EL HUMANISMO SOBRE LAS IDEOLOGÍAS

Lunes de Dagoberto

Con demasiada frecuencia las diferentes ideologías dividen a los hombres, le ponen etiquetas a izquierda y derecha, enfrentan a grupos de la sociedad civil. No se considera a las personas por sus valores y virtudes humanas, sino por el “bando” ideológico en el que es encasillado, o en que él mismo se atrinchera. En el caso de Cuba, el Estado, además de clasificar a las personas por su ideología, impone una sola de ellas: el socialismo dizque marxista-leninista que ha sido convertido en una especie de religión oficial obligatoria e irreversible, según el artículo 4 de la Constitución de 2019.

Debemos discernir nítidamente los contenidos que tiene la palabra ideología. Por un lado, ideología es un conjunto de ideas que se da a sí mismo una persona al hacer uso de su facultad de pensar. El Padre Félix Varela, a quien se reconoce como “el primero que nos enseñó en pensar”, nos dice:

“Si conducimos al hombre, por decirlo así, desde la cuna, con unos pasos fundados en la naturaleza, enseñándole a combinar sus ideas, y apreciarlas según los grados de exactitud que ellas tengan, le veremos formar un plan científico el más luminoso, una prudencia práctica la más ventajosa a la sociedad. Pero si por el contrario le abandonamos en manos del pueblo ignorante, y dejamos que sus ideas tomen el giro que el capricho ha querido prescribirlas, entonces la preocupación será el fruto de su desarreglo, la inexactitud el distintivo de sus pasos, la fiereza el impulso de sus operaciones. Le veremos adquirir un conjunto informe de ideas que llamará ciencias; pero su espíritu estará envuelto en tinieblas tanto más densas e incapaces de disiparse, cuanto menos pueda penetrar a lo interior de esta mansión lóbrega de abstracción, vagos sistemas, inexactas nomenclaturas y conocimientos adocenados, la luz benéfica de la verdadera filosofía.” (“Demostración de la influencia de la ideología en la sociedad, y medios de rectificar este ramo”. Discurso de admisión en la Sociedad Patriótica de La Habana. 7 julio 1817).

Por otra parte, cuando las ideologías dejan de ser ese libre conjunto de ideas que toda persona tiene derecho a tener y expresar, y son convertidas por un grupo, proyecto, partido o religión, en la única ideología que se puede tener, expresar y difundir, llegando incluso a convertirla en la ideología oficial excluyente de todas las demás, entonces la ideología obligatoria se convierte en una “religión secular”. Es decir, en un conjunto de dogmas que suplantan el lugar que las creencias religiosas ocupan en la vida de los que tienen fe.

Raymon Aron, filósofo y politólogo francés, referiéndose al totalitarismo comunista, utiliza el término “religión secular” para identificar el proceso de sacralización de las ideologías cuando construyen un sistema imponiendo su propia ética, valores, símbolos, mitos, rituales, arquetipos y hasta con un calendario litúrgico nacional que sustituye las celebraciones religiosas por las fechas del totalitarismo. El también sociólogo francés expresa: “El marxismo es un elemento esencial del opio de los intelectuales porque su doctrina de la inevitabilidad histórica lo aisla de poder ser rectificado por algo tan trivial como la realidad de los hechos.”

Toda ideología que intente ser impuesta por la ley o por la fuerza al resto de la sociedad, termina en el fracaso de las dictaduras, aún más en el desastre de los totalitarismos y los populismos. Entonces, es importante identificar cuál o cuáles serían los principios que puedan cohesionar la convivencia social y al mismo tiempo respetar la soberanía y los derechos ciudadanos.

Considero que la suprema dignidad de la persona humana por encima de toda ideología y de todo sistema económico, político y social, podría y debería ser el principal fundamento sobre el que se construya el edificio de la sociedad en un Estado de Derecho. Juntamente con la primacía de la persona humana debe ir, inseparablemente unido, el segundo principio cohesionador: la búsqueda entre todos del bien común, que no es más que la creación de las condiciones económicas, sociales, políticas, culturales y religiosas, que le permitan a la persona elegir su propio proyecto de vida digno, su vocación y su desempeño en la sociedad en la que vive sin tener que emigrar, y la realización de su felicidad en cuanto sea posible en esta vida.

La conjunción de los dos principios martianos: “el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre” y de la búsqueda del bien común mediante “la fórmula del amor triunfante: con todos y para el bien de todos”, son los principales fundamentos filosófico-antropológicos para un proyecto de humanismo cubano en parte coincidente y precedente del personalismo comunitario de Enmanuel Mounier y otros autores.

Este humanismo es también coherente con la visión del Padre Varela cuando en el mismo discurso citado al principio de esta columna, expresa claramente que: “Es por tanto absolutamente necesario que observemos al hombre y sus relaciones, para encontrar los fundamentos de la ideología.” Y el mismo Varela da la clave para usar bien las ideologías: “Los fundamentos de la ideología no pueden darse sino cuando se ha
hecho pensar bien al hombre”. En su obra cumbre de eticidad cubana, Cartas a Elpidio, el Padre Varela aporta su frase más arquetípica para el proyecto futuro de Cuba: “No hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad.”

La dignidad de la persona, la República con todos y para el bien de todos, el amor, la virtud y la religión, son pues los pilares del humanismo de Varela y Martí. Como se ve no son parte de una ideología sino de una filosofía humanista y trascendente. En ella deberíamos inspirar nuestra diversidad de proyectos y propuestas. En ellos Cuba encuentra su alma y su corazón.

Propuestas

1. El humanismo personalista, comunitario y transcendente de Varela y Martí debe ser fundamento y factor cohesionador de la sociedad cubana y no una de las ideologías que etiquetan y dividen a los hijos de una misma nación.

2. Cuba debe crear un marco jurídico tan abierto y democrático como para que se reconozcan, respeten y garanticen todos los derechos de la persona humana y todas las estructuras y medios para la consecución del bien común de la nación cubana.

3. Ese marco jurídico debe tener como eje inspirador la filosofía humanista de Varela y Martí concretada en un nuevo pacto social, en una nueva Constitución de la República de Cuba, en la que nunca más se permita convertir a una ideología en una religión secular, garantizando la legitimidad del pluralismo ideológico y político, siempre que no dañe o reduzca el humanismo personalista, comunitario y trascendente de Varela y Martí.

4. La familia, los proyectos educativos y los diversos grupos de la sociedad civil debemos contribuir a que la formación de las nuevas generaciones no sea ideologizada sino que enseñe a pensar, eduque para la libertad de conciencia, de expresión y de religión, y que despierte y eduque a las conciencias para vivir en el pluralismo ideológico y político.

5. Que las ideologías y los diferentes posicionamientos políticos no dividan a la sociedad civil cubana en esta etapa, ni en la transición. Que la respetuosa y fecunda confluencia en el humanismo vareliano y martiano sea el mínimo común denominador que nos una en la diversidad, ahora por encima de agendas partidistas o ideológicas y que, después de la transición, ese humanismo sea la piedra angular de la República libre, democrática y próspera que edifiquemos para el porvenir de Cuba.

6. Ahora que estamos pensando con mayor urgencia el futuro de Cuba sería muy sano y conveniente rectificar nuestra escala de valores como nación y colocar el humanismo vareliano y martiano en la cúspide de los principios de la sociedad cubana. Que ninguna otra ideología de cualquier signo político, sexista, populista o totalitario, tenga la más mínima posibilidad de volver a convertirse en una ideología de Estado impuesta como irreversible o que nunca más una ideología sea lesiva del humanismo personalista y comunitario con apertura a la Trascendencia, que es savia y raíz de nuestra cultura y nacionalidad.

Cuba está a las puertas de un cambio, que el tránsito, los métodos, los medios y los fines de ese cambio tengan como fundamento e inspiración la larga y fecunda tradición humanista de la genuina cultura cubana.

Esta no es una propuesta más. Es quizá la más profunda, transversal y trascendente de todas las propuestas: el humanismo sobre las ideologías en el futuro de Cuba.

Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.

 


  • Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
  • Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
  • Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
  • Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
  • Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
  • Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
  • Reside en Pinar del Río.

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