EL DIÁLOGO COMO ACTITUD FUNDAMENTAL ANTE LA CRISIS

Miércoles de Jorge

El diálogo es, sin duda, una de esas prácticas que ha de protagonizar las relaciones cotidianas de los cubanos, a nivel ciudadano e institucional. En un contexto en el que crecen las necesidades, y con ellas se dificultan las relaciones entre los diferentes actores sociales bajo las dinámicas de buenos y malos, amigos y enemigos, culpables y víctimas, entre otras que generan profundas tensiones sociales, el diálogo representa una alternativa que todos deberíamos valorar y practicar, para que la convivencia ciudadana sea más amena, respetuosa, productiva y pacífica.

Algunas de las cuestiones que dificultan el diálogo, y que tienen su raíz en el daño antropológico que sufrimos los cubanos a causa del gobierno totalitario al que hemos estado sometidos en los últimos sesenta años son: La falta de humildad, el egoísmo, la intolerancia, la ausencia de una cultura del respeto y de reconocimiento al otro, la violencia en todas sus formas de manifestación, entre otros. Hoy más que nunca, con un país en crisis y profundamente herido en términos espirituales, es sumamente importante cultivar la cultura del diálogo como base sobre la que edificar nuevas relaciones de convivencia, de respeto, de verdadera integración social. En tal sentido, algunos elementos a tener en cuenta son los siguientes:

  1. Asumir la responsabilidad de nuestros actos, sin escudarnos en la posible responsabilidad ajena. Ante los acontecimientos de la vida, hemos de ser autocríticos y responsables por nuestras actitudes y decisiones. No es sano escudarnos en la responsabilidad ajena, culpar a otros, alegar defectos o deficiencias ajenas para “disminuir” nuestra responsabilidad. Esa cultura no nos hace menos culpables, ni mejores personas; al contrario, incentiva la polémica, desvía la atención, involucra injustamente a otros. Es fundamental la responsabilidad personal ante cada decisión, asumir lo que nos corresponde, dar la cara, y de este modo, el diálogo es posible, de lo contrario los intentos de entendimiento y de buscar soluciones sobre la base del diálogo estarán condenados al fracaso.
  2. Es necesaria la sinceridad, la verdad sobre la mesa en todo momento. El diálogo que esconde la verdad, que se escuda, que manipula la realidad, que esconde elementos para favorecer a una de las partes implicadas no es productivo, no es sincero, no es verdadero, y no conduce a la paz social, a la sana convivencia, sino que siembra la semilla para la intolerancia, el desencuentro y la violencia. La verdad por delante; “la verdad nos hará libres” incluso cuando duela, incluso cuando implique asumir responsabilidades y retos indeseados, incluso cuando sospechemos que el otro no es sincero, debemos hacer nuestra parte e ir siempre con la verdad por delante. Esto es fundamental para el diálogo verdadero, para el entendimiento y la edificación de relaciones de respeto y amor.
  3. Asumir el reto con alegría y comprometidos en que lo fundamental es dialogar, es entendernos, es aprender unos de otros, es aportar a la buena convivencia y armonía ciudadana, es relacionarnos con los otros con respeto y amor. No importa si cedemos, no importa si somos desmentidos, no importa si nos equivocamos, no importa el orgullo personal, no importa el qué dirán. Sólo importa Cuba, sólo importan las relaciones de respeto hacia los otros, sólo importa construir una paz social y una amistad cívica cada día más fuerte y verdadera. Este es uno de los grandes retos para quienes creemos en el diálogo, para quienes queremos una Cuba mejor, donde se acaben los extremismos, donde dejemos de culparnos unos a otros, donde intentemos juntos mejorar los entornos en los que nos desenvolvemos a diario.

Dialogar es y será un reto para la Cuba presente y futura, no sólo a nivel de país, sino también en los pequeños espacios cotidianos en los que nos desenvolvemos. Dialogar es fundamental para la reconciliación, para el perdón, para crear consensos, para decidir el futuro, para transitar el camino al desarrollo y a una convivencia social verdaderamente humana. Dialogar es la garantía de la paz, de una transición buena para todos, de un cambio hacia adelante y para bien, de una sociedad con condiciones propicias para el desarrollo pleno de la persona. No aludamos este reto, asumamos la parte que nos toca y desde donde estemos, dialoguemos ser mejores personas y para construir mejores familias, barrios, escuelas, trabajos y país.

 

 


Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Licenciado en Economía.

 

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