Por Alberto Müller
Sé que esta afirmación puede que no guste a los abanderados de ese socialismo anacrónico, autoritario y estatista, que ha regido en Cuba por las últimas cinco décadas, y que tantos sacrificios, prisiones y muertes ha provocado en la población cubana, pero a la vuelta del tiempo transcurrido, hoy los cubanos son más pro-norteamericanos que nunca.
Por eso llamó poderosamente la atención que Raúl Castro dijera ante el pleno de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, unos días después de su opaco y derrotista discurso del 26 de julio, que él no fue elegido para ‘instaurar nuevamente el capitalismo en la isla’.
Y esta sola mención refleja la ignorancia que tiene Raúl Castro de la realidad cubana, pues en una reciente encuesta del grupo ‘Veritas’ en Cuba que dirige el investigador Eugenio Leal, resulta que las simpatías por Barack Obama entre los cubanos alcanza un promedio superior al 50 por ciento, mientras que las preferencias por Raúl y Fidel Castro juntos, apenas alcanzaban el 20 por ciento de la población.
Por cierto y para que no haya ninguna confusión, este estudioso del escenario social de apellido Leal, no tiene ningún vínculo familiar ni ideológico con Eusebio Leal.
Habría que decir ante los temores de Raúl Castro, de que Cuba nunca fue un país capitalista ni pro-norteamericano a ultranza. Inclusive la legislación social y jurídica cubana inscrita en su Carta Magna de 1940, era una de las más avanzadas de América Latina, con marcadas tendencias a que el Estado protegiera las áreas más neurálgicas del país, como el azúcar y la educación.
Además, reconocía el ‘habeas corpus’, la presunción de la inocencia, la separación de poderes, la libertad religiosa, de reunión y de expresión, que en la Isla se perdieron en las constituciones comunistas y pro-soviéticas del último medio siglo.
Tampoco se puede afirmar que en la historia republicana cubana las relaciones de Estados Unidos con Cuba fueran siempre de matices color de rosa, por lo que usamos sólo algunos ejemplos puntuales:
La Enmienda Platt, ese colgajo intervencionista de los Estados Unidos a la Constitución cubana del 1901, fue siempre mayoritariamente rechazado por el pueblo cubano.
El interventor Charles Magoon, que sustituyó a William Taft, cuando el presidente Estrada Palma pidió la intervención americana en Cuba (1906), fue realmente grosero y despótico con los cubanos.
Posteriormente Summer Welles fue inoportuno e intervencionista cuando conspiró en contra de la Pentarquía (1933) nombrada y liderada por Ramón Grau San Martín, para sustituir al gobierno dictatorial del general Gerardo Machado.
Y durante la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958), el gobierno de Estados Unidos primero apoyó al gobierno militar y finalmente le retiró su apoyo, lo que aceleró el triunfo revolucionario de 1959.
Cuba, antes del desvío sorpresivo e inconsulto del proceso revolucionario hacia el totalitarismo comunista, aunque respetuosa de la propiedad privada, del Estado de Derecho, de las libertades cívicas y de relaciones soberanas con otros estados igualmente soberanos, nunca fue un país pro-norteamericano ni pro capitalista.
Pero paradójicamente y saltando a investigaciones más recientes realizadas en Cuba, vemos con satisfacción, que más de un 70 por ciento de la juventud cubana de intramuros, rechaza el socialismo autoritario que impera en la Isla, bajo el mando actualmente de Raúl Castro.
Inclusive el famoso cantautor cubano, Pablo Milanés, hace unos meses estremeció a la opinión pública nacional e internacional, en una entrevista concedida en España, cuando declaró que no confía en ningún dirigente cubano que tenga más de 75 años de edad.
Milanés añadió en su declaración que se debe pasar el mando a las nuevas generaciones, porque el socialismo castrista se estancó y las ideas revolucionarios de antaño se han vuelto reaccionarias y no dejan avanzar a la nueva generación.
Esta afirmación del autor de la famosa canción “Yolanda” confirma que no confía en Fidel ni en Raúl, ni en Machado Ventura ni en Ramiro Valdés, ni en Guillermo García ni en Juan Almeida, entre otros tantos, que forman la gerontocracia que gobierna a Cuba.
Esto también sugiere con fuerza un rechazo a las ideas socialistas estatistas que han predominado en Cuba, como mismo reflejan las mediciones de la opinión pública en la Isla de la empresa ‘Veritas’, que hemos mencionado.
Y todo este marco histórico explica la realidad socio-económica en Cuba, recién puesta al desnudo ante la opinión pública en el aniversario del 26 de Julio, por el mismo Raúl Castro, cuando dijo en su discurso ‘que sembrar frijoles era un asunto de seguridad nacional’, pero omitió que debido a la situación de zozobra y desencanto que padece el país, son muy pocos los que quieren trabajar con entusiasmo.
En esta ocasión reciente, Raúl Castro se atrevió a añadir a sus palabras, que no era cuestión de gritar ‘Patria o Muerte o ‘Abajo el Imperialismo’, sino de ‘salir a trabajar la tierra que está esperando por nuestro sudor’.
El mandatario cubano concluyó afirmando que el país no podía seguir gastando cientos y miles de millones de dólares en importar alimentos del exterior, que se pueden producir en la Isla.
Cuba es un país agrícola, por no decir un desastre agrícola, que importa el 80% de los alimentos de su canasta familiar y donde el 50 por ciento de sus tierras están improductivas.
Hay tres fenómenos sociales que golpean sin clemencia la caótica estructura de la economía cubana:
El primero sería el desempleo en Cuba, que es muy alto por la debilidad en las inversiones de capital. Esto sin contar que el empleo oficial disfrazado es altamente improductivo.
El segundo fenómeno sería el déficit de viviendas o el deterioro habitacional, que algunos expertos sitúan al nivel de alrededor de más de un millón de viviendas en todo el país.
El tercer aspecto que golpea a la economía cubana es la tasa de nacimientos, que es la más baja en la historia cubana en toda su existencia.
Cuba tiene hoy una población envejecida que presiona con servicios costosos a la empobrecida economía nacional, sin suficiente generación nueva de relevo que supla los niveles de producción doméstica.
Tal vez la solución económica y social cubana sea mucho más simple, que los temores expresados por Raúl Castro de regresar al capitalismo. Eso sí, en Cuba se requieren cambios en el sistema inoperante actual, como:
1.- Que se entregue a los campesinos las tierras improductivas en propiedad, no en usufructo. Al campesino no le agrada trabajar en tierras ajenas, prefiere trabajar su tierra.
2.- Que se permita el trabajo por cuenta propia y la creación de microempresas, que puedan contratar a sus empleados y vender sus productos al mercado libre, no a los ineficientes centros de acopio o de mercado estatal.
3.- Que se autorice a organizaciones no gubernamentales el ofrecimiento directo de préstamos a los agricultores y a las cooperativas.
4.- Que se entreguen títulos de propiedad a los individuos que están viviendo legalmente las viviendas, previa evaluación jurídica. Esto implicaría establecer un sistema de compra y venta de propiedades, manteniendo un registro adecuado no compulsivo.
5.- Que se ofrezcan desde entidades de préstamos autorizadas e independientes, créditos a los propietarios de las viviendas, pues esto estimularía la creación de microempresas.
6.- Que se termine con el sistema de ‘doble moneda’ por discriminatorio e ineficaz. No tiene ningún sentido de justicia social, que exista una moneda para los niveles gubernamentales, diplomáticos y con ciertos privilegios sociales, y otra moneda para el pueblo de abajo, que sólo sirve para gastar en la raquítica e insuficiente libreta de racionamiento.
7.- Que se liberalice todo el estamento económico, político y social del país, liberando en primera instancia a todos los prisioneros políticos y periodistas independientes.
La libertad de expresión y de organización, unidos al respeto por la dignidad de la persona humana, tienen que ser el fundamento existencial y moral de la nación cubana.
Entonces, comprobaremos que la libertad y la iniciativa privada son más poderosas que el socialismo autoritario y que ese temor paranoico que expresa el mandatario cubano por el capitalismo, no es racional ni real.
Si en la población cubana hoy existe una tendencia evidente en pro de Barack Obama y los Estados Unidos, es por el desastre de un socialismo estatista que ha hundido a Cuba en la miseria más espantosa y en la opresión más desgarrante.
Alberto Müller
Intelectual cubano. Escritor y Periodista.
Vive en Miami.