Miércoles de Quintana
Suponga que un anfitrión de protocolo riguroso desea sentar en su mesa a 5 personas de diferentes nacionalidades, rango social y apetito. Pudiera sentarlos al azar, por orden de llegada. O por la inclinación de alguno de ellos por determinado plato. Pudiera hacerlo atendiendo a los idiomas que hablan, a las profesiones que practican o a las religiones que profesan. O a muchas otras razones. Lo cierto es que escogerá una sola formación en la mesa. Una, ¿de cuántas posibles?
El anfitrión sabe de amistad, de comidas, de relaciones sociales, pero no de matemáticas. Ignora que la Teoría Combinatoria le permite sentar a sus 5 huéspedes en 120 secuencias distintas y que de estas él escogerá solo una. Y esta escogencia será determinada por los objetivos e intenciones que tiene el anfitrión para organizar la cena. Pero pudo haber escogido cualquiera de los 119 restantes. ¿Qué perdió o qué ganó con su elección? Es una reflexión que dejo de tarea al lector.
Lo dicho hasta ahora también nos permite conocer que la decisión de nuestro gourmet opera bajo el principio de la incertidumbre. Sí, porque en el evento que escenifican estas 6 personas pueden ocurrir muchas cosas (120), pero solo ocurre una. El decisor (gourmet) confía en haber hecho sino la óptima, la mejor elección, pero, ¿puede estar seguro de haberla hecho?
Nuestro amigo gourmet ha debido decidir cómo se sientan en su mesa los invitados. Pero a alguien se le pudiera ocurrir las diversas maneras de colocar los jugadores de un equipo de futbol o de pelota en el terreno. ¿Tonto, loco o curioso?
Un curador de arte podría sustituir los comensales amigos del gourmet por convidados de …piedra. Serían estatuas. O mejor por lienzos pintados con oleo. Serían 5 cuadros que podrían colgarse en la galería en 120 distintas secuencias. Si fueran 10 cuadros hablaríamos de millones de distintas posiciones, algo ligado al concepto de infinito que puede tener el curador. Algo prácticamente imposible de evaluar por la mente humana sin una potente ayuda digital.
Pero el curador no decide la organización de sus secuencias matemáticamente. Su decisión es artística sobre todo. Puede guiarlo la intención de agradar y embellecer; de ilustrar una tendencia o movimiento o estilo; de comparar épocas, artistas y escuelas; de denunciar, coincidir o discrepar; de suscitar emociones o estimular reflexiones. Los motivos del curador y él (los) creador (res) pueden ser muchos. Y esos intereses (motivos), su sensibilidad y cultura, determinan la escogencia. Pero no debe olvidar que fueron muchas las opciones que abandonó al decidirse, y que no puede estar seguro de si, entre las desechadas, había otras que nunca evaluó y pudieron haberlo complacido igual o más que la elegida. Se trata del milenario contraste filosófico entre lo poco que sabemos y lo que resta por aprender. A mí esto me torna un poco desconfiado de mí mismo, curioso y sobre todo humilde. Muy humilde.
Y, a usted ¿le sirve para algo este artículo?
- José Antonio Quintana de la Cruz (Pinar del Río, 1944).
- Economista jubilado.
- Médico Veterinario.
- Reside en Pinar del Río.