En Cuba estamos renaciendo a la cultura tributaria. Después del año 1959 fueron eliminados en su mayoría los impuestos al Estado. Lógicamente, no parecía justo adueñarse de todos los bienes de producción y además, cobrar impuestos sobre los ingresos personales. No obstante, las empresas continuaron pagando un impuesto llamado de circulación, a pesar de que el dueño era el mismo a quien se le pagaba el impuesto; y se mantuvieron también algunas otras tasas y contribuciones.
Actualmente, se va conformando nuevamente una política de impuestos sobre ciertos ingresos personales, que comenzó apenas desde el año 1994, incluyendo a trabajadores por cuenta propia, artistas independientes, y mucho después, trabajadores asalariados en ciertas condiciones especiales. En esta política se han incluido también los impuestos por las nuevas transacciones de venta de casas y carros.
Los impuestos son obligaciones que todo ciudadano debe cumplir con el Estado y que le permiten a este cumplir con sus funciones. Nadie con posibilidades debe quedar exento del pago de los mismos, pues es el aporte personal y comunitario al bien común.
Es muy importante que el Estado, al mismo tiempo que exija a todos el cumplimiento de la ley, incluso aplicando las sanciones previstas en el código penal, se esfuerce por educar a los ciudadanos en el pago de los impuestos según sus ingresos y posibilidades.
Algunas pautas para la educación de los contribuyentes
- Cambiar la palabra tributo por la palabra contribución: La palabra tributo indica dependencia y un cierto culto a quien se le rinde. Sin entrar en muchos tecnicismos, la palabra que mejor expresa lo que son los impuestos es contribución. Cuando decimos que contribuimos, nos hacemos parte, hablamos de aporte y de derechos. Los que rinden tributo lo hacen sin esperar nada a cambio, los que contribuyen adquieren el derecho a exigir sus derechos. Es como en la casa, cuando uno comienza a trabajar y ganar un salario, debe aportar, pero también comienza el derecho a tener la llave, a expresar sus opiniones, a decidir qué hacer con su vida.
- Explicar continuamente y con argumentos sólidos la justicia de la ley que rige el pago de impuestos. Por ejemplo: ¿podemos decir que quien más gana, más paga? ¿Podemos decir que la política de impuestos grava a los nacionales igual que a los empresarios extranjeros? ¿Podemos decir que la política de impuestos estimula la inversión de los cubanos para hacer más próspero, no solo el país, sino sobre todo los hogares? ¿Podemos decir que nuestros ingresos, en relación con nuestro poder adquisitivo, han cambiado lo suficiente como para que contribuyamos ahora como supuestamente no lo hicimos durante décadas? Estos y otros serían buenos argumentos para evaluar la justicia de la política de impuestos en Cuba. ¿Los impuestos son justos, como para permitir el aumento del nivel de vida de los ciudadanos al mismo tiempo que aumenta el bien común, o son atracos a los contribuyentes?
- Exponer de forma clara y palpable los beneficios obtenidos del pago de impuestos. La redistribución de la riqueza, de forma equitativa, dando acceso a mejores y mayor cantidad de beneficios de parte del Estado, mejora el ánimo de los ciudadanos para pagar impuestos. Pero no bastará con enunciar los mismos servicios que teníamos cuando no los pagábamos y que se brindan de forma gratuita en cualquier otro país (educación, salud, deporte). La verdad es que ahora, incluso, se han eliminado algunas gratuidades. Hará falta decir por ejemplo: que ha aumentado la calidad de esos servicios, que las fuerzas del orden tienen más recursos para proteger a los ciudadanos, que tenemos más seguridades brindadas por el Estado, que ha mejorado la alimentación en los hospitales, el servicio de agua potable, o el transporte público. Si se saben y experimentan los beneficios obtenidos como consecuencia del pago de impuestos, los ciudadanos se irán educando en su cumplimiento.
Es misión de toda la sociedad, educar para aumentar la cultura tributaria, o mejor: del contribuyente. Claro que para presentar los argumentos anteriores, es necesario que sean verdaderos y evidentes para los ciudadanos. Si se puede convencer a los cubanos de que los impuestos son su aporte a la nación, que al pagarlos se convierten en sujetos de derechos respetados por el Estado, que la ley que los establece es justa y que los beneficios emanados se corresponden con las contribuciones exigidas, no será difícil la misión de educar.
En la medida en que cambie la realidad en el sentido de que se obtengan más logros educando, el Estado obtendrá no solo los beneficios de los impuestos pagados, sino además el plus de la disminución del descontento popular.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de
Convivencia.
Reside en Pinar del Río.