La relación entre educación y desarrollo social, que asumió una importancia significativa durante la segunda mitad del siglo XIX, generó una corriente teórica que revolucionó la enseñanza en Cuba. José Agustín Caballero, Félix Varela y José de la Luz y Caballero —pioneros de las reformas educacionales en Cuba—, tuvieron un magnífico relevo en el siglo XX.
Una de esos retoños fue Dulce María Borrero (1883-1945), escritora, poetisa, bibliógrafa y pedagoga, hija del ilustre educador, poeta y ensayista, Esteban Borrero. Su inclinación al magisterio se incubó, incubada en una familia de cuyo seno brotaron personalidades que colmaron a la cultura cubana de excelencias pedagógicas, científicas y artísticas. Ello fue resumido en una frase por el poeta nicaragüense Rubén Darío: “aquella era una familia de artistas”.
En el espacio de tiempo que transcurrió el tránsito de la colonia a la República irrumpió el debate acerca de las potencialidades axiológicas y transformativas de la enseñanza. En junio de 1901, el Gobierno de Ocupación, con la Orden 267, estableció la enseñanza cívica: primer paso para la puesta en práctica de la asignatura Moral y Cívica, encaminada al desarrollo del sentido ético del deber para la vida.
Mientras las libertades refrendadas en la Constitución de 1901 y el asociacionismo cívico propiciaron la participación de la intelectualidad cubana en los debates acerca de los problemas teóricos de la enseñanza. Los integrantes de la Sociedad Cubana de Estudios Pedagogos, imbuidos en el perfeccionamiento del sistema escolar cubano, desempeñaron un meritorio papel en el estudio de las corrientes pedagógicas internacionales y su adaptación a la realidad cubana. Entre ellos destacó Dulce María Borrero.
Estudiosos de la educación como Pestalozzi [1], Dewey[2] y Jean Piaget,[3] entre otros teóricos de la pedagogía, devinieron fuentes de inspiración para el debate sobre las deficiencias de la enseñanza en Cuba. Un ejemplo de ello fue la Escuela Nueva, que en la concepción de Dewey enfatizaba la libertad y autonomía del niño, y afirmaba que solo se podría alcanzar la plena democracia a través de la educación y la sociedad civil. Esta idea influyó en Dulce María, quien llegó a proponer en Cuba el trato al niño como sujeto del aprendizaje y de la educación al servicio de la vida. En una conferencia dictada en 1938, titulada Nuevo sentido de la misión del maestro en la Escuela renovada, consideró a la Escuela Nueva como una reacción positiva contra el “rutinarismo” de la metodología pedagógica tradicional, y se pronunció por la reforma de las Escuelas Normales cubanas creada en 1916.
La prensa especializada, en la que Dulce María participó, manifestó la admiración por las ideas de Pestalozzi acerca de que los niños deben aprender a través de la actividad, ser libres de perseguir sus propios intereses y deducir sus propias conclusiones. En la Revista de Instrucción Pública, de la cual fue redactora entre 1926 y 1928, publicó textos como: “Misión suprema y supremo deber del maestro”, “Las Escuelas Normales de verano”, “La vida del niño campesino de Cuba”, “Viajes de instrucción a los maestros”, “La ornamentación de la escuela”, “Instrucción complementaria del maestro”, “La cooperación de los maestros y los padres de familia”, y “La vocación y la escuela”. Todos conforman un compendio de observaciones, criterios y propuestas para elevar el nivel de la pedagogía cubana.
En las primeras dos décadas del siglo XX Dulce María —además de su labor docente, la dirección de escuelas en la comunidad de Puentes Grandes (La Habana), y de la Revista de Instrucción Pública—, fue auxiliar de grandes maestros como Carlos de la Torre, cofundadora de la Academia Nacional de Artes y Letras, y participante activa en los congresos nacionales de mujeres, celebrados en 1923 y 1925, donde desempeñó un papel destacado como divulgadora de los intereses pedagógicos a favor de la escuela pública. Fue, además, autora de la iniciativa de celebrar en Cuba, a partir del 19 de junio de 1938, el día de los padres, tradición que se mantiene hasta hoy el tercer domingo de junio de cada año.
Uno de los temas de interés fueron las escuelas rurales. Dulce María se pronunció a favor de su generalización debido a su necesidad de Cuba, país agrícola, como única fuente por la que los campesinos podían tener acceso a la educación y a la cultura. De esa preocupación de la sociedad civil, en 1935 se creó el movimiento “pro escuelas rurales”, y al año siguiente, bajo la presidencia provisional de José Agripino Barnet, [4] bajo el Decreto No. 620 se autorizó al Jefe del Ejército a designar militares para enseñar en esos lugares. Fue el primer gran esfuerzo de alfabetización rural en Cuba,[5] Y en 1941, como consecuencia de los debates acerca de la teoría de la enseñanza con el propósito de incorporar los métodos pedagógicos más modernos, se inauguró la Escuela Normal Rural “José Martí” para el perfeccionamiento de los maestros rurales.
Los criterios de Dulce María con respecto a la proyección social de la educación se pueden resumir en: 1) la importancia vital del papel del maestro y de la educación dentro de la sociedad, y 2) el carácter formador de la escuela, en correspondencia con los requerimientos socioculturales del contexto histórico de que se trate. El primero entronca con José de la Luz y Caballero, quien había expresado: “Tengamos el magisterio y Cuba será nuestra”. A lo que ella añadió: “el único remedio a nuestros males está en la elevación progresiva de la mentalidad de las masas, en el pulimento del espíritu y la afirmación singular del carácter del cubano”.
Dulce María fue Presidente de Honor de la Asociación Nacional Femenina de Prensa, disertó varias veces en la Academia Nacional de Artes y Letras, impulsó la creación de Bibliotecas Populares, y fundó en 1937 la Asociación Bibliográfica Cultural Cubana.
Cuando rescatamos estos hechos y figuras de nuestra pedagogía, cae de su peso una pregunta: ¿por qué no se divulgan esos ejemplos no solo en las carreras pedagógicas, sino en las escuelas y a través de los medios de información? Porque de haberse divulgado, no hubiera sido posible presentar una historia donde todos los avances educativos fueron implementados después de 1959; ni ocultar el papel de la libertad de cátedra y de creación del profesorado cubano.
La Habana, 4 de septiembre de 2023
[1]Johan Heinrich Pestalozzi (1746-1827) pedagogo, educador y reformador suizo. Consideraba que a los niños no se les debe proporcionar conocimientos construidos, sino la oportunidad aprender sobre sí mismos mediante la actividad personal, basado en la necesidad de libertad en la educación.
[2]John Dewey (1859- 1952) pedagogo, psicólogo y destacado filósofo. Conocido como el “·padre de la educación renovada”.
[3]Jean William Fritz Piaget (1896-1980), psicólogo, epistemólogo y biólogo. Reconocido por sus aportes al estudio de la infancia y por su teoría cognitiva. Plantea que el pensar se despliega desde una base genética mediante estímulos socioculturales, así como el pensar se configura por la información que el sujeto va recibiendo y la incorpora de forma activa.
[4] José Agripino Barnet (1864-1945), político y diplomático cubano. Presiente provisional de Cuba entre diciembre de 1935 y mayo de 1936, en sustitución de Carlos Mendieta, quien renunció a la presidencia.
[5](https//www.ecured.cu/Escuelas_rurales_C%C3%Dvico_Militares)
- Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
- Reside en La Habana desde 1967.
- Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
- Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
- Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
- Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
- Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).