La pérdida del tiempo en Cuba es motivo de angustia y sufrimiento para muchos cubanos. Duele profundamente perder el tiempo sabiendo que puedes aportar más a tu desarrollo personal, familiar y social y no te permiten hacerlo. Duele saber que el tiempo es irreversible, y que tu vida es una sola y no puedes o no te dejan poner todos tus talentos al servicio de los demás y de los tuyos. Dificultar la optimización del tiempo e impedir el desarrollo de esas capacidades es una de las más grandes irresponsabilidades y egoísmos del gobierno de Cuba que, la historia y la humanidad juzgarán en su justa medida.
Por Virgilio Toledo López
Conversando con un amigo me decía cuán preocupado estaba con su vida actual y futura. Está estudiando en la Universidad y tiene muchas dudas y miedos respecto a si no está perdiendo el tiempo. Estos argumentos no son infundados sino que están sustentados en la experiencia de ver la frustración y el desánimo de muchos profesionales, que no pueden ejercer lo que estudiaron durante tantos años después de graduarse, porque no tienen un puesto de trabajo, o no existe necesidad de profesionales de esa rama y… otros motivos. Traté de animarlo y decirle lo que se dice en estos casos: no te desanimes, lo que se aprende nunca te lo pueden quitar, eso siempre te hará mejor persona, los sacrificios siempre son premiados, un título siempre hace falta y… otras razones.
Esta situación de “perder el tiempo”, se ha hecho demasiado común en nuestro país. Algunos de los hechos que han contribuido a ello son: sentir o tener la certeza de que no hemos aprovechado bien el día porque no hemos producido algún bien, o alguna alegría, el no alcanzar una meta propuesta, cuando entramos en años y estamos insatisfechos con lo que hemos logrado en nuestra vida, o el hecho de no conocer ni siquiera a nuestro país u otras culturas, cuando nos sentimos descontentos con nuestro proyecto de vida y, otros muchos ejemplos que pudieran engrosar esta lista, y que todos, independientemente de su tipo o alcance son generadores de mucha angustia y desasosiego, lo que nos obliga a meditar y preguntarnos: ¿tiene derecho alguna persona, institución o gobierno a hacernos perder el tiempo o a dificultarnos su buen aprovechamiento?
La pérdida del tiempo en Cuba es motivo de angustia y sufrimiento para muchos cubanos. Duele profundamente perder el tiempo sabiendo que puedes aportar más a tu desarrollo personal, familiar y social y no te permiten hacerlo. Duele saber que el tiempo es irreversible, y que tu vida es una sola y no puedes o no te dejan poner todos tus talentos al servicio de los demás y de los tuyos. Dificultar la optimización del tiempo e impedir el desarrollo de esas capacidades es una de las más grandes irresponsabilidades y egoísmos del gobierno de Cuba, que la historia y la humanidad juzgarán en su justa medida.
Sabemos que el ser humano tiene esa capacidad de trascender las circunstancias que lo rodean, pero cuando un gobierno secuestra y dificulta la posibilidad de un pueblo para emplear su tiempo de forma favorable o eficiente, no solo está violando la norma o principio económico de que “el tiempo es dinero”, sino que está matando literalmente el alma de su país. Nada lesiona más la creatividad, la capacidad de iniciativa, el desarrollo de una nación y su cultura que, tener la sensación y la experiencia de perder el tiempo.
Cuando esto ocurre, afloran las actitudes de frustración, desesperanza, desaliento y pérdida del sentido de la vida. Emergiendo preguntas como: ¿Por qué me ha tocado a mí nacer aquí? ¿Por qué Dios permite tanto sufrimiento para este pueblo? ¿Por qué se hace tan difícil hacer el bien y vivir coherentemente en Cuba? ¿Por qué a veces, una gran parte de nuestro pueblo dice que no tenemos futuro, que vivimos en un aparente absurdo, que esto no se acabará jamás? ¿Por qué nos impiden o por lo menos nos dificultan tanto el prosperar y ejercer nuestras libertades? ¿Será que no podemos encontrar una puerta para la esperanza aquí, en Cuba hoy?
Estas preguntas vitales, existenciales y de sentido, desafían y acechan continuamente la vocación y la vida de los cubanos de hoy, retan y vigilan su capacidad de resistencia y la fortaleza de su esperanza. Solamente desde la certeza de que el bien tendrá la última palabra y de que “La noche es más oscura cuando se acerca el amanecer” se puede alimentar los hálitos de esperanza que animan a este pueblo a permanecer con fe en un futuro más próspero, porque esta carga dura y pesa ya demasiado sobre nuestros hombros.
Ahora bien, de nada sirve lamentarnos sin buscar soluciones, esto sería asumir la misma postura egoísta que tiene este gobierno, de frenar al pueblo y hacerle perder el tiempo, al no permitirle a todos los cubanos participar en un proyecto que reconstruya y favorezca el progreso de nuestra sociedad. Tenemos, debemos buscar soluciones, estar atentos y sensibles a los problemas que como este, de la pérdida del tiempo, provocan el sufrimiento de los cubanos y cubanas. Contestar a preguntas como las siguientes es nuestro gran desafío.
¿Qué tenemos que hacer para posibilitar la transformación de las estructuras de injusticias y opresión en las que vive el pueblo cubano?
¿Qué tenemos que hacer para irrigar la sequedad de perspectivas en que vivimos y podamos inundar esa sequía de espíritu y de esperanza, aún cuando nosotros mismos no veamos bien adónde vamos?
¿Qué tenemos que hacer, para que podamos trasmitir seguridad ante la incertidumbre, optimismo ante el desaliento y certeza de que un porvenir mejor depende de nosotros?
¿Qué tenemos que hacer para no dejarnos arrastrar por la corriente de que parecería que aquí no hay ya nada que hacer?
¿Qué debemos decir, de qué debemos conversar, qué debemos aportar, para animar a los demás cubanos y cubanas, para no permanecer con los brazos cruzados en el lamento y el inmovilismo, sino para poner manos a la pequeña obra en que nos comprometamos?
Debemos ejercitarnos en remontar las depresiones, debemos aprender a superar las penurias, debemos aprender a no dejarnos aplastar por la angustia diaria. Cuántas veces podemos salir de las crisis, cuántas veces podemos dar la mano a los que se hunden en la desesperación sin caer en el mismo agujero negro de la falta de futuro y esperanza, de la pérdida del tiempo y del sentido de lo que hacemos, aún cuando nos tiren a lo más profundo del precipicio de las privaciones que despersonalizan y masifican al ser humano, aún cuando humanamente no se pueda ver el final de la agonía: debemos levantar la vista. Eso debería ser lo que distinguiera a los que luchan por no perder el tiempo inútilmente en medio de la actual oscuridad que vive nuestro pueblo.
Debemos estar disponibles y entrenar nuestra capacidad de servir, no se trata de ser héroe de un momento, se trata de vivir la virtud día a día, y eso es ser héroe, eso es heroicidad. No se trata de hacer grandes cosas, se trata de creer en la fuerza de lo pequeño, de lo imprescindible que es mi aporte. Se trata de hacer lo que podemos hacer para aliviar una pena, provocar una alegría, en resumen, se trata de producir un bien sin o dejar pasar una oportunidad para ello. Eso es simplemente lo que tenemos que hacer.
No nos dejemos arrebatar nuestro tiempo, el único que tenemos para dejar nuestra impronta en la historia de nuestra Patria, en la historia de mi familia, de mi barrio.
Solo así podemos decir, aún más, vivir, lo que para muchos es una pérdida de tiempo, como la plenitud de los tiempos, sin dejarnos arrebatar nuestro derecho a no perder el tiempo.
Virgilio Toledo López (Pinar del Río, 1966).
Ingeniero Electrónico. Premio Ensayo 2006 en el concurso “El Heraldo”. Ha publicado en revistas nacionales y extranjeras.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.