En su condición de Isla por los avatares de su historia, Cuba ha estado signada por sucesivos exilios. Cada uno de ellos ha tenido sus causas y sus consecuencias, pero hay un denominador común: cada vez que la Isla ha sufrido de falta de libertad y su consecuencia principal que es la pobreza material, moral y espiritual, se han provocado éxodos directamente proporcionales a la gravedad de la crisis sufrida.
En efecto, en la medida que se coartan las libertades civiles, políticas, culturales, sociales y económicas, y se violan los derechos fundamentales inherentes a nuestra condición humana, comienzan a crecer los deseos de escapar, de huir de la miseria, de la crisis de valores, de la desesperanza, de la falta de proyectos. Ha ocurrido en la etapa colonial que, sin embargo, atrajo a Cuba a muchos peninsulares en busca de una nueva vida y de emprender en la Isla.
Los exilios han ocurrido en Cuba durante las guerras de independencia, especialmente para aquellos que, oponiéndose a la dominación española, criticaron, escribieron, conspiraron y lucharon por la libertad. Ocurrieron durante las dos dictaduras sufridas durante nuestra República: eran exilios debidos a la oposición activa a quienes oprimieron y persiguieron a los luchadores por la libertad. Fueron exilios limitados, generalmente de poco tiempo hasta que fueron restituidas las libertades y derechos, períodos de prosperidad y desarrollo que, hay que decirlo todo, provocaron la recepción en Cuba de migrantes de diversas nacionalidades que hicieron aquí su vida y disfrutaron de las bellezas naturales y el avance de Cuba en casi todos los ámbitos de la vida nacional.
Sin embargo, casi inmediatamente después de 1959, comenzaron sucesivas oleadas de éxodos masivos que han sido imparables hasta hoy. Es más, que han ido creciendo tan desmesurada y rápidamente que la población cubana ha decrecido en millones de habitantes, según cálculos académicos fiables. Los datos demuestran fehacientemente que los éxodos masivos de cubanos durante estos 65 años de totalitarismo han superado y multiplicado innumerables veces la suma total de todos los exilios anteriores. Es una catástrofe silenciosa de consecuencias inconmensurables para el futuro de nuestro país: Cuba se desangra. El país se empobrece, la nación está en fuga.
Si hemos comprobado que el denominador común que ha provocado nuestros exilios sucesivos ha sido la falta de libertad, de derechos y oportunidades para progresar, entonces podemos concluir, una vez más, con lo que el mundo entero sabe, pero que parece que nadie le hace caso, que el tan desaforado éxodo de las últimas seis décadas tiene una raíz y causa: la falta de libertad total. Eso es el totalitarismo: el control minucioso de todos los ámbitos de la vida personal, familiar, vecinal, laboral, estudiantil, eclesial, social, cultural.
No habrá estabilidad regional, ni se podrá detener o disminuir el éxodo masivo desde Cuba, mientras esa causa raigal que es el totalitarismo permanezca como sistema político y como modo de vida en la Isla. Pensar que se puede estabilizar o disminuir este tipo de migraciones de origen político, aunque se manifieste o se revista de económico, es desconocer, despreciar o, incluso, ayudar a conculcar, lo que constituye parte de la esencia de la condición humana: las ansias de libertad y de progresar en la vida. Eso es imparable, imborrable, inocultable. Se puede disimular, entretener, esconder, soterrar, reprimir, pero las ansias de libertad, como el agua en canasta, busca el menor resquicio, las más inimaginables formas de escurrirse, de buscar nuevas rutas hacia el mismo destino, de presionar todas las puertas, todos los muros, todos los trámites.
Todo país que ame la libertad debe reconocer esta indisoluble relación entre la falta de libertad y los éxodos masivos. Es una falta de visión, de coherencia y de aprecio de la libertad suponer que los cubanos se resignarán a vivir sin libertad en la más espantosa miseria material y espiritual, sin buscar cambiar su vida. Y, además, mientras más se cierra dentro, más se escapan fuera. Mientras más se reprime y mientras se perciban más lejanos los cambios sustanciales, más y más cubanos optan por huir antes de caer en las ergástulas de su país.
Por tanto, la única solución definitiva, perdurable y segura a los éxodos masivos cubanos, y de cualquier país, es enfocarnos en trabajar por la libertad, por cambiar la forma de vida en que el totalitarismo o los autoritarismos de cualquier tipo, nos conculca la libertad que es la causa primera y última de los éxodos masivos e imparables en el tiempo.
El XXIII Congreso Anual del Centro Cultural Cubano de Nueva York, que sesionó el 17 de noviembre en la Universidad de Columbia, estudió este año el tema “Los exilios de Cuba”. Participaron eminentes académicos de las universidades de La Sorbona, Harvard, Columbia, México, FIU, y otros, quienes compartieron, a partir de sus investigaciones, sus visiones acerca del fenómeno de los exilios de la Isla del Caribe, sus causas y consecuencias.
Por cuarto año consecutivo, dos de forma digital, y los últimos dos presenciales, el Centro de Estudios Convivencia, representado por dos miembros de su consejo directivo, ha podido participar activamente en estos congresos en el marco del convenio de colaboración académica entre el Centro Cultural Cubano de Nueva York y el Centro de Estudios Convivencia.
La revista Convivencia se honra en publicar en este número, como en el congreso anterior, las conferencias e intervenciones de tal evento de pensamiento y propuestas para el futuro de Cuba. Publicar la enorme riqueza del pensamiento cubano en la Isla y en la Diáspora en nuestra publicación, no solo en un honor y un placer, sino y, sobre todo, el cumplimiento de un deber cívico sagrado. El de dar nuestro aporte a la educación para la libertad y la responsabilidad ciudadana de todos los cubanos, aportar el pensamiento que se genera en el think tank de Convivencia, y participar en el pensar, el prever y el comenzar a delinear el futuro libre, próspero y feliz de Cuba.
Pinar del Río, 15 de diciembre de 2024