Cuba se encuentra en un dilema. Necesita cambios estructurales y el miedo al cambio la paraliza. Está en una crisis económica terminal y no quiere abrirse a los cambios políticos. No se quiere traspasar el poder aunque le cueste a Cuba el tener y el ser. Cuba está con dolores de parto. No sabe a ciencia cierta qué va a parir… ni cómo será el parto. Porque los ginecólogos y los obstetras no se ponen de acuerdo. Unos por miedo a que muera el niño y otros por miedo a que muera la madre. Unos por salvar a los progenitores y otros para que la nueva criatura vea la luz.
Lo peor de todo es que el tiempo se termina para ambos. Se acaba el tiempo de bordear el precipicio, como se ha reconocido oficialmente.
Ante esta gestación, largamente deseada, esperada y retardada, el gobierno ha decidido hacer limitadas reformas económicas sin abrir el marco jurídico para los derechos de propiedad, de gestión empresarial amplia y decisiva, ni para las libertades cívicas y políticas.
La urgencia de la crisis, la debilidad de las propuestas y la tardanza voluntarista, no deben paralizar a los ciudadanos de ninguna de las formas de pensar, de crear, de creer, de actuar y de cualquier lugar filosófico, político o geográfico donde nos encontremos. Cuba es la que está en peligro: su identidad, su soberanía, su futuro y su progreso.
Muchos se lamentan y pocos se disponen a producir pensamiento para Cuba, escenarios viables, propuestas de salidas creíbles, alternativas posibles y eficaces. Es verdad que primariamente depende de los que ostentan el poder de decisión total, pero también es verdad que es responsabilidad de todos y cada uno de los cubanos que ese poder no se abra a la urgencia y a la reconstrucción de Cuba.
Se convoca al trabajo, pero parece que solo se refieren al trabajo de la producción material. Es necesario ampliar este concepto del trabajo para Cuba: Unos a trabajar produciendo bienes y servicios, otros a orar, o a generar pensamiento, otros a mediar, negociar y proponer; todas formas de trabajar. Todos a participar y a ejercer el criterio, expresando con libertad y proponiendo con responsabilidad soluciones e iniciativas en todos los aspectos de la vida de la Nación, así como en su dinámica global.
Se ha reducido el debate a la economía del país. Y se han reducido las soluciones para la crisis económica a lo que el mismo ministro de Economía ha llamado chinchales; a los que, según él, no hay que tener miedo porque no pueden competir con el Estado que sigue centralizando, planificando y diqueando tanto el sector estatal como el no-estatal, para usar el mismo lenguaje eufemístico de los bien llamados Lineamientos. ¿A qué, entonces, es a lo que hay que temer, según el ministro? ¿A la libertad de empresa?
Cuba necesita espacios para crear, trabajar y solucionar, no líneas como raíles de ferrocarril que vienen de arriba para buscar debate de apoyo abajo. Y además, tienen que ser explicados y exorcizados por el mismo ministro de Economía, nada menos que a los diputados al Parlamento cuyo nombre debería indicar: espacio donde se parlamenta, se negocia, se consensa, se discrepa, se mejora, se rechaza, no donde primordialmente se le explica desde la tribuna a los que están debajo. Son los diputados los que deberían explicar al ministro, y exigirle y enmendarle y desaprobarle si fuera necesario, en un parlamento normal.
Libertad y responsabilidad ciudadana
Es bueno y urgente reconstruir lo que queda de economía cubana. Pero nadie remienda ropa vieja con paños nuevos, porque el paño nuevo agrandará la rotura. Y nadie echa vinos nuevos en odres viejos porque el vino nuevo rompe la vasija vieja y se desparrama el vino. El vino nuevo se echa en vasijas nuevas, así se conservan el vino y las vasijas (Mt.9, 16-17). Ni tampoco hay que separar antes de tiempo el trigo de la cizaña (Mt.13, 30).
Medio siglo ha servido para demostrar la ineficacia de un modelo que se ha negado y rectificado, vuelto a corregir y actualizar. El problema no es la aplicación del modelo. Es la esencia del modelo, sus elementos constitutivos: la centralización autoritaria y voluntarista; la estatización de la propiedad y la gestión; la planificación alienada de recursos y necesidades; el bloqueo a la iniciativa privada y a las verdaderas cooperativas independientes; la corrupción moral y administrativa; y la primacía de las decisiones políticas sobre las normas morales, económicas y sociales. Todos estos fundamentos del modelo han sido ratificados inconfundiblemente en los seis primeros Lineamientos Económicos y Sociales, que parecen ser, y son presentados, como el máximo de reformas propuestas y no obstante, temidas.
Como se puede apreciar evidentemente, esto no se arregla con listas de trabajo por cuenta propia, reducidísimas, listas al fin, dádivas insignificantes de permisos del único dueño y empleador, que no son más que oficios medievales que no rozan ni levemente los elementos constitutivos del modelo que no funciona.
Economía y antropología
La economía se arregla con economía. Y la economía es una ciencia social. Luego humana. Y si la economía es una ciencia humana y social no puede prescindir, ni bloquear, ni manipular los elementos constitutivos del ser humano.
La persona humana, sujeto y fin de la economía y de toda la convivencia social, solo puede ser sujeto de la economía y de todo proyecto humano, si puede gestionar su vida y tejer sus relaciones sociales, cuando goza de la plenitud de sus capacidades, de sus libertades y derechos. Por tanto, todo intento de actualización de cualquier modelo económico, político o social fracasará sin remedio si prescinde, restringe o bloquea las capacidades, libertades y derechos de los potenciales participantes en esos modelos.
No hay desarrollo económico sin libertades civiles y políticas. No hay libertades civiles y políticas auténticas sin libertades económicas y oportunidades reales.
Porque economía sin libertad da miseria humana y material. Lo dice nuestra experiencia de 52 años y el fracaso de todos los sistemas totalitarios y verticalistas.
Por otro lado, todo modelo con libertades económicas y políticas sin responsabilidad ética y cívica, sin regulaciones jurídicas, produce el caos y las crisis que generan injusticias, desigualdades y desestabilización global. La trayectoria de todas las crisis del capitalismo nos lo recuerdan periódicamente.
Amartya Sen, de quien se ha dicho que al combinar las herramientas económicas con las filosóficas ha restaurado la dimensión ética del debate sobre los problemas económicos más vitales.(Real Academia Sueca. Anuncio del Premio Nobel de Ciencia Económica, 1998). Y además, que sus escritos han evolucionado la teoría y la práctica del desarrollo al demostrarnos que la calidad de nuestras vidas debe medirse no por nuestra riqueza, sino por nuestra libertad. (Kofi A. Annan. Secretario General de la ONU.), ha abordado este tema con la siguiente profundidad a tener en cuenta también en Cuba:
La libertad es fundamental para el proceso de desarrollo por dos razones distintas:
1. La razón de la evaluación. El progreso ha de evaluarse principalmente en función del aumento que hayan experimentado o no las libertades de los individuos.
2. La razón de la eficacia. El desarrollo depende totalmente de la libre agencia de los individuos. (Sen Amartya, Desarrollo y Libertad, 1999, p. 19-28. Introducción: El desarrollo como libertad.)
Economía y libertad son indivisiblemente complementarias de un mismo sujeto antropológico. Que no puede ser sujeto de mecanismos económicos manipulados desde arriba que le impiden o bloquean sus capacidades de emprendedor, sus libertades de ciudadano y sus derechos de propietario y generador de riquezas materiales y espirituales. Por eso la síntesis dialógica entre economía y libertad favorece el desarrollo humano integral.
La expansión de la libertad es tanto el fin primordial del desarrollo como su medio principal. El desarrollo consiste en la eliminación de algunos tipos de falta de libertad que dejan a los individuos pocas opciones y escasas oportunidades para ejercer su agencia razonada
El desarrollo exige la eliminación de las principales fuentes de privación de libertad: la pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el abandono en que pueden encontrarse los servicios públicos y la intolerancia o el exceso de intervención de los Estados represivos.(Sen Amartya, Desarrollo y Libertad, 1999, Prólogo p. 16 y en Introducción: El desarrollo como libertad p.18 y ss.)
Si el ser humano no es una tienda por departamentos, entonces ningún modelo puede funcionar convirtiendo el trabajo y la libertad en cantones en conflicto total y voluntarista. No funciona ni funcionará ningún modelo económico que divida en circunscripciones antagónicas el ser parte del sentirse parte de las estructuras productivas. No funciona ni es psíquicamente sano sentirse parte de algo en lo cual uno no sea parte. Va contra natura.
Es también antinatural dividir en demarcaciones estancas la capacidad de gestión empresarial y la propiedad individual o cooperativa. Tener capacidad económica es tener propiedad, derecho y libertad para disponer sobre los medios, la gestión, las riquezas producidas y la distribución social de las mismas, y esto no funciona con miedo a la expropiación, la confiscación o la intervención inapelable del Estado.
El miedo, y su inseparable hermana gemela, la desconfianza, tienen un gran impacto en los mecanismos económicos y sociales. Con incertidumbre disminuye la inversión. El miedo es el mejor disuasor de los emprendedores. La desconfianza es la carcoma de las empresas y de los negocios. Economía sin dimensión antropológica, aunque sea primaria o esencial, no funciona. Igual que economía sin dimensión humana y sin justicia social no es éticamente aceptable.
El mundo no es el paraíso. Un modelo económico funciona pero genera injusticias. El otro modelo económico genera injusticia porque no funciona. Al que funciona porque respeta la libertad le falta todavía más responsabilidad social. Al que no funciona le falta todo porque no puede exigir responsabilidad sin respetar la libertad y los derechos.
Los desafíos para un nuevo modelo en Cuba
El desafío está claro: construir, con la participación de todos, un modelo que levante todos los bloqueos y logre una síntesis vital:
– entre libertad y responsabilidad;
– entre propiedad privada y responsabilidad social.
– entre el respeto a los mecanismos del mercado y el respeto a las regulaciones subsidiarias del Estado.
– entre productividad y solidaridad;
– entre gestión empresarial y empoderamiento ciudadano;
– entre el trabajo y el descanso;
– entre el salario y el deber de los contribuyentes;
– entre la inversión extranjera y la participación local y nacional;
– entre promoción de las pequeñas y medianas empresas y la apertura a la globalización de la economía.
Así lo expresa Amartya Sen, economista bengalí, Premio Nobel de Economía 1998:
Entre los retos fundamentales del desarrollo se encuentran en la actualidad la necesidad de liberar al trabajo de las ataduras explícitas o implícitas que le niegan el acceso al mercado de trabajo abierto. Así mismo la denegación del acceso a los mercados de productos suele ser una de las privaciones que sufren muchos pequeños agricultores y esforzados productores a causas de los sistemas y restricciones tradicionales. La denegación de la libertad para participar en el mercado de trabajo es una de las maneras de mantener a los individuos en la esclavitud y la cautividad. (Sen Amartya, Desarrollo y Libertad, 1999, p. 19-28. Introducción: El desarrollo como libertad)
Los escenarios
Quedan entonces, por lo menos, dos escenarios posibles:
– abrir las reformas económicas con sus inseparables libertades cívicas y políticas. Abrir las oportunidades jurídicas para desarrollar la plenitud de las capacidades humanas y sociales, tanto de los individuos como de los grupos corporativos de la sociedad civil. Hacer la síntesis que nos proponen los desafíos sin pérdida de tiempo. Este sería el camino pacífico más lejano de los exabruptos y las violencias.
– O, aferrarse a las tímidas concesiones limitadísimas que desconocen la dimensión antropológica de la economía, bloquean la capacidad de autogestión de los ciudadanos, restringen las libertades cívicas y políticas y desechan olímpicamente las leyes intrínsecas del mercado y del Estado de Derecho. Este escenario desencadenará, aún sin quererlo, una fuerza negativa, explosiva y violenta; o por lo menos un caos de ingobernabilidad que abriría irremediablemente a las reformas políticas y a la apertura de los derechos económicos plenos, las libertades civiles y políticas y el pluralismo sistemático y estructural. Este escenario sería mucho más peligroso y traumático.
Pueden generarse otros escenarios, pero siempre deben respetar la dimensión antropológica y el tiempo. Es éticamente inaceptable convertir a una Nación entera en un campo de experimentación. Es una irresponsabilidad capital y un genocidio. La historia es testigo y debe ser maestra.
El tiempo
El tiempo es otro factor: antropológico y económico. No se puede jugar con él. Pasa la cuenta y cobra sus intereses.
La máxima irresponsabilidad del Estado es desconocer la unidad intrínseca y las capacidades de la persona humana. En manipular la vida de sus ciudadanos y disponer de nuestro tiempo sin plazos razonables y hacer de la sociedad un laboratorio de experimentación contra la naturaleza humana. La máxima irresponsabilidad de los ciudadanos es hacer dejación de su libertad y dejarse manipular como conejillos de Indias para probar actualizaciones de algo que probadamente fracasó.
El tiempo lo dirá. Si antes las conciencias no producen el milagro. Porque hasta Dios respeta las capacidades y la libertad del ser humano. Hasta Dios confía en la persona humana y no le restringe ni su libertad, ni le bloquea la responsabilidad, ni se olvida de sus derechos. Por eso decimos que solo un despertar de las conciencias de los que pueden decidir sin violencia podrá producir el milagro que hace tiempo Dios mismo espera de nosotros los cubanos y cubanas sin exclusión.
Hagámoslo pacífica y gradualmente, pero de verdad.
Pinar del Río, 6 de enero de 2011
Fiesta de los Reyes.
En Cuba, único día en que los cabildos de esclavos gozaban de libertad de expresión y del espacio público.