El dilema entre la ética y la técnica

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

En el mundo de hoy y también en nuestro país se insiste continuamente en la aplicación de la ciencia, la técnica y la innovación en todos los ámbitos de la sociedad cubana, incluso en la gestión de gobierno.

Es típico y tópico de nuestro tiempo el mito de que la ciencia, la técnica y la innovación harán que el mundo avance irremediablemente hacia el mito de un “progreso” ilimitado y universal, teniendo como presupuesto que la ciencia, la técnica y la innovación (C+T+I) tienen en sí mismas y por sí mismas, la solución de todos los problemas y las respuestas a todas las preguntas. Falso.

Todos hemos sido testigos y, a veces,  dolientes del endiosamiento de la ciencia y la técnica, cuya hegemonía y uso indiscriminado han traído no solo frustración personal y regresión social, sino incluso violencia, guerras, muertes y genocidios inenarrables.

Es por ello que quiero reflexionar acerca de la primacía de la ética sobre la técnica, lo que equivale a decir, la preponderancia de la dignidad de toda persona humana sobre todas y cada una de las investigaciones y de los logros de la ciencia y la técnica.

En efecto, la (C+T+I) no pueden ser usadas con total libertinaje por personas, empresas y gobiernos, porque se han cometido y se cometerían violaciones de los Derechos Humanos y se lesionaría gravemente la dignidad e integridad de la persona humana.

Toda investigación, docencia y aplicación de los logros científico-técnicos deben ser iluminados, discernidos y regulados, por los principios de la bioética que es en una definición simple: “la rama de la ética dedicada a promover los principios para la conducta más apropiada del ser humano con respecto a la vida, tanto de la vida humana como del resto de seres vivos, así como al ambiente en el que pueden darse condiciones aceptables para la misma.”

A lo largo del siglo XX “se han formulado una serie de definiciones respecto a la disciplina de la Bioética. Una de ellas es la adoptada por la Unidad Regional de Bioética de la OPS (Organización Panamericana de la Salud), con sede en Santiago de Chile y que, modificada por el S. J. Alfonso Llano Escobar en una revista de la especialidad, define a la Bioética como «el uso creativo del diálogo inter y transdisciplinar entre ciencias de la vida y valores humanos para formular, articular y, en la medida de lo posible, resolver algunos de los problemas planteados por la investigación y la intervención sobre la vida, el medio ambiente y el planeta Tierra».

Sobre todo, es necesario definir que el centro, la piedra angular, el principio y el fin de la bioética es el respeto irrestricto a la persona humana: a sus derechos inalienables, a su bien verdadero e integral, a su naturaleza, vocación y destino trascendente. Todo ello es constitutivo de la dignidad de la persona humana.

Para los que creemos, además, y sobre todo, proclamamos que esa dignidad tiene su origen y destino en el Creador que quiso que toda persona humana sea “Imagen y semejanza” de Dios: “<span;>Imago Dei<span;>” (Génesis 1, 26-27).

Los cuatros principios fundamentales de la bioética son: “beneficencia, no-maleficencia, autonomía y justicia. El principio bioético más elemental y sobre el que se basan los enumerados anteriormente es el “respeto a la dignidad de la persona” según un enfoque integral y humanista” (Cfr. T. L. BEAUCHAMP y J. F. CHILDRESS: Principles of Biomedical Ethics. Fourth Edition, Oxford University Press, Nueva York/Oxford 1994 (trad. cast. Principios de ética biomédica. Masson, Barcelona 1999).

Esclarecidos estos principios, que en 1948 fueron explicitados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, podemos decir que la libertad, la expansión y el dominio de la ciencia y la técnica deben ser regulados por estos principios éticos si la humanidad y en concreto nuestro país, no quieren que la C+T+I se vuelvan contra el mismo ser humano que las concibió, descubrió y aplicó sin responsabilidad ética.

 

 

 


Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.

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