Estamos todavía sufriendo las consecuencias de un terrible huracán que atravesó la provincia y ciudad de Pinar del Río. Escribo esta columna desde mi móvil que he logrado cargar con la batería de una moto eléctrica.
Esas consecuencias son, entre otras, casas con derrumbe total, familias que han quedado sin techo y han perdido todo lo necesario en sus hogares, cosechas perdidas, aún estamos sin electricidad, sin agua, sin transporte, sin trabajo, sin clases…
Las ciudades parecen salidas de un libro de catástrofes: calles y carreteras bloquedas por árboles caídos y escombros. Cada vecino saca los suyos de su casa y los tira en la calle con la esperanza de que pasen algún día a recogerlos. Han pasado más de 24 horas y nada. La gente deambula mirando, lamentando, algunos hacen fotos y otros se preguntan por qué.
Esta vez, entretenidos en el Referéndum del Código de Familias, no hubo la preparación necesaria anterior al meteoro. Ni hubo suficiente información con los apagones. Ni hubo podas preventivas, ni limpieza de desagües, ni asegurar vidrieras o puertas y ventanas con la magnitud de otras veces que, incluso, han sido fenómenos no comparables con Ian.
Se trata de un país con suficiente experiencia del azote de ciclones y huracanes que no se preparó bien por darle prioridad a asuntos políticos y por la real y creciente falta de recursos.
Pero lo peor de estas circunstancias no es ni siquiera el terrible evento meteorológico. Lo peor es que este viene a sumarse a una serie de desgracias anteriores que son acumulativas. Algunas sin solución, y otras provocadas por la crisis económica, política y social que, por ineficiencia y obsolescencia del sistema, hace años viene haciendo invivible la existencia cotidiana del pueblo cubano. De ahí el éxodo masivo como “solución” y el crecimiento del disenso dentro de la Isla, porque la situación “no da para más”.
En este país nada funciona con normalidad y eficiencia. Todo es tapando huecos de un modelo que no da más. Desgracia sobre desgracias, carencia sobre carencias, miseria sobre más miseria.
Y todo se afronta con lemas, consignas, llamados a más sacrificio en balde, sin cambiar la esencia y raíz del problema que es estructural, sistémico: este modelo no funciona con ciclón y sin ciclón. No funciona con tarea ordenamiento o sin ella. No funciona con varias monedas ni con la inflación.
Solo queda cambiar hacia lo que funcione, hacia lo que resuelva de verdad, hacia la libertad, la justicia, la verdad y la democracia.
Cuba siempre tendrá ciclones pero no tiene que tener por siempre esta agonía y miseria en lugar de ser una nación próspera y feliz.
El dolor crece en la Isla, ahora apagada totalmente. El cubano busca en su arsenal de resistencia motivos para renovar la esperanza.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río