Demasiado largo para twitter

Por Maikel Iglesias
 
Viejas ideas,
son recalentadas en el microonda
y luego se sofríen en el noticiero,
como si fuesen una gran invención culinaria,
como si por casualidad la soya, la moringa y el guarapo
fueran estupefacientes derivados del antiguo maná de nuestros dioses…


 

Por Maikel Iglesias Rodríguez
Foto de Maikel Iglesias Rodríguez, de la serie “Zapatos colgantes”, 2013. 
Viejas ideas,
son recalentadas en el microonda
y luego se sofríen en el noticiero,
como si fuesen una gran invención culinaria,
como si por casualidad la soya, la moringa y el guarapo
fueran estupefacientes derivados del antiguo maná de nuestros dioses,
novedades teóricas
entre Gari Kaspárov y la máquina azul,
un guajiro en el centro de New York tumbando caña
para conseguir gracias a un chiripazo de la bolsa
ser el líder accionista de la luna.
El tren de marihuana de los sueños,
se nos desternilla de la risa a cada rato
por pensar nomás con el estómago,
semejante despelote que arma la programación por estos días,
con el noble propósito de seducir a más espectadores.
Titulares en la radio promocionan sus hipótesis con una algarabía tal,
que parecieran haber descubierto manantiales de aguardiente
bajo el sótano de algún laboratorio de bioquímica.
Se destuercan las butacas emergentes
en las terminales de ómnibus de nuevo tipo,
diseñadas al estilo rococó-tribal,
donde a cualquiera se le monta el santo y vuelve a desmontársele
apenitas advierte:
ese medroso olor que expele la desesperanza,
cuando ordenan fisgonear los maletines.
Hablemos de pelota que llegó la fiana -rezan los viajeros
con un susto de película que aprieta las tripas, y acto seguido la chusma
mete ruido en el sistema pa’ que un tipo con la pinta
del Robin Hood postmoderno,
pueda camuflarse y escabullirse por el doble,
jugándose la vida por un plato de comida, temeroso de un chivato
que pudiera irrumpir debajo de una piedra.
Así trafican los minutos en el monstruo callejero,
similar a aquel del insufrible pánico
que generan ciertas anticlínicas estomatológicas,
cuando intentan pasarnos en el vidrio,
inéditos remedios para dolores de muela en un 4 x 3 o en 16 x 9,
que esta semana venderán gorriones por pescado en la carnicería,
cemento líquido de dieta para quienes más disfruten
de la mágica espesura del yogurt en el mercado,
bistec quimérico de una frazada o de cartones a la plancha
para el interior de un pan que de París ya ni se acuerda.
Desafiando los reflejos nauseabundos de una humanidad en cinta
por enésima vez,
y que de tanta discapacidad gonádica,
se nos ha hecho tremenda doctora honoris causa del aborto.
¡Ay mamá!,
cómo están los leñadores dando palos
con el cabo suelto de sus hachas plásticas.
A cualquiera se lo fuman en una discoteca
y le imploran después a un mendigo que les pague las coronas.
Al más listo de las cuatro esquinas
le estafan la cordura en una tienda
al proponerle un mazo de tabaco contra el cáncer
o un añejo de ron sobre los 45 grados,
buenísimo para desengrasar las vísceras.
Ya los trigos no saben a trigo
si no vemos que lo dicen los envases,
si no masticamos leyendo un diccionario.    
La amargura compulsa a la gente
a presumir de nuevas formas para endulzar sus infusiones matutinas,
mezclando las ventajas de la Yoga con las del Taichí;
pero es enorme la fila de los peros de mi patria
y tan impredecibles son,
que el último podría perfectamente
cumplir al dedillo con las predicciones bíblicas,
y estar en el principio y en el medio,
al derecho y al revés,
ser el ojo mayor que todo ha de filmar,
aunque más tarde lo censure y lo comprima todo
en un formato súper extrañísimo.
¡Santa tierra de mis padres y mis abolengos mártires!
País de misioneros y de donaciones rancias,
isla favorita por piratas y los cazacimarrones,
¿en qué te han convertido las noticias redundantes,
si parecen más actuales las estrofas viriles
de una rumba intimista y portuaria del siglo antepasado,
que todas las conjugaciones del presente público?  
Me avergüenzo al contemplarte Cuba
en el rostro alicaído de un compañerito nuestro
de la zafra literaria de los 1000 millones,
pidiendo botella en el periódico nacional,
a modo de quien se consulta en un horóscopo antiguo,
que se ha quedado mudo para siempre;
flotando entre sus páginas más cenagosas,
a la espera de un susurro que revele al fin,
los dígitos sagrados de la lotería.
Me dan ganas de mentirle a mi ciudad soñada
para contagiarme con su fe en las gripes extranjeras,
ponerme en onda con su gracia decadente,
reclutarme en un ejército de jóvenes amigos del Alzheimer
por el tedio que provoca la imaginación.
Mas ya no quiero replicar la fábula que exige para entrar al paraíso,
ser un poco más que tontos o disimularlo bien.
Mejor programo con las fuerzas de mi alma
la propia cartelera de mi vida
e invito a los que quieran compartir mis ilusiones.
Esta misma noche estrenaré un documental
en donde soy testigo:
de que Dios configura el universo mediante filigranas,
y no apresura su obra porque siente demasiado amor,
para dejar que una parte de su carne
quede totalmente cruda.
Entre coles y aguacates pasaré un anuncio,
del hallazgo reciente de un inmenso yacimiento
de fraternidad en la Antártida:
¡Se rumora por ahí,
que es un pozo inagotable
para quienes lo conquisten!
 
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Maikel Iglesias Rodríguez (Pinar del Río, 1980).
Poeta y médico.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
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