En esa pequeña joya de nuestra ensayística contemporánea que es El libro perdido de los origenistas (2004), Antonio José Ponte interpreta la metáfora del libro perdido en la historia de la cultura cubana como un signo esencial. La pérdida, la ausencia, el vacío, la borradura constituyen para Ponte verdaderos episodios nacionales.
En su hermenéutica de las ausencias, el ensayista alude a los libros perdidos en la obra de Lezama Lima y de Eliseo Diego (recordemos que en Opiano Licario se pierde La súmula y en Noticias de la Quimera se pierde el Libro de las profecías); repara en detalles extraviados en la papelería de nuestro archivo literario, como la página faltante en el último diario de Martí; se refiere a ciertas y significativas borraduras, como la del encabezamiento de la carta de Eliseo Diego a Carlos M. Luis cuando en los años sesenta el poeta soñó con la posibilidad de reunir a los origenistas (nos informa Ponte que, en el encabezamiento de la carta, Diego dibuja un círculo y pone una inscripción: Tabula Redonda, siendo que en la única edición del documento el círculo aparece en blanco); y apunta para la pérdida histórica como referente esencial en la poética de Orígenes. Los origenistas hablan de lo histórico cubano como de un cuerpo hurtado, nos dice Ponte, destacando el sentido de la pérdida cuando Cintio Vitier en Lo cubano en la poesía (1958) se pregunta dónde están, aunque estén derruidos, los muros de nuestra fundación.[1] Todos esos textos, que figuran el vacío o que escriben sobre el vacío, llenan páginas, comienzan a ocupar el vacío de que hablan, nos advierte el ensayista.
Hoy quiero hablar de uno de esos vacíos, no exactamente de un libro perdido, sino de un libro que nunca fue concebido como tal por su autor, pero que curiosamente tiene un espacio importante en nuestra historia literaria. Me refiero a Flores del Destierro, la colección de textos poéticos de José Martí que Gonzalo de Quesada y Miranda, continuando la obra de su padre, Gonzalo de Quesada y Aróstegui, organizara y publicara en 1933 en el Volumen XVI de Obras de Martí.
Sabemos que Martí no compuso ningún libro titulado Flores del destierro. El propio Gonzalo de Quesada lo aclara en su introducción, no obstante se trata de una colección poética que ha tenido una crítica, que apareció en varias ediciones de las Obras Completas de José Martí y que siempre moviliza la atención por su curiosa génesis y destino editorial. En ese sentido es que digo que el vacío que dibuja ese libro llena una página importante en la historia literaria cubana que merece ser estudiado en toda su dimensión aporética. Dilemas editoriales son también parte de una historia de la literatura.
Si acompañamos los criterios que en 1985 ofrecen Cintio Vitier, Fina García Marruz y Emilio de Armas en su edición crítica Poesía Completa, es clara la inexistencia de Flores del destierro como libro concebido por Martí. Su primer argumento es el testimonio del propio escritor en su carta testamento-literario a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, fechada en Montecristi el 1ro de abril de 1895, donde queda claro que su obra en verso está constituida por tres núcleos poéticos: Ismaelillo, Versos sencillos y Versos libres. Los dos primeros libros fueron publicados en vida del poeta y el tercero quedó sin organización en la papelería martiana. Es la razón por la que, en dicha carta testamento, Martí le dice a Quesada: “Y de versos podría hacer otro volumen: IsmaeliIlo, Versos Sencillos, y lo más cuidado o significativo de unos Versos Libres, que tiene Carmita. No me lo mezcle a otras formas borrosas, y menos características” (Martí, 2011, p. 477).
Conforme argumentan Cintio Vitier, Fina García Marruz y Emilio de Armas, ni en el prólogo a los Versos Sencillos ni en la carta testamento-literario a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, únicos textos en que Martí mencionó sus libros o proyectos poéticos, el poeta se refirió a la existencia de Flores del destierro.
Otro argumento sólido del trio de editores es que la propia frase que titula la colección no figura como título en ningún original de Martí, ni puede decirse que el prólogo haya sido escrito para una colección como esa. El propio Gonzalo de Quesada y Miranda, al presentar la primera edición de Flores del destierro (versos inéditos) en 1933, como volumen XVI de las Obras de Martí iniciadas por su padre, no esconde lo dudoso de esta compilación al escribir en la Introducción: “No es del todo caprichoso tampoco el título puesto a esta recopilación de versos inéditos de Martí; corresponde a la bella exclamación final de lo que debía ser, sin duda, exordio a un libro suyo de poesías” (p. 6). Y añade, revelando claramente como el libro surge del hallazgo de un prólogo sin libro:
Hallándolo [el prólogo], entre la papelería del Maestro, me pareció tan admirable y apropiado, tan revelador de la manera en que nacían sus más íntimos versos, que no he vacilado en darles con ello su mejor presentación, aunque no puede afirmarse, desde luego, que todas estas composiciones inéditas habían de pertenecer a aquel “ramo de rosas” (p. 7).
O sea que había en la papelería de Martí un prólogo sin libro y Gonzalo de Quesada se encargó de “hacer” un libro para tan hermoso prólogo. Para tales fines, el editor copió textos de diversos cuadernos y de hojas sueltas, formando un libro con textos que nunca fueron pensados para estar integrados en un volumen. Véase en ese sentido el apéndice al tomo 43 de las Obras Completas de Martí, publicadas por la Editorial Trópico en 1942, donde Quesada y Miranda confirma:
La mayoría de los versos agrupados y publicados, por mí, en 1933, bajo el título Flores del destierro, se encuentran en cuatro cuadernos de apuntes de Martí y en hojas dispersas, habiendo sido sumamente difícil establecer su orden exacto, por lo que se intentó realizarlo lo mejor posible, trascribiéndolos en el orden en que se encontraban en los ya citados cuadernos, y dejando para lo último los que se encontraban en hojas sueltas, y parecían corresponder a esa recopilación (1942, p. 205).
Después de las ediciones de 1933 y de 1942, la idea de la existencia del libro se reproduce en las Obras completas publicadas por la Editorial Nacional de Cuba, en 1963, una edición que deja la impresión en los lectores de la existencia real de un libro compuesto por Martí pues incluye en el índice el título Flores del destierro sin otros comentarios en torno a su génesis. También las ediciones de las Obras Completas de 1975 (Editorial Ciencias Sociales) y su reimpresión de 1992 incluyen Flores del destierro.
Ya en la Poesía completa de José Martí que editan Cintio Vitier, Fina García Marruz y Emilio de Armas, como he dicho antes, se abandona el orden que se ofreció en 1933 a las llamadas Flores del destierro. Los tres editores realizaron lo que puede considerarse la edición definitiva de la poesía de Martí sobre la base de un bien sustentado entramado conceptual y un valioso sistema de notas.
Este trabajo es retomado por la Edición Crítica del Centro de Estudios Martianos de 2016, que no incluye el libro cómo tal en su índice. En la Nota Editorial de los tres tomos dedicados a la poesía de Martí (14, 15 y 16) se explica detalladamente el trabajo de investigación que conllevó a la organización cronológica del material no publicado en vida de Martí y la remisión de los poemas de Flores del destierro a sus fuentes originarias.
Este libro que Martí no organiza, pero que tiene existencia gracias al trabajo de Gonzalo de Quesada hijo con la papelería martiana, reúne un trabajo poético que, en mi opinión, merece un estudio más atento por parte de la crítica y la historiografía literaria cubanas. Su génesis y posterior destino editorial lo convierten en un raro literario, y los raros tienen un valor singular en toda historia de la literatura.
Se trata de una colección de 48 poemas [2], presumiblemente escritos entre los años ochenta y noventa, contemporáneos a muchos de los textos incluídos en la edición de 1933 de Versos Libres [3], con un estilo y una composición muy singular, si se les compara con Ismaelillo y Versos Sencillos, que evidencian un movimiento en la poesía martiana en franco distanciamiento de la estética modernista y que en muchos sentidos anuncian el proceso de modernización de las letras hispanoamericanas en el siglo XX.
La fragmentación y la irregularidad son constitutivas del poemario. Algunos críticos consideran que ese aspecto fragmentario y desigual del libro tal vez responda a la propia metodología de organización seguida por el editor. No obstante, es posible reconocer en él temas, motivos, procedimientos y hasta ciertas claves de una concepción poemática que, habiendo tenido desarrollo en la obra anterior de José Martí, alcanzan aquí extraordinarios niveles de realización. Al mismo tiempo, como dije antes, se evidencia un claro movimiento del lenguaje poético martiano que anuncia otros caminos.
Hay tres grandes núcleos conceptuales que atraviesan la obra martiana y que a mi modo de ver alcanzan consagración en estos poemas: dualismo, analogía y trascendencia.
La visión dualista del mundo, que reconoce la coexistencia de dos realidades contrarias en eterno conflicto e irreductibles entre sí, pero necesarias para el equilibro del mundo (el espíritu y la materia, el cuerpo y el alma, el bien y el mal) circula en toda la colección, incluyendo ahora a la propia literatura. Véase en ese sentido como la relación dolor/creación aparece en Flores del Destierro. La creación poética como resultado del dolor, pero también como su alivio es un tópico que está en la poesía temprana de Martí, se va consolidando en toda su obra y llega a ser clave en los poemas reunidos en Flores del destierro. El poder fortificante del dolor es entendido como punto de partida para llegar a la verdad, para develar la esencia del ser, proceso que para Martí es equivalente al de la creación. El dolor también abriga las posibilidades de lo secreto y lo elevado, incluyendo en esta dimensión al propio verso. No debe desconsiderarse en la lectura de estos textos reunidos en Flores del Destierro el contexto biográfico en que se producen, el de un Martí angustiado, trabado entre los deberes patrios y los deberes personales, entre la dimensión práctica e intelectual de su proyecto revolucionario.
Ya la dimensión analógica en la concepción poética de José Martí es un tema que ha sido suficientemente estudiado por la crítica, inclusive, Caridad Atencio (2005) en su excelente capítulo IV de Génesis de la poesía en Martí estudia la dimensión analógica en la producción poética no publicada en vida de José Martí, siendo que de los dieciséis poemas que analiza, doce integraron la edición de 1933 de Flores del Destierro. Revisitando Octavio Paz y su noción de analogía, Atencio explica como Martí reconoce en esta el principio de armonía universal, el transcurso incontenible, la interconexión de todo. A través de la analogía el poeta ve en el poema la interrelación entre vida y muerte, percibe el vínculo entre los objetos y las almas y siente la conexión entre los elementos naturales y los humanos. En ¡Vivir en sí, que espanto! (p. 50), por ejemplo, se entroniza el afán analógico como goce integrador. Apreciamos en ese texto la conexión, el intercambio y la armonía con la naturaleza; sus versos nos comunican el poder reconfortante de la naturaleza, cuyo fluir incesante y armónico le permite al hombre reemprender el camino hacia la contemplación de la analogía. La naturaleza, en cuanto comunidad perfecta de vida, se lanza como modelo de existencia para el hombre.
Por su parte, el trascendentalismo martiano, también ya bastante estudiado por la crítica, reconoce la permanente batalla del hombre entre la libertad del espíritu que lo eleva y las amarras del cuerpo que le impiden el ascenso a realidades plenas del infinito universo. En Flores del destierro, Martí retoma la imagen de la prisión del alma en el cuerpo. La ascensión y el vuelo frustrados aparecen con recurrencia en el libro, asociados ambos a este tópico de la trascendencia del espíritu y la inmanencia de la carne. En Hala hala, por ejemplo, nos dice:
Ya sé que vas sangrando y malherida
Y a cada gota de tu sangre brota
Una cruz de jacinto florecida.
Ya sé que a cada noche alzas el vuelo
A las estrellas y que bajas de ellas
Con un dolor tan grande como el cielo (p. 31).
Esos tres núcleos conceptuales, dualismo, analogía y trascendencia, se articulan entre sí, generando una permanente relación de tensión y complementariedad de opuestos en el libro (aquí una clave importante para la comprensión de la dialéctica martiana).
El trabajo que Martí desarrolla con opuestos complementarios está en los temas (juegos antitéticos circulan en todo el libro: vida y muerte, dolor y creación, el poeta y el hombre, el hombre y la naturaleza), en los procedimientos de composición (estructura y distribución de las estrofas, por ejemplo) y en el nivel estilístico, de hecho, la antítesis deviene una figura retórica privilegiada en el libro. Pero también está en el permanente forcejeo entre forma y expresión: un contenido grave en una estrofa breve. Véase por ejemplo Monte abajo (p. 87), un poema que tematiza lo difícil de una existencia singular, de una vida original, comparando el ferrocarril, con la vida humana. Se emplea aquí lo que Caridad Atencio llama de símil expandido, particularizando en las esencias de la mole, para bien al final, en tres versos, resumir la comparación con la vida humana.
Me interesaría destacar a continuación como en Flores del destierro esos tres núcleos conceptuales se desdoblan en variaciones temáticas. Para cumplir con el tiempo que me fue concedido voy a circunscribirme a tres: la escritura, el amor y el dolor.
Hay una zona metapoética en la colección, expresiva de la preocupación martiana por el acto de la escritura, su función y su sentido. En un texto como Pues a vivir venimos (p. 83) vemos la vida presentarse como lucha y ascensión, siendo la poesía el vehículo y la posibilidad de trascendencia del espíritu humano. En esa línea, Martí apela a la capacidad veedora y profética del poeta. Fuera del mundo (p. 33) también centraliza el tema de la escritura, ahora desde un tono confesional, con evidentes resonancias éticas y apelando a un trabajo con la palabra poética que tal pareciese que leemos “notas de imágenes tomadas al vuelo” (p. 13), expresión que tomo del prólogo de Martí al volumen.
Otro texto que tematiza el propio proceso creativo es La noche es propicia (p. 20). Aquí, la noche, amiga del verso, remite a la oscuridad favorecedora de la creatividad, al silencio que eleva y a la soledad purificadora. La noche, que hace dormir el pensamiento y concede alas al corazón, propicia la divinidad de la poesía. Las huellas de San Juan de la Cruz son evidentes en este poema, mostrando los profundos vínculos del poeta con lo mejor de la tradición poética de lengua española, sin descontar que también están las huellas de los poetas trascendentalistas norteamericanos, lo que evidencia la productiva asimilación de otras tradiciones que ensanchan su acervo poético.
También abundan en el libro textos que se adentran en la definición de la naturaleza de la poesía o que llegan, inclusive, a hacer valoraciones de la poesía contemporánea a Martí, definiendo su poética. El poeta marca distancia de cierta artificiosidad modernista y declara su preferencia por el mundo natural. Véase en ese sentido, el poema que abre la colección Contra el verso retórico y ornado (p. 15):
Contra el verso retórico y ornado
el verso natural. Acá un torrente,
aquí una piedra seca. Allá un dorado
pájaro, que en las ramas verdes brilla
como una marañuela entre esmeraldas.
Dos excelentes sonetos precisan mencionarse cuando hablo de esta zona de apego metatextual en el libro: Quieren, oh mi dolor (p. 78) y Tienes el don (p. 76). En el primero vemos el rechazo del poeta a cierta norma poética que huye de lo natural en favor del ornamento y la artificiosidad: Quieren; oh mi dolor! que a tu hermosura / De su ornamento natural despoje, / Que el Árbol pode, que la flor deshoje, / Que haga al manto viril broche y cintura (p. 78), habiendo en esa formulación una declaración implícita de su propia poética. El segundo es un texto de autoreferencialidad evidente, donde vuelve la preocupación ética por la escritura. Aquí Martí manifiesta su fe en el arte, en su capacidad transformadora y en sus posibilidades de mejoramiento humano.
Este tema de la escritura no se desentiende del tema del dolor, como he dicho antes. En muchos momentos del libro se expone esta experiencia humana, mostrando el verso como fruto del dolor y al mismo tiempo como su única vía de superación. Ese entendimiento de la creación como sufrimiento y salvación lo encontramos en poemas como Pues a vivir venimos (p. 83), Cual de incensario roto (p. 22), Quieren, oh mi dolor (p. 78) o en Tienes el don (p. 76). El dolor también será central cuando asociado al tema del destierro, véase en ese sentido Domingo triste (p. 28), o al tema de la ciudad moderna, un motivo típicamente moderno que sabemos central en la crónica martiana y que tiene hermosos momentos en los Versos Libres, veamos en esa línea un poema como Envilece, devora (p. 44). Y finalmente, el dolor está también asociado al amor a la mujer, pensado como clave sublime para la ascensión al amor pleno y verdadero.
Para Martí, el amor da sentido a la vida y permite dominar la muerte, siendo que en varios poemas, este encuentra su equivalente en el verso. Un ejemplo elocuente es Obra y Amor, donde el poeta nos dice: “La obra—delante, y el amor—adentro” (p. 82). Aquí la obra poética y el amor se equivalen: la escritura es acto amoroso y el amor es acto poético, siendo ambos un vehículo poderoso de superación de la muerte.
Estilísticamente, el libro tiene zonas que mucho recuerdan el tono de los Versos Libres, sus giros estilísticos, su grandilocuencia, su alambicada subordinación, sus ricos hipérbatos que complejizan la sintaxis, sus encabalgamientos. Tiene también zonas de tributo a lo mejor de la poesía hispánica: ecos de San Juan de la Cruz, diálogos con Jorge Manrique, proximidades con Bécquer. Tampoco esconde sus aproximaciones a Baudelaire o a Whitman. Pero tiene una zona, acaso la más original, donde reconocemos que Martí emprendía otros vuelos, hacia una poesía de extraordinaria plasticidad en el plano expresivo, de premeditada densidad imagética, cada vez más depurada y objetiva.
No cabe dudas de que los poemas reunidos en Flores del destierro muestran la plena madurez creativa del poeta. En la aludida carta-testamento de Martí a su dilecto alumno Gonzalo de Quesada, Martí le advierte que su papelería inédita es copiosa y se encuentra bastante desordenada. Aun así le encarga organizar los Versos Libres, le pide no confundirlos con “otras formas borrosas y menos características”, le advierte que no publique nada de lo escrito antes del Ismaelillo (que Martí ve sin valor) y le confirma que lo escrito después, todo tiene valor. Luego, más adelante, le dice: “Entre en la selva y no cargue con rama que no tenga fruto” (2011, p. 478). En mi opinión, el editor de Flores del destierro entró en la selva y cargó con las mejores ramas que encontró.
Me pregunto si con los elementos aquí presentados merece desconsiderar la significación de ese raro literario que es Flores del destierro. Urge que nuestra historiografía literaria sintonice con las grandes trasformaciones que la historiografía literaria vivió después de los impactos de la escuela de los Anales. Es preciso salir de la sacralización del libro y la edición para pensar procesos y segmentos histórico-literarios, volver la mirada para los procesos de escritura, para las redes intelectuales que configuran épocas, poéticas o estilos, para los raros literarios, para los vínculos afectivos que tanto inciden en los procesos de producción literaria, para los múltiples y dinámicos vectores que se cruzan a la hora de pensar un proceso literario. Desde esa perspectiva, Flores del destierro tendrá mucho para decirnos.
Referencias
- Atencio, Caridad. Génesis de la poesía en Martí. San José: EUNED/CEM, 2005.
- Martí, José. Obras Vol. XVI. Ed. Gonzalo de Quesada y Miranda. Flores del destierro (versos inéditos). La Habana, Imprenta Molina y Cía, 1933.
- Obras completas. La Habana: Editorial Trópico, 1942
- Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba, 1963.
- Poesía Completa. Ed. Cintio Vitier; Fina García Marruz; Emilio de Armas. (Edición crítica). La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1985.
- Carta a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, Montecristi, 1ro. de abril de 1895. En: Obras completas, Vol. 20, La Habana: Centro de Estudios Martianos, 2011, p. 476-480.
- Obras Completas (Ed. Crítica). La Habana: Centro de Estudios Martianos, 2016.
- Ponte, Antonio José. El libro perdido de los origenistas. Sevilla: Ed. Renacimiento, 2004.
[1] Merece recordar que la ausencia es también un motivo central en otros libros de Ponte: la pérdida del abrigo de Martí en El abrigo de aire, la ausencia de alimentos en la Habana de los noventa en Las comidas profundas y la fiesta ausente que vuelve en La fiesta vigilada.
[2] Estaré siempre refiriéndome a la edición de 1933.
[3] De hecho, ediciones posteriores de Versos Libres incluyen poemas que aparecieron en la edición de 1933 de Flores del Destierro. Me refiero a poemas como Contra el verso retórico y ornado; La noche es la propicia; Dos patrias; Envilece, devora; Bien, yo respeto; Siempre que hundo la mente en libros graves, entre otros.
- Elena Palmero González (Santa Clara, 1960).
- Profesora Titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Federal de Río de Janeiro. Fue profesora en la UCLV (Cuba) de 1983 a 1999, fecha en que se trasladó a vivir a Brasil, ejerciendo la docencia en la Universidad Federal de Río Grande (1999-2009) y en la UFRJ (2009- hasta hoy). Es Doctora en Ciencias Filológicas por la UCLV (Cuba, 1997) y realizó estancias de investigación postdoctoral en Paris IV-Sorbonne (Francia, 2007), en la Universidade de São Paulo (Brasil, 2016) y en Yale University (EU, 2017). Actúa como investigadora y docente en las líneas de la literatura comparada y la historia de la literatura, con énfasis en la literatura cubana y en las relaciones literarias interamericanas. Autora de varios libros, capítulos de libros y numerosos artículos académicos, publicados en revistas especializadas de Cuba, México, Brasil, Argentina, Uruguay, Canadá, España y Francia. Es editora de la revista Alea. Estudios Neolatinos.