Por Emilio Bringas
Con la estrepitosa caída del bloque de países socialistas a finales de la década de los ochenta, Cuba, cuyo comercio mayoritario lo efectuaba con el también desaparecido Consejo de Ayuda Mutua Económica, (CAME) tuvo que recurrir a lo que denominó “Periodo Especial”, que aunque las autoridades aseguraron al pueblo que ese régimen de austeridad se mantendría por poco tiempo, hoy, después de veinte años de implantado las carestías y todo el rosario de calamidades que nos trajo van en aumento con cada nuevo amanecer.
Así vimos cómo durante el trienio1993-1996 el poder implantó el cuentapropismo que, aunque en aquel momento lo calificaron de “reformas”, solo trataron de apuntalar un modelo en peligro de derrumbe. Esta iniciativa no solo se satanizó, sino que al dejarla al arbitrio de la burocracia fue desapareciendo y solo sobrevivieron los más fuertes.
En estos momentos en que el gobierno atraviesa por una de sus más críticas crisis económicas, vuelve a echarle mano a la iniciativa privada, que ellos evitan llamarla por su nombre, en este caso la nombran cuentapropismo. El objetivo principal propuesto con la creación de estas microempresas es que las mismas absorban el millón y medio de obreros que el sistema se ve obligado a lanzar para la calle. Estas nóminas infladas tienen su origen en la llamada Ofensiva Revolucionaria desatada a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta, cuando el poder totalitario arrasó con todo lo que quedaba de propiedad privada en el país, incluyendo los sillones de limpiabotas. Con esta arbitraria acción no solo privaron al pueblo de los servicios que estos empresarios les brindaban, sino que además hubo que darles empleo a ellos y a sus obreros, los que los tenían.
Pero he aquí el resultado de la rigidez y la intolerancia: mientras aspiran a que el cuentapropismo los saque del apuro dándole empleo a esa enorme cifra de hombres y mujeres que son lanzados al desamparo, a un destino incierto, por otra parte asfixian la iniciativa privada con enormes cargas tributarias, pues no se quiere que el inversor genere riqueza. Pero, si no adquiere riqueza no hay desarrollo, y si su microempresa no crece, no puede generar empleo; ahí tenemos al totalitarismo atrapado en sus propias rígidas contradicciones. Bien dijo nuestro Apóstol que ¨Un pueblo no es la voluntad de un hombre solo¨.
En vez de estimular un tipo de competencia entre los inversionistas que contribuya a aumentar la eficiencia y abaratar las ofertas al consumidor, las presiones emanadas de la cúpula gobernante los obliga a cerrar el negocio.
Para evitar la repetición de lo ocurrido en la década de los noventa es necesario emitir leyes bien formuladas que expliquen con claridad los derechos y deberes del inversionista y limiten la excesiva intervención de las autoridades. Asimismo son de capital importancia mercados de suministro donde el inversionista pueda reabastecerse a precios razonables y en moneda nacional que es en la que ofrece sus servicios el empresario; es además importantísimo que el inversionista cuente con créditos bancarios con intereses razonables que le permitan –entre otras actividades- ampliar su empresa si lo estimase oportuno; además deben ofrecerle a los nacionales los beneficios que disfrutan los empresarios foráneos.
Los obreros deben contar con sindicatos libres que defiendan sus derechos, pues no tiene sentido que obreros y empresarios estén agrupados en el mismo gremio, donde los trabajadores llevan todas las de perder.
Por otra parte, es utópico pensar que los recién establecidos mercaditos de consumo vayan a dar empleo al más de un millón que despedirá el gobierno, cuando ya la Nación carga con millones de desempleados víctimas de la destrucción de la industria azucarera, de la ganadera, de las miles de industrias, talleres, etc. que a lo largo y ancho del País han cerrado sus puertas; ¿qué hogar cubano no carga con uno o más desempleados?.
Hoy más que nunca urge la implantación de una Reforma Agraria en Cuba, pero una genuina reforma que comience por entregar la propiedad de la tierra a quien la trabaja y le dé al campesino todas las garantías y facilidades para desarrollar su gestión.
Son de gran interés las cooperativas independientes, tanto agrarias como industriales, autogestionadas por los propios obreros, con el auxilio o cooperación estatal y también con la libre opción, inclusive, de colocar su producción en mercados internacionales.
Para alcanzar el logro total de nuestras aspiraciones de libertad y próspero bienestar para la sociedad cubana, tenemos que incluir en nuestros propósitos al hermano pueblo de la diáspora que además de ser parte integrante de la nación cubana, por su poder económico y alto desarrollo en el campo de la industria y el comercio, sería un factor preponderante para el éxito de nuestras pretensiones de una vida más próspera y halagüeña para el sufrido pueblo cubano.
Cuba está urgida de una amplia reforma que incluya, en lo político, la formación de varios partidos con elecciones libres periódicas donde el pueblo pueda elegir, sin ningún tipo de presión, a sus gobernantes; en lo económico, plenas libertades para el desarrollo de un mercado libre, con libertad empresarial, donde la competencia sea un factor favorable al pueblo consumidor.
Cuando logremos estas premisas, Cuba habrá retomado el camino hacia el desarrollo y la prosperidad como nación libre y soberana.
Del ánfora del Apóstol: “El hombre no tiene derecho a oponerse al bien del hombre”.
Emilio Bringas Dévora. Jovellanos, 1926.
Secretario Organizador e Historiador del Partido por la Democracia Pedro Luis Boitel.