Desarrollo sostenible: ¿una alternativa?

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El desarrollo sostenible, como definición de un concepto, fue plasmado oficialmente en el documento Nuestro futuro común (Our Common Future) o, como mejor se conoce, el Informe Brundtland, de 1987. En este, se define el desarrollo sostenible como la garantía de las necesidades básicas para la subsistencia de los seres humanos actuales, pero sin perjudicar esas garantías para los del futuro. Como tal, el desarrollo sostenible sienta sus bases en tres factores diferentes, pero, estrechamente interrelacionados entre sí. Estos factores son la sociedad, la economía y el ambiente. No se puede hablar de desarrollo sostenible sin tener en cuenta, en primer lugar, el ambiente, puesto que, como diría el Papa Francisco, se trata de la casa común en la cual habitamos y vivimos todos, por consiguiente, a todos nos afecta o beneficia cuanto ocurre en ella.

Respecto a lo social, los seres humanos constituyen una sociedad comunal que habita en esa casa común, que está regida por los sistemas políticos y estrategias económicas. Es por ello que la economía juega un rol importante, ya que, todos los sistemas —el capitalista o el socialista— están marcados por el monetarismo, por el papel moneda que se emplea en los mercados como valor de cambio para obtener bienes (productos) y servicios. Además, hoy más que nunca el sector económico es fundamental, porque, en mayor o menor medida, determina el comportamiento de la humanidad. Este ensayo centrará su objetivo en demostrar que la posibilidad de la puesta en práctica del desarrollo sostenible depende en gran medida de la economía, aunque también, de la conciencia de los seres humanos.

En el segundo capítulo de su libro La herida del otro el economista Luigino Bruni realiza una valoración de la economía política moderna, la cual concibe como una ciencia sin gratuidad. Para explicar tal criterio, dicho economista parte de la teoría que sustenta la economía liberal clásica desarrollada por Adam Smith, pero que, según explica Bruni, tiene su antecedente en la antropología pesimista de Thomas Hobbes, que, de una forma muy particular, Smith extrapoló al campo de la economía de mercado, que introdujo la socialidad en tal fenómeno social. Esto último se debe a que:

Las relaciones de mercado nos permiten satisfacer nuestras necesidades sin tener que depender del amor de los demás, ya que, dependiendo todos impersonalmente y anónimamente de la «mano invisible» del Mercado (con la M mayúscula), no dependemos personalmente de nadie, no tenemos que encontrarnos de manera personal (y potencialmente dolorosa) con nadie; dependiendo de muchos, no se depende de ninguno con un nombre […] Se depende del Mercado sólo anónimamente y sin riesgo de herirse. He aquí por qué para Smith la economía de mercado es de inmediato un factor civilizador, es sociedad civil, es civilización, pero una civilización basada sobre la immunitas.1

Porque, al eliminar la communitas para hacer nacer la societas moderna, tanto Hobbes como Smith, fundan el contrato entre hombres iguales y libres, que ya no temen la posibilidad de la herida. Con esta aparición del contrato y la ruptura de la antigua communitas, Smith funda la political economy a la par que sustituye el munus por la reciprocidad del contrato. Para Smith, la reciprocidad en la economía de mercado crea un marco de posibilidades de desarrollo parejo para todos los agentes económicos, lo cual se opone radicalmente al munus que establecía cierta dependencia a la benevolencia del otro, pues, consistía en ofrecer un don sin esperar nada a cambio. Smith veía en su concepción del mercado una manera novedosa mediante la que todos podían beneficiarse sin temor a la herida —que puede causar el otro—, ya que, la participación se realiza de forma anónima, sin que nadie pueda dañar a nadie. En este criterio smithiano podemos apreciar un remanente del temor al otro expresado por Hobbes en su Leviatán.

En otras palabras, Smith plantea que la relación pública, establecida por y en el mercado, debe manifestarse «de manera anónima porque el otro con un rostro no es un “hermano” como yo, sino un superior (o un inferior)»2; por consiguiente, el anonimato, lo convierte en un igual que interactúa bajo los mismos preceptos y derechos en la dinámica del propio mercado. En este sentido, para Smith, el mercado es un mediador, no obstante —según Bruni—, reconoce que en la esfera de lo privado sí podría darse una relación cara a cara. Con todo, para que se pueda llevar a cabo el desarrollo sostenible, es necesario que esta relación cara a cara se extienda al campo de lo público, dónde la gente se reconozca y acepte mutuamente sin importar sus diferencias. La herida del otro a la cual temía Smith no tiene por qué ser un hecho inconmensurable e inevitable. Es decir, que se pueden crear opciones económicas para que el comercio en el mercado no se convierta en beneplácito para algunos y perjuicios para otros, como se está haciendo recientemente con la llamada economía de comunión.

La economía de comunión propone una superación del modelo liberal y neoliberal del mercado, pues considerada que, al igual que los océanos y las neuronas cerebrales, los seres humanos están interconectados en su existencia vital, solo que los modelos económicos tradicionales —y con ellos, la política y las relaciones sociales— han deteriorado y casi destruido totalmente esas conexiones naturales que existen en ellos y todo el universo. Reestructurar esas conexiones es el objetivo principal de la economía de comunión y, por consiguiente, el paso decisivo en la búsqueda del desarrollo sostenible. No obstante, algunos autores no son tan optimistas respecto al tema del desarrollo sostenible y creen que «si la idea de sostenibilidad carece ya de sentido como ideal político, se debe fundamentalmente a que la ideología liberal dominante ha trabajado tenazmente en su contra desde su nacimiento, desactivándola como germen de una ideología política subversiva».3 Esto es, que el modelo económico liberal o neoliberal se ha impuesto de todas las maneras posibles, evitando así que otras opciones surjan como una alternativa que pueda llevar a la humanidad por otro camino. Este camino, como es lógico suponer, afecta a todo aquel que se beneficia de la economía neoliberal y esta es una de las tantas razones por las cuales el desarrollo sostenible sea visto por algunas personas como un intento fallido de crear nuevas opciones para la humanidad. Sin embargo, autores como Bruni y otros sí consideran que se puede superar ese modelo y por tal motivo puede hacer las críticas a la concepción económica de Adam Smith. Esto no significa que Bruni sea un defensor del desarrollo sostenible, pero sí que, al asumir sus criterios sobre la economía actual, sería posible sustentar una economía de comunión con preponderancia del desarrollo sostenible. Esta economía, seguiría de cerca lo planteado por el Papa Francisco en Laudato si’ sobre la ecología integral, como propuesta alternativa al cambio de conciencia que es afín a la búsqueda de un desarrollo sostenible, la cual permita a todos los seres vivos de la Tierra perdurar en el tiempo.

Refiriéndose a otro aspecto errático de la teoría económica de Smith, Bruni explica que en la actualidad está muy difundida la tesis smithiana de que la sociedad puede existir sin beneficencia; es decir, que el contrato puede sustituir al munus, el don, en función de la utilidad que ofrece la reciprocidad del mercado. Esto se debe a que Smith consideraba más importante evitar la herida del otro eliminando la dependencia del don, la beneficencia, el amor o el afecto recíprocos de la economía de mercado. Lo peligroso de esta postura económica es que puede degenerar —como ocurrió y aún ocurre— en un individualismo extremo, en el que a nadie le preocupa el mal ajeno, sino, los intereses absolutamente personales. Por lo tanto, para revertir esta situación, es necesario un cambio profundo de mentalidad.

El siglo pasado, en una de sus tantas conferencias el filósofo Jiddu Krishnamurti, preocupado por llevar a cabo su anhelado proyecto de un cambio positivo en la sociedad a nivel mundial, planteó las tesis sobre la importancia de llevar la mente humana a una revolución radical que sustituyera al y al yo por un nosotros, la necesidad de que el ser humano se percatara de que la crisis —tanto la del siglo XX como la actual— es una crisis de conciencia, que ya no puede aceptar las viejas normas, las viejas pautas ni las antiguas tradiciones. Es por ello que se necesita realizar un cambio de conciencia. Siguiendo esta línea y con el objetivo de: superar el reduccionismo individualista del capitalismo como una (no la única) especie de economía de mercado, Bruni y Zamagni (2003) argumentan que se debe fundar el discurso económico sobre el principio de reciprocidad: «tenemos necesidad de reciprocidad para ser felices, pero esta reciprocidad no debe ser contratada o comprada, ya que necesita gratuidad, sinceridad» (Bruni y Zamagni, 2003, p. 24). Si esto se da, señalan los autores, el principio de equivalentes se debería transformar en un caso especial del principio más general de la reciprocidad, lo que no es posible a la inversa.4

Como se puede apreciar en el fragmento anterior, es necesario el imperativo una reciprocidad diferente a la ofrecida por el anonimato del mercado como mediador a partir del contrato. Se trata de una verdadera reciprocidad en la cual los individuos no dejen de ser individuos, pero sí individualistas, porque debe estar sustentada en la veracidad, la transparencia, la sinceridad y la confianza en el otro. Una reciprocidad incondicional, no determinada por los demás, pero sí por los resultados obtenidos de la presencia o ausencia de los otros en la reciprocidad, que podría generar el desarrollo sostenible y una economía de comunión en la cual nadie quede desamparado y el temor por la herida del otro sea un desagradable recuerdo del neoliberalismo caducado.

Todo este discurso sobre la reciprocidad significa, según explica Bruni, que en ese tipo de relación humana interviene la projimidad, o sea, que, «quien ayuda es alguien del cual se conocen sus intenciones, alguien que arriesga de lo suyo para ayudar al otro. Sin projimidad, incluso con las mejores intenciones, la ayuda puede terminar alimentando trampas de dependencia y de asistencialismo»,5 como ocurre en las relaciones económicas actuales que, en lugar de crear un medio de subsistencia para todos, convierte a las empresas en competidores —a veces hasta crueles— dentro del mercado. Por lo tanto, la sinceridad y la confianza deben ser los principios sobre los cuales se sostengan los pilares, no solo de las relaciones económicas en el mercado, sino también de toda la sociedad; pues, solo así se podrá avanzar un paso más en la construcción de un mundo nuevo en el que podría imperar el desarrollo sostenible —como, de cierta forma muy particular, soñaba Krishnamurti—cuya finalidad fundamental sea la plena felicidad, el bien común.

Referencias

[1] Luigino Bruni: La herida del otro, p. 32.

2 Ibíd.: p. 34.

3 Fernando Arribas Herguedas: «Esperando el milagro. El pensamiento ecológico ante el fracaso de la sociedad sostenible», Actas I Congreso internacional de la Red española de Filosofía, p. 29.

4 Juan F. Mejía-Giraldo: «Las concepciones de bienestar y el consumo. Un análisis bibliográfico desde la economía civil y las ciencias sociales», Otra economía, p. 248-249.

5 Luigino Bruni: op. cit., p. 43.

Bibliografía

Arribas Herguedas, F.: «Esperando el milagro. El pensamiento ecológico ante el fracaso de la sociedad sostenible», Actas I Congreso internacional de la Red española de Filosofía, Vol. XVI: 29-42, Universidad Rey Juan Carlos, España, 2015.

Bruni, L.: La herida del otro, Editorial Cuidad Nueva, Buenos Aires, 2010.

Franciskovic Ingunza, M.: Desarrollo sostenible, un concepto de este tiempo, VOX JURIS, 24(2): 125-142, Lima (Perú), 2012.

Martínez-Alier, J.:«Hacia una economía sostenible: dilemas del ecologismo actual», Revista Letras Verdes, N.° 9: 5-25, Ecuador, mayo-septiembre de 2011.

Mejía-Girado, J. F.: «Las concepciones de bienestar y el consumo. Un análisis bibliográfico desde la economía civil y las ciencias sociales», Otra economía, 10(19):241-252, Universidad Pontificia Bolivariana, julio-diciembre, 2016. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/314017841. Consultado: febrero 22, 2020.

Schramm, F. R.: «Deconstruyendo el “desarrollo sustentable” y la alternativa de “decrecimiento” en la era de la globalización», Rev. Red bioética/UNESCO, Año 6, 1(11):12-12, Río de Janeiro, enero-junio de 2015.


  • Magdey Zayas Vázquez (La Habana, 1985).
  • Graduado en 2012 de la carrera Licenciado en Educación,
  • Humanidades, en la Universidad de Ciencias Pedagógicas
  • Enrique José Varona.
  • Maestría en Didáctica del Español y la Literatura (2017,
  • también en el Pedagógico).
  • Profesor Instructor de Literatura Latinoamericana de la
  • UCPEJV, desde 2015 hasta 2018.
  • Profesor Instructor de Literatura Cubana en la Universidad de
  • las Artes desde 2019.
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