Editorial 74: Cuba: La hora del protagonismo de la sociedad civil

Foto tomada de Internet

Hace 26 años, en noviembre de 1994, fue presentada una ponencia en la V Semana Social Católica en La Habana cuyo título es “Reconstruir la sociedad civil, un proyecto para Cuba”. Nadie, o casi nadie, hablaba de “sociedad civil” en la Isla-aislada. Era un tema tabú, casi prohibido, mirado con reservas solo por unos pocos académicos, desconocido o confundido por una inmensa mayoría de cubanos.

Pero muchos países de Europa y América tomaban conciencia de la importancia decisoria del tejido de las organizaciones intermedias entre el ciudadano y el Estado. El concepto había avanzado, delineándose, precisándose. Unos decían que sociedad civil era lo que no era militar. Otros, que solo era el conjunto de las organizaciones no gubernamentales (ONGs). Otros incluían a las empresas y a los partidos políticos que no estaban en el poder. Algunos excluían a los partidos. Casi todos en aquella época en Cuba experimentábamos que sobre el ciudadano aislado y en indefensión jurídica, caía todo el peso del enorme aparato del Estado totalitario. Ante esta soledad moral había que adaptarse o marcharse, aunque siempre hay un “resto fiel” a su conciencia que permaneció y no se adaptó a esa forma de vida. Es la pequeña luz en la oscuridad: familia, grupos de amigos, iglesias.

Una sociedad civil incipiente comenzó a engendrarse, unos tenues hilos que se entretejían lenta y temerosamente. Un civismo embrionario, un Centro de Formación Cívica y Religiosa (1993-2007) y su revista Vitral (1994-2007), otras publicaciones católicas, y algunas iniciativas más, fueron compartiendo “la libertad de la luz”. Como en el Seminario San Carlos de los tiempos del Padre Varela, como en los tiempos de apostolado de José Martí en el exilio, con los tabaqueros de Tampa y en el Instituto San Carlos de Cayo Hueso, en los años noventa algo se movía en Cuba. Ya germinaban semillas como aquella primera Comisión de Derechos Humanos de los 70 y 80, minúscula como la semilla y fuerte como su embrión.

Luego vinieron los movimientos y partidos, y surgieron también intentos de concertación como Consenso, Concilio Cubano, el Proyecto Varela, la Asamblea de la Sociedad Civil y tantos otros, aquí y en la Diáspora; las Damas de Blanco, que dieron un testimonio tal ante el mundo que alcanzaron con la ayuda de muchos, la libertad de sus esposos, hijos, parientes. Fueron los que creyeron en la fuerza de lo pequeño, en la eficacia de la semilla, en la luz de la cerilla, en la soberanía del alma. Se iban delineando los órganos del cuerpo aún germinal de la sociedad civil, luego se fueron diferenciando los tejidos y las funciones vitales, cada parte del cuerpo fue descubriendo que la unidad no era que todos seamos mano, o pie, o cerebro, que la unidad del cuerpo humano y social está en la diversidad de funciones y en la pluralidad de métodos y estilos.

Poco a poco, hemos ido madurando los dos pulmones para buscar juntos el aire de la libertad, los dos ojos para ver y analizar la realidad, los dos oídos para prestar atención y escuchar el clamor de nuestro pueblo… y hemos ido aprendiendo, muy poco a poco, muy traumática y dolorosamente, que ser diversos no desune, que la diferenciación de servicios de las diferentes partes del mismo cuerpo de la sociedad civil es una riqueza imponderable. Que entre todos, en armonía polifónica, podemos ser uno en los fines, en los propósitos y en los reclamos. Podemos ser uno en la diversidad, en el largo y plural camino hacia la libertad.

Los partidos políticos de oposición han cambiado su concepción, transitando del seguimiento a los líderes a la defensa de sus programas. Aún queda camino, pero hay mayor conciencia. No veamos solo las manchas del sol. Es difícil discernir el amanecer.

Los blogueros, los tuiteros, los cubanos del Facebook, pudieron abrir Cuba a la transparencia y a la información independiente, al periodismo ciudadano, a los reporteros informales en el mismo lugar de los hechos, con veracidad, inmediatez y multiplicidad de ángulos de opinión. Cuba no es igual, en este sentido, antes y después de la autorización primero de los teléfonos móviles y del internet después. Esto quebró definitivamente el totalitarismo de los medios de comunicación del Estado, el hegemonismo de la noticia dada por las agencias de prensa extranjera que en un tiempo desempeñaron el servicio de la única ventana abierta en un país cerrado, pero que poco a poco fue amordazada a cambio del permiso de acreditación y que hoy han pasado a ser, en solo algunos casos, una especie de amplificación de la primicia de las noticias y los análisis que ya, hoy, asumimos más de veinte medios de comunicación independientes.

Las mujeres y sus diversos movimientos, el empeño de integración racial, los grupos LGBTI, los trabajadores por cuenta propia y los sindicatos o esfuerzos gremiales, los grupos en defensa de la naturaleza y los animales, los taxistas y otros transportistas por cuenta propia que han paliado eficazmente la crisis de transporte público, los empeños de educación informal, complementaria, alternativa de congregaciones religiosas, parroquias y otros como los repasadores particulares, intelectuales, escritores y sobre todo, artistas, han ido perfilando el rostro, el corazón, el alma y la acción de Fuenteovejuna.

El diario gorjeo de Twitter, los post en Facebook, los canales en YouTube, los chat en WhatsApp, en Signal y en otras muchas plataformas digitales de la gran red de redes, son hoy los ojos, los oídos, la información, la investigación y el análisis de una Cuba en medio de un creciente milagro de transparencia. Una prueba de que estos ya no son esfuerzos aislados de beneméritos francotiradores que abrieron el camino a base de mucho sacrificio, resiliencia ante la creciente represión y permanencia en la Isla o conectados en la Diáspora, son las dos recientes Declaraciones de una veintena de medios independientes que han logrado ponerse de acuerdo en lo esencial, en lo urgente, en lo importante, y han aparcado sus diferencias en perfiles editoriales, metodologías, soportes, estilos.

Los logros de ese trabajo conjunto, conectado, que no necesita de reuniones físicas, viene siendo creciente y más eficaz y visible a partir de la campaña del “No” en el Referendo Constitucional, la marcha LGBTI, la marcha de los defensores de animales, el encarcelamiento de Quiñones, de Ferrer, de Alcántara.

La liberación del artista Luis Manuel Otero Alcántara, joven mulato activista de la sociedad civil cubana, ha sido, quizá, la confirmación más convincente y visible del poder de la sociedad civil. No nos detengamos, pero disfrutemos de estos éxitos que validan la afirmación de que la sociedad civil es el nuevo nombre de la democracia, de una democracia de calidad, de una gobernanza eficaz y del ejercicio de la soberanía ciudadana.

Celebremos estos logros, permanezcamos alertas y comprometidos, no olvidemos a los demás presos políticos y de conciencia, no olvidemos las crecientes necesidades materiales y espirituales de nuestro pueblo… pero sobre todo, aprendamos la moraleja: “Sin solidaridad no hay libertad” como dijo en Polonia el Papa san Juan Pablo II. Cuba también tiene “el poder de los sin poder”, como decía Václav Havel. Este es el protagonismo de la sociedad civil que ya no es incipiente en Cuba, que es creciente y conectada. Funcionan las redes sociales junto a la presión internacional y los métodos pacíficos de discrepancia y lucha por la libertad.

Hemos comenzado una nueva etapa entre muchos y diversos, aquí y ahora. Parecía imposible hace solo dos años, pues no. Es otro milagro del amor por Cuba. Es otra etapa en la madurez de la sociedad civil, otro esfuerzo de unidad en la diversidad y otro escalón en la ardua subida hacia una República con todos y para el bien de todos, plural y cordial, incluyente y amorosa.

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