EL 11J Y LAS LIBERTADES

Foto de Archivo.

La distancia entre la realidad de Cuba y el discurso oficial alcanzó su máxima expresión en la respuesta de las autoridades a las manifestaciones masivas y espontáneas del pueblo que tuvieron lugar a lo largo y ancho del país el 11J.

La historia se puede acelerar o retardar, pero solo hasta un punto. Las contundentes demostraciones del 11J, inéditas en nuestra historia, confirman definitivamente que la crisis de Cuba no tiene otra salida que la participación de los cubanos como sujetos en los destinos de su nación; es decir, mediante la democratización. Ignorarlo es conducir el país a un desenlace trágico.

Rechazar la democratización en nombre de la defensa de las “conquistas de la revolución”, puede conducir, como indican los hechos ocurridos, a una catástrofe de incalculables consecuencias. Los argumentos empleados para continuar por la misma senda carecen de fundamento: 

  1. La defensa de la revolución

Por definición, la revolución es un cambio en la estructura del poder en un corto período de tiempo que transcurre desde que los revolucionarios asumen el poder hasta que sustituyen la institucionalidad existente por otra subordinada a sus fines.

Ese proceso -extremadamente prolongado en Cuba- comenzó en 1959 y culminó con la Constitución de 1976. Después de esa fecha en Cuba no hay revolución, sino inmovilismo y retroceso. El inmovilismo, inducido para “salvaguardar las conquistas”, no es más que un eufemismo para defender intereses contraídos y conservar el poder; mientras los problemas irresueltos, como la lava de los volcanes, irrumpe en estallidos como el que ocurrió el 11J.

En ese contexto, el concepto de revolucionario, que designa a las personas que enarbolan cambios, no es atribuible a los que optan por detener la historia para conservar lo alcanzado. Los defensores del status quo pueden calificarse como cualquier otra cosa, pero no de revolucionarios.

  1. El bloqueo

El argumento del bloqueo se debilita cuando se mira hacia sus causas. Las intervenciones de las propiedades norteamericanas que comenzaron en 1959, los intentos de exportar la revolución a otros países de la región, unido al restablecimiento de las relaciones con la Unión Soviética -en plena Guerra Fría- recibieron por respuesta de Estados Unidos la Ley del embargo, la rebaja y suspensión de la cuota azucarera y la ruptura de las relaciones diplomáticas.

Comenzó así una escalada de confrontaciones que durante seis décadas ha sido utilizada por el Gobierno de Cuba para restringir las libertades de los cubanos, cuyo peor efecto ha sido el retroceso de Cuba del pelotón más avanzado de América Latina en materia de derechos y libertades al grupo de los más atrasados.

La solución de ese diferendo no está, pues, en campañas publicitarias ni en las resoluciones de las Naciones Unidas, sino en aceptar las causas y llevarlas a la mesa de negociación en lugar de utilizarlo para presentarse ante el mundo como David ante Goliat, solapar las deficiencias internas y tratar de hacer creer que toda idea diferente a las del gobierno proviene de Estados Unidos, lo que constituye una ofensa a la inteligencia, cultura y profesionalidad de los cubanos.

  1. La principal causa

A la sombra de la confrontación con Estados Unidos, el Gobierno revolucionario implementó un paquete de medidas de beneficio popular (rebaja de los alquileres y de medicamentos, mejoras en la educación y la salud pública, la entrega de cien mil títulos de propiedad a campesinos pobres y la subvención de productos y servicios básicos). De forma paralela, sustituyó la sociedad civil independiente por asociaciones creadas o subordinas al poder, suprimió las libertades, concentró el poder en el líder y la propiedad en el Estado. El efecto más negativo de las medidas populistas y de la instauración del totalitarismo fue la desaparición de la condición de ciudadano: un efecto estrechamente vinculado con los fracasos cosechados, el malestar acumulado y la explosión simultánea del 11J.

Como todo sistema ajeno a la naturaleza humana el totalitarismo cubano nació condenado al fracaso. Su larga duración radica en el grado de capacidad demostrada para someter a las personas mediante el control de la propiedad, la educación, la cultura y los medios de comunicación.

El embargo debe cesar, pero como la principal causa de la crisis radica en el aferramiento a la estatización, la planificación centralizada y la ausencia de libertades, la salida está, primero en la implementación de medidas de cambio al interior de Cuba, y luego en las negociaciones bilaterales con Estados Unidos, para mediante el diálogo y la negociación desandar el camino transitado desde la nacionalización de las propiedades norteamericanas y la promulgación del embargo.

  1. El blindaje

Como la eficacia para conservar el poder no es transferible a la economía, la nación cubana se estancó y comenzó a retroceder. El modelo totalitario resultó incapaz de generar un crecimiento sostenido para satisfacer las necesidades de los cubanos, lo que se refleja entre otros aspectos en la carencia de alimentos, medicinas y cortes del fluido eléctrico.

Ante la inevitable crisis, en lugar de escapar hacia adelante, el Gobierno cubano pisó el freno y decidió blindar el modelo totalitario con la Constitución de 2019, cuyo texto conserva las causas del retroceso, a saber: la existencia de un solo partido político como la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado; la propiedad estatal, causa del declive económico como la forma fundamental de la economía; la prohibición a los cubanos de invertir y ser empresarios en su país; y las libertades y los derechos, limitados a ejercerse de conformidad con la ideología del partido gobernante; lo cual explica el porqué en las manifestaciones del 11J, era común el grito de libertad. 

Una conclusión evidente

La solución de la crisis depende en primer lugar de medidas dirigidas al empoderamiento de los cubanos, y a desterrar las exclusiones de una parte del pueblo con esa aberrante consigna de “la calle es de los revolucionarios, que constituye una ofensa a las palabras del Apóstol “Con todos y para el bien de todos”. En consecuencia a la recuperación de la condición de ciudadanos para la participación como sujetos, no como objetos, en la solución de los problemas de la nación, que son sus propios problemas.

Como la causa de la crisis es interna, basta introducir un conjunto mínimo de medidas que permitan a los cubanos invertir y crear pequeñas y medianas empresas de producción y de servicios, producir y comerciar sin la tutela de los monopolios de Acopio y de Comercio Exterior, y asociarse en la forma que lo consideren para los asuntos de su interés. Esas medidas tendrían obligatoriamente que acompañarse de la conformación de un abanico de asociaciones autónomas e independientes sin más interferencia estatal que la necesaria para su registro, existencia y funcionamiento.

 

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).
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