiencia de muchos pueblos demuestran que esto no es más que un mito, un relato construido para apoyar el protagonismo y el poder de un pequeño grupo. Podemos poner algunos ejemplos:

Las masas enardecidas que recibieron a Jesucristo en su entrada en Jerusalén aquel primer Domingo de Ramos fueron las mismas que al viernes siguiente vociferaban: crucifícalo, crucifícalo. Mientras que la verdadera trama la tejían las autoridades civiles y religiosas usando a las masas como presión y apoyo. Las masas sin criterio y sin voluntad propia son las mismas que un día apoyan a Cristo y otro día apoyan a Pilato. El mismo Jesús lamenta la vaciedad y lo variable de su pueblo cuando dice: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como junta la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! ¡Miren cuán desolada queda la casa de ustedes!” (Mateo 23, 37-38).

Una de las enseñanzas de este pasaje para Cuba hoy es que: con las masas no se construye la unidad de los pueblos. Es educando sus conciencias, enseñándoles a pensar y construyendo consensos de mínimos en la pluralidad, cómo se puede alcanzar la unidad respetando la diversidad de roles de la sociedad civil.

Otro ejemplo, más reciente: En los últimos momentos antes de la caída del régimen de Nicolae Ceausescu en Rumanía, todos recordamos las imágenes de aquella plaza en la que la masa, veleidosa y tornadiza, se congregaba para aplaudirlo. Dios quiera que en Cuba no suceda ni como en Jerusalén ni como en Rumanía, porque la actitud de las masas ha sido históricamente voluble. Masa no es pueblo. Masa no es comunidad. La nación es la comunidad de personas libres y responsables. Eso queremos que sea Cuba: una nación libre y soberana, unida en la diversidad.

La opinión pública

Por mucho que la propaganda repita hasta la saciedad que la situación es otra, todos los que vivimos en Cuba sabemos cuál es la realidad. Por mucho que organicen desfiles y actos de masas, todos los cubanos, incluidos los que van al desfile y los que lo organizan, sabemos perfectamente cómo está la situación en Cuba y en qué etapa terminal está la crisis sistémica en que vivimos o sobrevivimos. La masa es a la propaganda lo que la opinión pública es a la realidad. Masa y propaganda son volubles y cambian en un día. La opinión pública y la realidad son tozudas y llevan tiempo y trabajo perseverante para cambiarlas.

No en vano respondió el Padre Félix Varela a esa pregunta que desanima y paraliza: “…a los que siempre andan diciendo: ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Es preciso ponérselo? …Fórmese la opinión y basta… y perciba todo el mundo que los ánimos están de acuerdo y entonces… ¡Gato escaldado, del agua fría huye!” (Varela, F. “El Habanero” II, 239).

En Cuba hoy, todo el mundo percibe la realidad que estamos viviendo. Los ánimos de los cubanos de hoy no están para creer en mitos sino para transformar las realidades.

Los mitos caen cuando la realidad se impone. Y cuando los mitos caen, los ánimos se levantan.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
  • Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
  • Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
  • Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
  • Reside en Pinar del Río.
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