El delirio del barro y otros poemas

Presentación

Presentar tus poemas es igual que presentar a tus hijos. Dicen en mi pueblo que hasta las lechuzas creen que sus hijos son bellos y ya sabemos que no hay bicho más feo que un pichón de lechuza. Pero, así somos los padres. Y así los poetas.

Te presento, pues, “El delirio del barro y otros poemas”. Se trata en realidad de cuatro poemarios y un poema, escritos y engavetados en el curso de los últimos 30 o 40 años. “El delirio del barro”, es, casi todo, un recuento de mis conversaciones con Dios, algunas de las cuales no son nada poéticas. Pero esas no están aquí.

Las que están aquí son radiografías de mi alma, tocadas por la luz, a veces vacilante, de la fe y expresadas, creo yo, en esa clave poética que se nos escapa, casi sin advertirlo, a quienes nos es consustancial. No hay poema más sincero que un poema místico, pues, sabes que a Dios no lo puedes engañar, ni manipular, ni tratar de deslumbrarlo con artilugios del lenguaje. Pero, hablas con Él en un poema, porque, ¿quién si no Él te ha dado el don de la poesía?

“Estado general del tiempo” es la explosión de mi gran encabronamiento con el estado de cosas en el mundo, con la injusticia y la hipocresía, atemperado al final por el flechazo salvador de la bodnad que persiste y mi genético empeño en no dejarme aplastar por el mal, no ser silenciado por la conformidad, ni renunciar a la esperanza.

“Mujer de un poeta” se explica en el título. Son poemas de amor, románticos todos, algunos romantieróticos, que he escrito, casi todos, a Isabel, mi mujer; algunos a la mujer como tal, la que no necesita ser real o tener nombre para darnos a los poetas, como dijese Agustín Lara, “la maravilla de la inspiración”.

“Fotos del alma” retrata lo que yo llamo poesía íntima, porque nace del amor a la familia, de criterios y visiones personales sobre la vida, y de alguna filosofía de café con leche que, no por ello, deja de ser filosofía. En este caso, mi filosofía.

Por último, “Al pie de mi ventana”, es la oración de un viejo exiliado. Quizás, para entender este poema en la dimensión del dolor del cual es hijo, sea necesario haber vivido casi 60 años de exilio, como es mi caso, sin que ni uno solo de esos días haya dejado de orar por la liberación de mi patria, con todo lo que abarca la palabra liberación. Es un poema que no transige con la resignación, tal vez por esto me duele tanto.

Aquí están, pues, mis pichones de lechuza. Ojalá puedas mirarlos con ojos de madre.

Julio Estorino
marzo de 2021

Este poemario

Este poemario, “El delirio del barro”, obtuvo el segundo lugar, Mención de Honor, en el 40⁰ Premio Mundial de poesía mística Fernando Rielo, 2020, con sede en Madrid, España, certamen en el cual participaron 278 poetas de 29 países.

En la presentación de los doce finalistas, se dice: “Julio Estorino, con el libro El delirio del barro. Julio Estorino es cubano. Expresa en este libro, líricamente, la alegría vital de la presencia divina, abriendo inmensos horizontes ante la mirada sencilla del poeta”.

En el acta oficial del jurado del premio: “El jurado ha decidido, por unanimidad, hacer Mención de Honor de la obra finalista El delirio del barro, del escritor cubano Julio Estorino, por su elevada expresión lírica, con tono sostenido de carácter íntimo, personal y experiencial, donde el ritmo y la musicalidad de sus versos recrean la alegría espontánea y familiar del místico coloquio del poeta con el Gran Amor”.

El jurado estuvo conformado por el P. Jesús Fernández, Presidente de la Fundación Fernando Rielo; Tomás Albaladejo Mayordomo, catedrático de Teoría de la Literatura y de Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de Madrid; Santiago Acosta Aide, Rector de la Universidad Técnica Particular de Loja (Ecuador); David Gregory Murray, crítico literario; y el Dr. D. José López Sevillano, secretario permanente del Premio.

Invocación

Ven por el humo y la nube,
ven por el paisaje, ven
por el ansia, por la piel,
por la sangre encabronada
que te está llamando:
ven.

Ven por la cruz incrustada
en mi destierro y mi sed,
ven por el sueño y su hiel,
por el grito de la vida
y por mi esperanza fiel.
¡Ven!

Al pie de mi ventana

Madre de Cristo, Señora,
dulce madre de mi patria:
una vez más en tu Ermita,
una vez más a tus plantas…
vengo con el mismo ruego,
traigo la misma plegaria;
solo que ahora, Cachita,
esta oración de mi entraña
es cada vez más doliente,
más triste, más desolada,
ya se me ha vuelto un susurro
porque las fuerzas me faltan,
porque el tiempo se me acaba,
y el silencio del Señor
debilita la esperanza.

Recuerda, Madre del Cielo,
que este pecador… es nada…
es tan solo carne y hueso
el cascarón de mi alma;
que toda, toda mi vida,
puse en Jesús mi confianza;
que traté, día tras día,
de seguir sus huellas santas,
pero… que solo soy barro,
mi fe es hija de su gracia,
y esa fe sufre, Señora,
en esta espera tan larga.

¡Ruégale a Cristo, Cachita,
que llegue ya la alborada,
que no tarde más el día
en que sea libre mi patria,
que ha pasado mucho tiempo
y ya el tiempo se me acaba!

Sé que es tal vez egoísta,
Madre mía, esta plegaria.
Sé que del “segundo piso”
veré mejor la mañana
en que Cuba lance al viento
sus cadenas, ya quebradas,
y el grito de ¡Libertad!
vibre en todas las gargantas;
sé que esa dicha, en el cielo,
será la dicha más alta.

Pero no es solo, María,
por mí que pido esta gracia:
¡es que Cuba se nos pierde,
es que han torcido su alma,
es que el odio y la rapiña
la tienen endemoniada,
y si el sol no sale pronto…
¿qué alumbrará cuando salga?…
¡Madre, no es solo mi vida:
la patria también se acaba!

Pido a Cristo que perdone
el tono de esta plegaria,
que perdone este desvelo
que se posa en mi ventana
tras tanto mirar al cielo
esperando esa alborada,
sea que falta la fe,
sea falta de esperanza.
Que entienda que ya mis hombros
no bastan para esta carga,
que solo quiero morir
sabiendo libre a mi patria.

Pero, también, Madre mía,
en fin de cuentas, caramba:
dile que al igual que Plácido
yo acepto lo que Él me manda,
que como tú ante Gabriel
se cumpla en mí su palabra…
¡que se haga su voluntad
aunque a mí me parta el alma!
Aunque, a pesar de los años,
siga al pie de mi ventana,
esperando por la muerte
o por ver libre a mi patria.

El poema de los nietos
(Fragmentos)

El poema de los nietos
no necesita palabras,
no se escribe, no se escucha,
se le siente en la mirada
del niño recién nacido
que junto a tu pecho cargas,
en esa, la vez primera
que lo besas, que lo abrazas,
que contemplas la flor nueva
que ha florecido en tus ramas,
la cosecha de tus hijos
que por tus ancestros pasa.

El poema de los nietos
lo escribe Dios en tu alma,
cuando descubres los gestos
que en el pequeño retratan
la presencia de tus genes,
de tu herencia, de tu casta;
cuando en sus ojos encuentras
los de la mujer amada,
lo que ahora, al ser abuela,
es madre multiplicada;
cuando en sus respuestas oyes
las respuestas que tú dabas
y su visión de las cosas
tiene, de la tuya, trazas,
pues aún, siendo distintos,
son tus nietos, y eso basta.

El poema de los nietos
no necesita palabras,
te lo dicta el corazón
cuando los brazos te lanza
le nieto que necesita
tomar tu pecho de almohada,
o que busca protección
ante el padre que regaña,
porque sabe que tú eres
el pañuelo de aus lágrimas,
cómplice de travesuras,
confidente de sus dramas,
que nadie cual tú lo cura,
con el “culito se rana”
y que tienes golosinas
para él o ella guardadas.

El poema de los nietos
cambia, pero, no… no cambia,
pues cuando crecen, sus logros,
los percibes como hazañas,
se alejan por los caminos
que, para ellos, Dios traza,
pero, por siempre se quedan,
con los abuelos en casa,
en tus sueños y recuerdos,
en tu constante plegaria.
El poema de los nietos,
nace, pero nunca acaba,
es tu gozo y tu alegría,
el galardón de tus canas.
El poema de los nietos,
lo escribe Dios en el alma.

Pregúntale a las estrellas

Pregúntale a las estrellas
dónde es que comienza el cielo,
pregunta a los caracoles
de los mares el misterio,
a cada abeja pregunta
las flores del universo,
busca en cada camposanto
dónde empezaron los tiempos,
al sol pide que te cuente
cuando ardió su primer fuego…

Pregunta a tu corazón
de qué manera te quiero.

Tres motivos para una alegría

Tal vez el placer morboso
de contemplarte pasar
con quien ocupa el lugar
donde ayer yo fui dichoso,
no me sea tan precioso
como el otro de saber
que él no te podrá poner
su mano en ningún lugar
sin que sienta que al tocar
toca huellas de mi ser.

Quizás la alegría gris
de haber probado tu miel
y de saber que con él
tu amor no tiene raíz,
no me haga tan feliz
como el saber que, por eso,
cuando de amor esté obseso
no te podrá acariciar
sin que sienta que al besar
besa encima de mi beso.

Y acaso el dulce tormento
de saberte falsa y vana,
tan mudable y tan liviana
como una pluma en el viento,
no me ponga tan contento
como el saber que tu huerta
tiene la portada abierta
y cuando él quiera sembrar,
me tendrá que recordar,
porque yo le abrí la puerta.

El delirio del barro

Tú, que estás en mi vida, siempre, siempre,
que nunca me has dejado en el camino,
Tú, que sabes el ancho de mis penas
y gustas de cruzar mis laberintos,
Tú, que impulsas en mí todo lo bueno
y comprendes muy bien lo que no digo,
Tú, que tienes la llave de mi pecho
y eres meta, razón, fin y principio;
Tú, que entiendes lo que nadie entiende,
pues percibes la esencia del espíritu:
¿qué quieres que yo ponga ante tus ojos,
si Tú ves más allá del tiempo mismo?
¿qué quieres que te ofrezca, si no tengo
más que un mundo de miedos escondidos?
¿qué quieres que yo haga, si me encuentro
tentado por gloriosos espejismos
mas, mis pies se enraizan en la tierra,
y las alas, Señor, no me han crecido?

Si algo quieres de mí, da lo que pidas.
si algo quieres hallar, ponlo en su sitio,
pues Lázaro no sale de su tumba
si no lo resucitas con tu grito.
Resucítame, pues, a ver si puedo
encontrar la razón de estos delirios:
El delirio de llamarte Padre,
el delirio feliz de ser tu hijo,
el delirio de sentir tu amor,
a pesar de ser barro, Señor mío.
El deliro de que Tú, mi Dios,
estés conmigo.

Manda, pues, mi Señor, lo que Tú quieras
Mi barro, para Ti, siempre está listo.

Elevación

Aleteo, floración
rayo de luz en el alma,
pálpito ardiente en la palma
de la mano, corazón.
Sientes que la elevación
del Amor tu ser levita,
sientes que Dios te visita
y desde ti quiere dar
por puro gusto de amar,
su amor que al amor invita.

Eres tú tierra prenada
que en brotes nuevos revienta
y tu mirada, contenta,
está clara, iluminada
Nada te perturba, nada…
todo es paz y bendición:
iCanta, canta tu canción,
ésa que el Amor impele!.
Ya sabemos cuánto duele
cuando Él no está, corazón.

Mientras mi fe desespera

Dar consistencia al vacío,
hacer parir al desierto
darle vida y voz a un muerto,
○ sacar fuego del frío…
Puede ser, corazón mío,
que lo logres, algún día
Espera, pues, y confia,
que, si el alma se te fue,
puede que vuelva y te de
tu vieja paz, tu alegría.

¿Quién sabe?… No te impacientes.
¿Quién sabe?… Será otro día.

Lo que queda de mi fe:
Copo de nieve en verano,
cabra perpleja en el llano,
muerto que muere de pie;
lo que queda de mi fe
grita a mi triste sordera
que no permita que muera,
que aún quiere esperar por Ti.
Y yo voy muriendo así,
mientras mi fe desespera.

Escribo…

Escribo sobre la vida,
sobre su vaivén escribo:
lo que siento, lo que vivo,
lo que a vivir me convida
Sobre la llama prendida
con inextinguible ardor,
la que impele y da vigor
para seguir adelante
en su búsqueda incesante
del amor del Gran Amor.

Escribo del hondo pozo
de oscuridad y vacío,
de miedo, de duda y frío,
que ahuyenta la paz y el gozo
De la ausencia del hermoso
fuego de su compañía;
de la dura travesia
desde la fe hasta la nada,
de esa nada empecinada
en ser en Él algún día.

 

 


Julio Estorino (Unión de Reyes, 1943).
Obtuvo sendas licenciaturas en Español y Ciencias Políticas en lo que es hoy la Universidad Católica de Santo Tomás, en Miami.
Ejerce el periodismo desde 1959.
Ha publicado dos poemarios: Patria y Pasión, en 1975 y Cimarrón en monte extraño, en 2004.
En 2012 editó en forma de libro los escritos del Pastor del Exilio, Monseñor Agustín Román, bajo el título de Una palabra más fuerte.
En 2019 publicó Biografía de un Hombre de Dios (La Vida de Monseñor Agustín Román).
Está casado desde 1967 con lsabel Pita. Tiene tres hijas y siete nietos.

 

 

 

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