Editorial 26: Después de la visita del Papa, ¿qué?

“Ustedes son y deben ser los protagonistas de su propia historia personal y nacional”.
(Juan Pablo II, Cuba 1998)
 
Las dos visitas de los Sumos Pontífices de la Iglesia católica, son hitos que muestran el paso adelante de la sociedad civil cubana. Cuba ha cambiado y no solo, y no siempre, para mal. Nuestra opinión es que entre ambas visitas apostólicas hay un proceso que avanza del despertar de muchos en la sociedad civil cubana hacia la adultez ciudadana, aún en desarrollo.
Catorce años son suficientes para palpar la diferencia en la composición de la sociedad cubana y la correlación de fuerzas entre los diferentes actores sociales. El Estado cubano ha ganado lo menos duradero. La Iglesia ha ganado, a corto plazo, parte de lo que le es propio. Pero el resto de la sociedad civil cubana es la que más ha ganado: sí, perdió porque hay frustración debida a la manipulación estatal de los movimientos y gestos de la visita; pero gana porque el no ser reconocida como interlocutora, le permite avanzar en el despertar ciudadano, sin esperar mesianismos foráneos. Y esto es lo que más dura, madura y beneficia a la nación, a mediano y largo plazo. Aunque duela.
Más que quejas sin remedio, nos proponemos analizar otros aspectos de esta visita desde cuatro de sus múltiples facetas: Cuba en la vitrina; Gestos del Papa para Cuba; Mensajes del Papa para Cuba; y Legado de su visita.
Cuba en la vitrina
El país que visita el Papa se pone en el centro de la atención de todos los medios de comunicación social, lo cual resulta siempre positivo. Al lograr tal transparencia, el mundo tiene una oportunidad extraordinaria de conocer de primera mano la realidad que vive el pueblo cubano, las relaciones de dominación que las autoridades tienen establecidas con sus propios ciudadanos, así como los métodos diferentes que usan el gobierno, la oposición y el resto de la sociedad civil cubana. Saber lo que pasa realmente, aunque sea por pocos días, es un botón de muestra que siempre deja frutos de veracidad sobre la nación observada.
 Los gestos del Papa
El sucesor de san Pedro, por una parte ha tenido gestos de mucha cercanía y admiración por Cuba, su patrimonio cultural y religioso, por sus padres fundadores varias veces mencionados, entre otros. Uno de esos gestos simbólicos positivos fue elevar la devoción de la Virgen de la Caridad del Cobre, al más eminente rango de las expresiones de piedad católica universal, al entregarle la Rosa de Oro. Otro gesto fue la posibilidad para personas del exilio y la diáspora, miembros de la única Nación cubana, de participar en las celebraciones. Sin embargo, los organizadores de la visita pontificia, pudieron encontrar un tiempo, no solo para la visita de cortesía al jefe del Estado – absolutamente normal y apreciable en todos los países que el Papa visita- sino también para otros encuentros con personas que ya no ocupan ningún cargo público. Esto hubiera podido entenderse por su carácter simbólico aunque no necesario, si al mismo tiempo, el Papa hubiera saludado brevemente a algunos representantes de la sociedad civil cubana: esa otra parte de la Nación sin la cual no habrá ni unidad, ni inclusión ni reconciliación nacional. La Iglesia cubana, que estará como servidora en el mañana que el mismo Papa previó en sus mensajes, quizá lamentará, a su tiempo, esta omisión excluyente, que mira más al corto plazo que al mediano y largo trayecto de Cuba en relación con las personas y grupos excluidos que necesariamente deben ser parte del mañana en nuestro país. La Iglesia, experta en humanidad y con su bimilenaria experiencia, casi siempre mira más lejos y más alto al tener todo el tiempo por venir. Lástima que en esta ocasión no fue así. En este aspecto parece que el balance es negativo. Ojalá que se subsane, en el devenir cotidiano de las relaciones de la iglesia con el resto de la sociedad civil, de la mejor forma posible para todos.
El mensaje del Papa y su legado.
Consideramos que en este aspecto el balance es, quizá, el más positivo, comparándolo con los anteriores. Tanto para el presente como en la larga perspectiva de futuro. Los mensajes del Papa han tirado hacia delante, han mirado alto y lejos. Han dejado un legado rico, concreto e incluyente. Ojalá que ningún cubano deje pasar este legado de altura teológica, máxima profundidad humanista y sobre todo de un gran amor a Cuba y a todos los cubanos sin exclusión. Quiera Dios que serenados los ánimos, ningún cubano de aquí o de fuera, obcecado por lo que el mismo Papa llamó “posiciones inamovibles o unilaterales”, dejemos de estudiar y aplicar estos mensajes de profundo calado ético, cívico y espiritual.
Aunque en este número publicamos íntegramente todos los textos oficiales que pronunció el Papa Benedicto XVI en Cuba para que cada cual pueda sacar de ellos lo que le parezca mejor, a pocos días, para no quedarnos con la sensación de desaliento, ofrecemos una primera e inmediata selección de esos textos, para facilitar el estudio del aporte que el Sumo Pontífice de la Iglesia católica nos ha sugerido con gran respeto y toda su autoridad moral. Al mismo tiempo hemos querido compararlos con las expectativas de mucha gente en Cuba, algunas de ellas publicadas en nuestro Editorial 24 correspondiente a los meses de enero-febrero de 2012. Que sea el mismo Pontífice quien hable con nuestros lectores:
 1. El Papa reconoce de corazón los sufrimientos y las justas aspiraciones de los cubanos.
“Llevo en mi corazón las justas aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos, dondequiera que se encuentren, sus sufrimientos y alegrías, sus preocupaciones y anhelos más nobles, y de modo especial de los jóvenes y los ancianos, de los adolescentes y los niños, de los enfermos y los trabajadores, de los presos y sus familiares, así como de los pobres y necesitados.” (Saludo al llegar al Aeropuerto Antonio Maceo)
2. Cuba está mirando ya al mañana, desde el patrimonio de los padres de la Patria.
“Estoy convencido de que Cuba, en este momento especialmente importante de su historia, está mirando ya al mañana, y para ello se esfuerza por renovar y ensanchar sus horizontes… a lo que cooperará ese inmenso patrimonio de valores… que han ido conformando su identidad más genuina, y que se encuentran esculpidos en la obra y la vida de muchos insignes padres de la patria, como el beato José Olallo y Valdés, el siervo de Dios Félix Varela o el prócer José Martí. ”(Saludo al llegar al Aeropuerto Antonio Maceo)
Este mensaje satisface las expectativas de muchos cubanos que esbozábamos en el número 8 del Editorial 24: La apertura al mundo fortalece la identidad cultural y la soberanía nacional.
3. Los atajos en la búsqueda de la verdad
Alertándonos de las trampas y recovecos en que solemos caer todos los buscadores de la verdad, el Papa nos enumera algunos de ellos: “«Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn. 8,32). La verdad es un anhelo del ser humano, y buscarla siempre supone un ejercicio de auténtica libertad. Muchos, sin embargo, prefieren los atajos e intentan eludir esta tarea. Algunos, como Poncio Pilato, ironizan con la posibilidad de poder conocer la verdad (cf. Jn. 18, 38), proclamando la incapacidad del hombre para alcanzarla o negando que exista una verdad para todos. Esta actitud, como en el caso del escepticismo y el relativismo, produce un cambio en el corazón, haciéndolos fríos, vacilantes, distantes de los demás y encerrados en sí mismos. Personas que se lavan las manos como el gobernador romano y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse. Por otra parte, hay otros que interpretan mal esta búsqueda de la verdad, llevándolos a la irracionalidad y al fanatismo, encerrándose en «su verdad» e intentando imponerla a los demás. Son como aquellos legalistas obcecados que, al ver a Jesús golpeado y sangrante, gritan enfurecidos: «¡Crucifícalo!» (Cf. Jn. 19, 6)”. (Homilía en la Misa en la Plaza Cívica José Martí de La Habana).
4. Hasta Dios respeta y necesita el don supremo de la libertad
Este mensaje es, quizá, el de mayor alcance teológico y humanístico, que pudiera servir de sólido fundamento a sus consecuencias antropológicas, sociales, políticas o económicas, e incluso religiosas: “Dios no sólo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla.” (Homilía en la Misa en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba)
5. Proponer, no imponer, incluso frente al rechazo y a la cruz
“El cristianismo, al resaltar los valores que sustentan la ética, no impone, sino que propone la invitación de Cristo a conocer la verdad que hace libres. El creyente está llamado a ofrecerla a sus contemporáneos… incluso ante el sombrío presagio del rechazo y de la cruz.” (Homilía en la Misa en la Plaza Cívica José Martí de La Habana)
6. Si queremos alcanzar la unidad en la diversidad: buscar una ética de mínimos que nos acerque.
“Todo ser humano ha de indagar la verdad y optar por ella cuando la encuentra, aun a riesgo de afrontar sacrificios. Además, la verdad sobre el hombre es un presupuesto ineludible para alcanzar la libertad, pues en ella descubrimos los fundamentos de una ética con la que todos pueden confrontarse, y que contiene formulaciones claras y precisas sobre la vida y la muerte, los deberes y los derechos, el matrimonio, la familia y la sociedad, en definitiva, sobre la dignidad inviolable del ser humano. Este patrimonio ético es lo que puede acercar a todas las culturas, pueblos y religiones, las autoridades y los ciudadanos, y a los ciudadanos entre sí, a los creyentes en Cristo con quienes no creen en él.” (Homilía en la Misa en la Plaza Cívica José Martí de La Habana)
Este mensaje se corresponde con las expectativas de numerosos compatriotas, reflejadas en el número 4 de nuestro Editorial 24 que trataba sobre el aporte que las enseñanzas del Papa pudieran dar a: La reconstrucción del tejido soberano de la sociedad civil. La búsqueda de una ética, con un mínimo común denominador, que incluya a todos en la convivencia nacional, es y puede ser el cimiento más firme para reconstruir las relaciones entre los ciudadanos y entre estos y las autoridades, que deben estar al servicio de la sociedad civil y no al contrario.
7. Que Cuba sea la casa de todos, sin exclusiones, ni de Dios, ni de hombres.
“«Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Jn1, 14). La expresión «se hizo carne» apunta a la realidad humana más concreta y tangible. En Cristo, Dios ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar para el hombre. En cambio, cuando Dios es arrojado fuera, el mundo se convierte en un lugar inhóspito para el hombre… ” (Homilía en la Misa en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba). “La Virgen María con la presencia en el Santuario del Cobre, desde donde acompaña el camino de la Iglesia en esta Nación… infunde ánimo a todos los cubanos para que, de la mano de Cristo, descubran el genuino sentido de los afanes y anhelos que anidan en el corazón humano y alcancen la fuerza necesaria para construir una sociedad solidaria, en la que nadie se sienta excluido… Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales. Situación que se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del País pesan negativamente sobre la población.” (Palabras de despedida en el Aeropuerto José Martí de La Habana)
Estas enseñanzas colman otras expectativas compartidas por muchos y delineadas en el no. 1 del Editorial 24: La caridad nos une. La unidad es inclusión. Nos propone una sociedad incluyente y solidaria que no sea bloqueada desde fuera y, mucho menos, desde dentro por la desidia, la represión o el desconocimiento irrespetuoso de la diversidad por parte de las mismas autoridades civiles o eclesiásticas. No podemos entender cómo el gobierno puede respetar y sentir afecto por un pensamiento, sea diferente o coincidente, de un visitante extranjero como es el Papa y no lo logre hacer igual para sus propios ciudadanos, pacíficos, independientes y respetuosos de las leyes de convivencia en la tierra que los vio nacer.
8. Papel de la Iglesia en Cuba: mostrar su verdadero rostro, sin miedos ni complejos.
“Queridos hermanos, sé con cuánto esfuerzo, audacia y abnegación trabajan cada día para que, en las circunstancias concretas de su País, y en este tiempo de la historia, la Iglesia refleje cada vez más su verdadero rostro como lugar en el que Dios se acerca y encuentra con los hombres. La Iglesia… tiene la misión de prolongar en la tierra la presencia salvífica de Dios, de abrir el mundo a algo más grande que sí mismo, al amor y a la luz de Dios. Vale la pena dedicar toda la vida a Cristo… Cercana ya la Pascua, decidámonos sin miedos ni complejos a seguir a Jesús en su camino hacia la cruz. Aceptemos con paciencia y fe cualquier contrariedad o aflicción, con la convicción de que, en su resurrección, él ha derrotado el poder del mal que todo lo oscurece, y ha hecho amanecer un mundo nuevo, el mundo de Dios, de la luz, de la verdad y la alegría.” (Homilía en la Misa en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba)
La expectativa no. 9 de nuestro Editorial 24 esperaba del Papa un mensaje que nos exhortara a: La transición del miedo a la esperanza y de la esperanza a la reconstrucción del País. Estas enseñanzas desde la Plaza Antonio Maceo confirman y satisfacen a muchos que desean salir del miedo y abrir un mundo más respirable. Al mismo tiempo es una exhortación para que la Iglesia cubana sea fiel a Jesucristo, refleje su verdadero rostro y no le tema a la cruz de su Señor. Colaboración y confianza no pueden existir a cualquier costo. No se puede dejar de ser algo de la esencia de lo que se es para no rozar a los diferentes. La sociedad y la Iglesia no pueden excluir parte de su mensaje, o una parte de las personas que la forman, por ser diferentes, para con ello lograr complacer o dialogar, confiar o colaborar con la otra parte de esa misma sociedad y de esa Iglesia. La confianza y la colaboración es con todas las partes o no son ni colaboración ni confianza creíbles. Lo que está en juego es la autenticidad y la credibilidad de todas las partes.
9. La verdadera libertad religiosa incluye el desempeño social y político de los creyentes.
“La aportación imprescindible que la religión está llamada a desempeñar en el ámbito público de la sociedad.” (Saludo al llegar al Aeropuerto Antonio Maceo). “El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es ciudadano y creyente a la vez. Legitima también que los creyentes ofrezcan una contribución a la edificación de la sociedad. Su refuerzo consolida la convivencia, alimenta la esperanza en un mundo mejor, crea condiciones propicias para la paz y el desarrollo armónico, al mismo tiempo que establece bases firmes para afianzar los derechos de las generaciones futuras. Cuando la Iglesia pone de relieve este derecho, no está reclamando privilegio alguno. Pretende sólo ser fiel al mandato de su divino fundador, consciente de que donde Cristo se hace presente, el hombre crece en humanidad y encuentra su consistencia.” (Homilía en la Misa en la Plaza Cívica José Martí de La Habana).
En el número 6 de nuestro mencionado Editorial reseñábamos lo que algunos cubanos esperábamos que el Papa esclareciera: el auténtico concepto de la libre expresión y actuación de la religión cristiana: Hacia una verdadera libertad religiosa. El Papa ha dicho claramente que los derechos de las futuras generaciones no pueden separar la condición de creyente de la condición de ciudadano y de su contribución a la edificación de la sociedad. Así se concluye que: libertad religiosa no es solo libertad de culto, ni lo que hemos llamado “libertad de permisos”. La ley debe abrir y garantizar para todos, sin distinción ni exclusiones, la profesión del culto, el ejercicio del profetismo cristiano que incluye el anuncio y la denuncia; así como el servicio social, político y económico que la concepción cristiana de la persona humana y del mundo exige a los creyentes.
10. El camino de los cambios: enseñar a pensar, y formar hombres de virtud.
“Cuba y el mundo necesitan cambios, pero éstos se darán sólo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad. Ejemplo preclaro de esta labor fue el insigne sacerdote Félix Varela, educador y maestro, hijo ilustre de esta ciudad de La Habana, que ha pasado a la historia de Cuba como el primero que enseñó a pensar a su pueblo. El Padre Varela nos presenta el camino para una verdadera transformación social: formar hombres virtuosos para forjar una nación digna y libre, ya que esta trasformación dependerá de la vida espiritual del hombre, pues «no hay patria sin virtud» (Cartas a Elpidio, carta sexta, Madrid 1836, 220). (Homilía en la Misa en la Plaza Cívica José Martí de La Habana). Ante la mirada de la Virgen de la Caridad del Cobre, deseo hacer un llamado… para que vivan de Cristo y para Cristo, y con las armas de la paz, el perdón y la comprensión, luchen para construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre, que refleje más la bondad de Dios. (Homilía en la Misa en la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba)
Basándose en las criollísimas enseñanzas del padre Félix Varela, el Papa nos ha dicho claramente que Cuba necesita cambios y que lo debemos hacer con un espíritu, y por un camino, sin traumas. Esto satisface algunas de aquellas expectativas de amplios sectores de nuestra sociedad que reflejábamos en el Editorial 24, concretamente en sus números 2: El espíritu que promueva los cambios estructurales, pacíficos y graduales; y en su número 7: La reconciliación nacional: verdad, justicia, amnistía y magnanimidad. El pórtico de esta visita fue abierto por Benedicto XVI en pleno vuelo hacia México, cuando expresó que: “la ideología marxista, tal como fue concebida, ya no responde a la realidad y la Iglesia está disponible para ayudar a que los cambios se realicen sin traumas”. Fijémonos que no dice que la ideología marxista tal como se aplicó en la extinta URSS o en el campo socialista, sino tal como se la concibió. Creemos que esta franca denuncia, que es una parte del mensaje profético de todo cristiano, fue excelentemente complementada por la otra parte de ese profetismo que es el anuncio que el mismo Papa hizo dentro de Cuba sobre el camino, el estilo y los protagonistas que deben garantizar que los cambios sean sin violencia ni traumas. En efecto, consideramos que hay dos causas profundas, fruto de los más de 60 años de autoritarismo y paternalismo totalitario, que podrían llevarnos a la violencia y a los traumas: El daño antropológico que produce la despersonalización, y el analfabetismo ético y cívico que produce la anomia personal y social. Estas raíces de los males sociales y políticos deben ser superadas con una educación ética y cívica regeneradora de la persona humana y de la convivencia pacífica.
11. Es la hora de la convivencia y el diálogo nacional que destierren las posiciones inamovibles.
“La hora presente reclama de forma apremiante que en la convivencia humana, nacional e internacional, se destierren posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales que tienden a hacer más arduo el entendimiento e ineficaz el esfuerzo de colaboración. Las eventuales discrepancias y dificultades se han de solucionar buscando incansablemente lo que une a todos, con diálogo paciente y sincero, comprensión recíproca y una leal voluntad de escucha que acepte metas portadoras de nuevas esperanzas.” (Palabras de despedida en el Aeropuerto José Martí de La Habana)
El Papa culmina, en sus palabras de despedida en el aeropuerto, los trazos magistrales de sus mensajes y de su legado. Queremos destacar estas enseñanzas que han respondido y superado las expectativas de muchos que adelantábamos en nuestro Editorial 24 en su no. 3: La promoción de la soberanía ciudadana y de un diálogo nacional incluyente y acerca de temas esenciales. Y en su no. 5: La despenalización de la discrepancia.
12. Que cada cubano se sienta protagonista indispensable del futuro de su vida, su familia y su patria.
“Concluyo aquí mi peregrinación, pero continuaré rezando fervientemente para que ustedes sigan adelante y Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos, donde convivan la justicia y la libertad, en un clima de serena fraternidad. El respeto y cultivo de la libertad que late en el corazón de todo hombre es imprescindible para responder adecuadamente a las exigencias fundamentales de su dignidad, y construir así una sociedad en la que cada uno se sienta protagonista indispensable del futuro de su vida, su familia y su patria.” (Palabras de despedida en el Aeropuerto José Martí de La Habana)
He aquí la clave de todo. El legado que consideramos más importante y trascendente. Y al mismo tiempo, la continuidad con el mensaje del inolvidable Papa Juan Pablo II en 1998, destacado como una esencial expectativa de muchos en el no.10 del Editorial 24: “Los cubanos somos y debemos ser los protagonistas de nuestra propia historia personal y nacional”.
La sociedad civil cubana, más que incipiente ya creciente, ha alcanzado, en algunos temas centrales, un consenso como nunca antes en los últimos 500 años de nuestra historia. Mencionamos algunos de estos puntos: ser los soberanos de nuestra propia historia personal con el compromiso de tejer una convivencia cívica; unir en la diversidad aceptando que la democracia es plural, diversa y compleja; concordar en unos mínimos éticos, como son: la finalidad de alcanzar la democracia y el uso de los métodos pacíficos para lograrla.
Hemos vivido la visita de Benedicto XVI. Esta visita nos deja un nuevo listón a superar, un reto que surge como consecuencia de sus enseñanzas: darnos, por fin, cuenta de que los cambios no vendrán desde afuera, ni desde arriba, sino desde adentro y desde abajo, lo que equivale a decir: ejerciendo la soberanía de cada ciudadano de forma personal y corporativa. De fuera la solidaridad, el apoyo y el respeto a lo que protagonicemos dentro. Y no al revés.
Creemos que el mayor desafío que nos deja esta visita es el de que no podemos, ni debemos, esperar más por un evento puntual, ni por un mesías que venga a redimirnos desde fuera, ni siquiera del representante del Mesías Cristo. Hemos entrado, ya era hora, en la decepción de los falsos mesianismos y de las soluciones importadas. Cuba será en el futuro únicamente lo que los cubanos y cubanas seamos capaces de hacer entre todos, como protagonistas de nuestra propia historia personal y nacional.
Esta es la única, auténtica y duradera adultez cívica.
Pinar del Río, 8 de abril de 2012
Pascua de la Resurrección de Jesucristo.
 
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