Lunes de Dagoberto
Mañana, 20 de octubre de 2020 se celebra el Día de la Cultura cubana rememorando que ese día de 1868 se entonó, por primera vez, en Bayamo, nuestro Himno nacional escrito por Perucho Figueredo. Sus notas musicales ya habían sido tocadas, sin letra, por el organista de la Iglesia de Bayamo en la Procesión del Corpus Christi, el 11 de junio de ese mismo año.
Toda celebración debe ser al mismo tiempo memoria, actualización y proyecto. Los tiempos que vivimos en Cuba hoy son un desafío para la mente, el corazón y el alma de los cubanos. Pareciera como si la incertidumbre y la contradicción fueran las notas discordantes de la cultura cubana, tal como la vivimos hoy. Reflexionemos primero en los significados:
Cultura: Viene de cultivo, de cultivar, de actividades culturales que se le hacen a los sembradíos. Las labores de cultivo en agricultura es cuando se remueve la tierra que rodea las plantas para permitir que penetren mejor el agua, el aire y los nutrientes que favorecerán el crecimiento y desarrollo del sembrado. Cultivar también significa en agronomía quitar las “malas hierbas”, como se le llaman a las plantas indeseables, extrañas, que no son propias del cultivo, que le hacen daño o le restan alimentos, luz y desarrollo.
Pero no es agrícola el significado de cultura que venimos a repensar hoy, aunque nos puede servir de parábola o metáfora. Recordemos primero las definiciones:
CULTURA: “Es la forma de vivir y convivir de una persona o de un grupo humano. Es el conjunto de costumbres, formas de comunicación, conocimientos, creencias, valores morales, expresiones artísticas, y otras capacidades adquiridas y cultivadas por el hombre y la mujer, como miembros de la sociedad. La cultura constituye el estilo de vida común transmitido como patrimonio de generación en generación, enriqueciéndolo en cada momento con el continuo cultivo de esas formas de convivencia y creación.” (III Informe del CEC (2017), “La cultura en el futuro de Cuba: visión y propuestas”, p. 4).
Si la cultura es la forma de vivir y convivir, entonces todo lo que atente contra la vida y la convivencia social va contra el alma de la nación, entorpece su desarrollo y empobrece la eticidad y la amistad cívica del pueblo que es lesionado, o se lesiona entre sus propios hijos, unos contra otros, como cuando se fomentan los llamados “actos de repudio”, la violencia verbal, física o en las redes sociales. A todos los sentimientos, pensamientos, ideologías, acciones que lesionan el cultivo del alma de los cubanos, lo debemos considerar ajeno a la siembra de la virtud, extraños a la convivencia fraterna, empobrecedores del desarrollo humano integral y heridas en el cuerpo de una sociedad que debe crecer en la unidad, respetando la diversidad.
Es necesario que removamos el humus de nuestras conciencias para despertar a la convicción, que es, a la vez, legado espiritual y patrimonio histórico, de que todos los cubanos somos hermanos, todos sin excepción somos hijos de esta tierra, todos hacedores de nuestra cultura que no son solo las expresiones culturales como la música, la danza, las artes visuales, sino que cultura es alma de una nación que nuestros Padres Fundadores como Varela y Martí soñaron como una “República cordial” que inscribiera en su bandera lo que el Apóstol calificó como “la fórmula del amor triunfante”, y que es esa aspiración gravemente lesionada sobre todo en los últimos tiempos que postula que Cuba sea una república “con todos y para el bien de todos”.
La cultura: fundamento, alma y fecundidad de la nación
Es necesario, además de remover el humus, la tierra de nuestra conciencia de hogar nacional, trabajar por escardar, limpiar de nuestras familias, de nuestros barrios, de nuestra ciudades y campos, esa mala hierba del odio entre cubanos, de gritarnos entre nosotros ofensas y descalificaciones, de empujarnos, maltratarnos, reprimirnos entre cubanos por pensar diferente, por querer expresarnos en nuestra propia patria con libertad y responsabilidad, por exigir mejoras, por buscar un futuro mejor, por mejorar nuestra convivencia fraterna y próspera.
¿Cómo puede permitirse, por parte de cada cubano, piense como piense, que se “repudie” ofenda o lesione física, psicológica o moralmente, sencillamente porque quiera salir de su casa a expresar sus sentimientos, sus propuestas, sus ideas, de forma absolutamente pacífica y civilizada?
¿Cómo es posible que los responsables del orden, la disciplina social, la convivencia pacífica en Cuba, permitan o alienten cuando permiten una y otra vez, que una parte de los vecinos, de los cubanos, llame “gusanos”, “apátridas”, “mercenarios” a los que piensan diferente, a los que quieren expresar lo que piensan y a los que quieren permanecer aquí para trabajar por lo que consideran el bien de la Nación?
Tengamos cuidado y previsión: si permitimos o alentamos en nuestros barrios y en nuestras redes sociales, en la televisión estatal o en nuestros centros de estudio o trabajo, estas actitudes violentas que lesionan el alma de la nación, estamos permitiendo o sembrando unas “malas hierbas” (me refiero a palabrotas, actitudes y hechos) que un día, como ha ocurrido ya en la historia pasada y reciente en el mundo, esa misma violencia puede girar y volverse contra otros cubanos que la permitieron y la fomentaron. Eso no lo quiere nadie. La violencia debe ser sacada de nuestro tejido social. Ninguna persona debe ser excluida, reprimida, violentada, ofendida por sus formas de sentir, expresarse, actuar pacíficamente. Por pedir sin violencia los cambios que crea necesario. Excluir va contra el ethos de la nación cubana.
“Ethos es una palabra griega que significa “costumbre y conducta” y, a partir de ahí, “conducta, carácter, personalidad”. Es la raíz de términos como ética y etología”. Es “un conjunto de reglas de comportamientos y principios morales que se forman a través del paso del tiempo y permiten que se pueda vivir en comunidad” (Oxford Languages. Definiciones).
“La eticidad, es decir el ethos de lo cubano, nuestras escuelas de pensamiento, los proyectos educativos, la creación artístico-literaria, las vivencias, expresiones y referencias religiosas, las formas de convivencia, el tejido de la sociedad civil, sus dinámicas propias y métodos de relacionarse, son componentes esenciales, vivos y dinámicos, en constante evolución de esa forma de vivir y de desarrollarse de la nación cubana que llamamos cultura. Consideramos que la cultura, en su sentido más profundo y abarcador, es de trascendental impacto en los estilos de vida y formas de organización de la sociedad cubana en el presente y en el futuro. Creemos importante destacar que la cultura es el fundamento y el alma de la nación. Este ethos, carácter nacional y aliento vital, informa transversalmente, identifica en profundidad y fecunda en diversidad, a todos los demás sectores de la vida nacional…” (III Informe del CEC (2017), “La cultura en el futuro de Cuba: visión y propuestas”, p. 4-5).
No se trata de excluir personas, sino de incluirlas en una forma de convivir civilizada y fraterna. Es una vergüenza, digámoslo claro, que unos cubanos violentemos a otros de palabra, de obra, en la calle, frente a su familia y vecinos, en un lugar comunitario, solo por expresarse pacíficamente. Cultivar es escardar la “mala hierba”, que una vez más aclaro no son las personas equivocadas que insultan sino sacar los insultos de nuestra vida cotidiana. Escardar la “mala hierba” no es devolver a las personas que repudian con otro repudio, es repudiar las actitudes, los actos de violencia, la represión, las violaciones de los Derechos Humanos, universalmente reconocidos e intrínsecos de la propia naturaleza humana.
En una frase bíblica podemos resumir que es cultivar la cultura cubana, la que se define por la virtud de Varela y el Amor de Martí, es limpiarla de las “malas hierbas” de actitudes violentas, excluir a la violencia y no a las personas: “No se dejen llevar por la venganza, si tu enemigo tiene hambre dale de comer; si tiene sed, dale de beber, porque así amontonarás brazas en su cabeza. No se dejen vencer por el mal, más bien, venzan el mal con la fuerza del bien” (Romanos 12, 19-21).
Esta podría ser una digna y cubanísima forma de celebrar el Día de la Cultura cubana: Si queremos que el mal y la violencia no inunden nuestro futuro hay que parar ya ese encono, esa crispación, esos actos de repudio, esa represión del sentir, del pensar, del hacer pacífica y civilizadamente. Parar la violencia es cultivar. Cultivar es cultura. Cultura es Amor.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. - Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.