En 1994, en Pinar del Río, la más occidental de las provincias de Cuba, y no solo en lo geográfico, providencialmente coincidieron en su nacimiento dos obras que han marcado la historia de Vueltabajo.
Hace 30 años que el genio de Pedro Pablo Oliva creaba su obra cumbre, aquella que ha sido considerada el “Guernica de Cuba”, aquella que fue naciendo como los documentos antiguos e imperecederos como la Biblia, cuando no había libros, desenrollando el lienzo sobre el piso de una modesta casa en un barrio periférico de Pinar del Río.
Se trata de “El Gran Apagón”, el más fiel testimonio de aquel país apagado, sin nadie en la tribuna, con un Martí empequeñecido y extrañado, en el que se mezclan dentro de un enorme refugio, contra invasiones destructivas que nunca llegaron. La destrucción invasiva vino desde adentro.
Tenía que ser enorme el lienzo, enormes las fauces de la fiera, en contraste con el pequeño personaje audaz que, en la larga pértiga del tiempo, lleva haciendo equilibrios entre dos animalejos que lo acosan de ambos lados. Difícil reto de los que intentamos vivir en la medianía aristotélica: in media virtus.
En el medio está la virtud… no en “la cerca”, sino en ser fiel en mantener la distancia de los extremos, sean cuales sean. La virtud cívica está en esa moderación de la templanza centrista donde rigen la sabiduría y la prudencia política, pero también, como en el “Apagón”, las circunstancias y ese luchar contra los extremos, te van colocando, sin tú buscarlo, en una peligrosa y tambaleante pértiga en el “margen”, y en el vértigo de lo más alto de la situación que se vive y que el artista narra con absoluto realismo mágico, como corresponde a una obra imperecedera de la cultura cubana.
Aquel “Apagón” continúa hoy incrementado. Lo imperecedero de la obra pictórica pareciera una profecía cumplida por unas terribles y agónicas tres décadas. Pero, hay que buscar siempre los “peros”, que son como el grito de la asfixiada conciencia crítica. Hay “peros” agónicos y absurdos, pero también hay “peros” tozudamente esperanzados. Son los “peros” que adelantan el amanecer. En medio del “Gran Apagón”, Oliva planta como una semilla, un haz de luz. No es un caudillista foco deslumbrante, no es “la luz cegadora”, es una luz tenue, discreta, pero eficaz, es la luz que nos regala un cubanísimo quinqué. Su luz no enceguece, baña. No se enfoca en líderes, ilumina a la nación. Hay una reminiscencia de Antonia Eiriz en la vacía tribuna con micrófonos de su obra “Una tribuna para la paz democrática, 1968”. Pero Oliva supera a la excepcional artista cubana porque aquella tribuna está a “contraluz”, parece apagada, la noche cae sobre ella. Esa “noche no será eterna”, Oliva anuncia en su “Gran Apagón” que en el hondón del alma cubana siempre hay un quinqué de criollísima luz. Su obra resucita la tribuna de la Eiriz y la luz se esparce respetuosa sobre nuestra bandera y abre, como adelantada, la tribuna y los micrófonos a la luz que puede aportar cada cubano. Maestro Pedro Pablo, hoy el quinqué sigue encendido y la tribuna se ha multiplicado en las redes, en el vecindario, en el 11 de julio y el 17 de marzo… pero no solo en esos temblores telúricos que anuncian el arreglo de las fallas tectónicas de nuestra ciclónica Isla. En la mente, en el corazón y en la agonía actual de cada cubano, se mantiene milagrosamente incólume el quinqué de la esperanza.
Treinta años hace también que otra obra nació, un 3 de junio de 1994, en la Casa Obispado del Padre y Pastor Siro: era una ventana traslúcida para dejar pasar y esparcir la luz del quinqué de Oliva. Una ventana multicolor como el lienzo de Pedro Pablo. Nacía la revista sociocultural de inspiración cristiana que quiso llamarse Vitral. No quiso ser tribuna, sino cristal. Llevaba en sí misma la fragilidad del vidrio, el riesgo de la pértiga, y la moderada virtud de alejarse de los extremos en el contenido y el lenguaje.
Vitral quiso ser transparencia para dejar pasar por su ventana la luz que cada ser humano, cada cubano, lleva dentro. Como una rendija en la vieja cabaña de madera del Pinar, Vitral acogía y difundía, desde el oscuro interior de la cabaña, haces de luz mañanera en medio de la noche. Por eso su lema fue “La libertad de la luz”.
No quisieron sus creadores, un grupo de laicos católicos, encaramarse en la vieja tribuna para constituirse a sí mismos como “la luz de la libertad”. Eso sería volver a ocupar la tribuna de caudillos. Su vocación fue sencillamente ser frágil y transparente cristal para dejar pasar la pluralidad de colores del alma cubana. Y así fue. Se hizo la luz durante 13 años, hasta el día de la primavera de 2007. Porque los acosos de la pértiga nunca duermen, viven en las tinieblas. No resisten la luz. Mucho menos a “la libertad de la luz”.
Y el 15 de febrero de 2008 se abría otra ventana. Otra por el nombre, el diseño y el soporte. La misma por el contenido, la transparencia y la propuesta de las luces que dejaba pasar por su ventana para la Convivencia. Ese es su nombre y su programa. Su estilo de vida y su horizonte. Convivencia, fundada por parte de los que abrieron la ventana de Vitral, quiso seguir la saga y la estela que había abierto en toda Cuba y allende los mares, su antecesora intervenida. Y no murió la luz del quinqué cubano y pinareño.
Convivencia superó los 78 números de aquella Vitral, y ya se acerca a celebrar su número 100. Pero no se trata de números, sino de fidelidad a un perfil editorial creado hace 30 años. Se trata de permanecer aquí. Se trata de evolucionar sorteando el vértigo de las inclemencias venidas de todos lados. Es una obra de coherencia, de equilibrio y de fidelidad a Cristo, a Cuba y a su Iglesia. A pesar de los pesares.
El 3 de junio celebramos un proyecto de 30 años. En las circunstancias del gran apagón de Cuba mantener un haz de luz no es tarea fácil. Hay tenacidad adaptativa, hay paciencia proactiva, hay audacia prudente y hay amor, mucho amor de entrega de la vida.
Queremos, al celebrar, con este número 99, los treinta años de hacer revistas para la luz del cubano quinqué, agradecer de todo corazón y con toda el alma a los que hace tres décadas, en medio del apagón nacional, creyeron que se podía abrir una ventana, creyeron en la fuerza de lo pequeño y en la fecundidad de la semilla: las semillas del quinqué, del Vitral y de la Convivencia. Queremos recordar entrañablemente al Obispo Siro, mecenas y protector de Vitral hasta que pasó de la pértiga al Cielo, desde donde nos bendice en Convivencia, como lo dijo en reiteradas ocasiones públicas y privadas, después de su apresurado retiro. Agradecemos a todos y cada uno de los colaboradores que escribieron, que diseñaron, que hicieron las versiones digitales de estas dos pupilas de una misma mirada a la Cuba de hoy y a la del futuro. Agradecemos a los que, durante treinta años, fotocopiaron, empaginaron, presillaron, a los mensajeros que distribuyeron casa a casa, provincia a provincia desde Mantua hasta Baracoa, en toda Cuba y en la Diáspora.
Agradecemos a cuantos compatriotas y amigos privados sostuvieron y sostienen a ambas alas de este mismo vuelo de luz en libertad. Agradecemos, como cristianos, también a cuantos nos acosaron, difamaron, discriminaron e intervinieron, nos han regalado la oportunidad incomparable de sufrir por Cristo y por Cuba, quizá sin saberlo, nos ayudaron a crecer, a madurar, porque éramos, como laicos, “hombre del mundo en el corazón de la Iglesia y ahora somos, además, “hombre de Iglesia en el corazón del mundo”, de la sociedad civil cubana. Como en Pentecostés, salimos del cerrado cenáculo a la intemperie del mundo. Lloviendo y sin paraguas hemos sido, por la Gracia de Dios, fieles a nuestra vocación de laicos cristianos y de patriotas cubanos. Agradecemos, sobre todo, a los fieles y entrañables lectores que han estado pendientes durante todos estos largos y difíciles años, de todas las latitudes, formas de pensar, de creer y de querer. Ustedes son nuestro mejor regalo de este cumpleaños.
Y primero, y sobre todo, gracias a Dios, y a su Hijo Jesucristo, el Único Señor de la historia, el Único Fiel. El Único Pastor. Él es la Luz. Él es nuestra Libertad y nuestro Libertador. Él que es la Puerta y la Ventana. Él que es el más multicolor Vitral y el Sol de Justicia. Gracias a Dios que es Él mismo la Convivencia Plena: en la paternidad de la Creación, en la fraternidad de la Redención y en la plenitud del Espíritu del Amor.
A Él y solo a Él, sea la gloria, la alabanza y la acción de gracias, ahora y por siempre.
Pinar del Río, 3 de junio de 2024
30mo. aniversario del proyecto Vitral-Convivencia