Las autoridades sanitarias nos alertan de que aún no es tiempo de regresar a la normalidad, pero el desescalamiento a nivel mundial ha comenzado en varios países. Gradualmente se abren comercios, se regresa al trabajo, se vuelve a celebrar el culto en los templos y se comienza a pensar en el fin del curso escolar. Todavía en Cuba se exhorta a mantener y conservar todas las medidas de cuidado de la salud y debemos respetar y cumplir esas regulaciones porque preservan nuestra vida y la de los demás.
Dicho esto, comenzamos a darnos cuenta que tarde o temprano, cuando se den las condiciones requeridas y cuando los epidemiólogos lo consideren oportuno, los cubanos tendremos que aprender a vivir con una nueva enfermedad, ya no en su etapa pandémica sino endémica, como el dengue, la influenza, y otras muchas. Lo extraordinario se va convirtiendo en “normal”, porque el ser humano está dotado de un poder de adaptación enorme. Eso le ha permitido sobrevivir a pestes y revoluciones, a cambios de época y de estilos de vida, a cambios de hábitat y desequilibrios ecológicos.
¿Regresar o avanzar a la normalidad?
En medio de estas circunstancias, nos asalta esta pregunta: ¿es posible regresar a la normalidad en la que vivíamos antes de esta pandemia de la COVID-19? En dependencia de la respuesta que le demos personalmente y como nación a esta pregunta, se definirá el futuro de Cuba. Igualmente valdría la pregunta y la disyuntiva para el mundo en el que hemos compartido este azote mortal.
Hay un dato cronológico que condiciona esta ecuación: el tiempo no regresa, la historia no vuelve a atrás, lo que pasó es pasado pero… puede condicionar el presente y el futuro de nuestras vidas. Los antiguos decían que la historia es maestra de vida, y aunque no siempre aprendemos de ella, sus lecciones quedan para quienes las quieran escuchar, aprender y poner en práctica.
En Cuba, con frecuencia, los cubanos no hemos sacado las lecciones de la historia y hemos “chocado con la misma piedra” lo que equivale a decir, caer en los mismos errores a pesar de tener suficiente experiencia y muchas veces dolorosa de los errores pasados. Solo mencionaremos algunas muestras:
- Cada vez que las soluciones a nuestros problemas han sido impuestos desde “fuera de nosotros”, España, Estados Unidos, Unión Soviética, Venezuela, y no solo en lo geográfico, también en lo cultural, esas “soluciones” mesiánicas se han convertido en más graves y complejos problemas.
- Cada vez que se ha confundido la cultura con una ideología, la patria con un sistema, la información y las comunicaciones con la propaganda y las fake news ese estilo de vida en la mentira y en la manipulación han traído grave daño psicológico con esquizofrenias personales y sociales que se manifiestan en crisis de valores, en lo que Varela llamó “máscaras políticas”, en lo que hoy llamamos en Cuba “doble moral”, como si eso fuera posible, por querer decir: simulación, incoherencia entre lo que se siente, se piensa, se dice y se hace.
- Cada vez que el autoritarismo político o religioso, de cualquier signo, amordaza la creatividad del pueblo, bloquea a las fuerzas productivas de la nación, coarta las libertades y viola los derechos humanos, Cuba se ha empobrecido material, moral y socialmente.
- Cada vez que se han permitido los “actos de repudio”, las “brigadas de respuesta rápida”, los juicios ejemplarizantes, los “fusilamientos mediáticos” que han enfrentado cubanos contra cubanos por razones materiales, políticas o ideológicas, se ha roto la unidad nacional, se ha irrespetado la pluralidad congénita al ser humano y a la sociedad y han resurgido el odio, la violencia y las explosiones sociales.
- Cuando desapareció la Unión Soviética y el llamado “campo socialista” Cuba cayó en la primera etapa del llamado “período especial” y como no aprendimos la lección y liberamos las fuerzas productivas y cambiamos los modelos ineficientes y bloqueadores del emprendedurismo propio de los cubanos, volvemos a caer en otra etapa de crisis-sobre-crisis al no contar con los volúmenes de ayuda de Venezuela, otra dependencia externa porque no se decidió la soberanía ciudadana, económica, política y nacional.
Avanzar hacia la normalidad del futuro
Pudiéramos mencionar otras muchas lecciones de la historia que no hemos aprendido como cubanos. Pues bien, cuando no aprendemos de lo vivido caemos en los mismos errores pero no podemos regresar para atrás. Unas heridas caen sobre las antiguas y se va dañando la naturaleza humana y se va deteriorando la sociedad en su convivencia y en sus estructuras. Por eso a veces nos preguntamos: ¿Qué ha pasado con nuestros compatriotas, con nosotros mismos, con nuestras más nobles formas de convivencia? ¿De dónde sacamos ese egoísmo, esa irresponsabilidad, esa indisciplina personal y social, de dónde tanto odio reprimido, tanta violencia política, tanto lenguaje ofensivo, tanta descalificación, una prensa tan bipolar, tan reactiva, tan poco propositiva y educativa?
Si volver a la normalidad después de aprender a vivir con esta nueva enfermedad es regresar a esos estilos de vida, a esas formas de no-convivencia, a esas confrontaciones que lesionan la unidad del pueblo cubano, dividiendo, en el más clásico maniqueísmo, entre los totalmente buenos y los absolutamente malos, si volver a la normalidad es regresar a un pasado de dependencias externas, de ineficiencias internas, de modelos económicos que no han funcionado durante seis décadas… si volver a la normalidad es seguir con bloqueos externos y bloqueos internos a las fuerzas creativas y productivas de la nación cubana… si es resolver las diferencias con más represión y no con diálogo auténtico y educación cívica… si volver al pasado es regresar a la continuidad de lo que hemos hecho siempre durante 60 años… opino que Cuba no se merece haber sobrevivido, con sacrificios a esta pandemia con la labor de médicos, enfermeros, personal de la salud y mucha solidaridad real entre vecinos, para que la regresemos al mismo pasado que llamamos equívocamente “normalidad”.
No se puede regresar cronológicamente al pasado, pero se puede avanzar hacia un futuro en que pongamos en práctica lo que hemos aprendido de los errores de las anteriores “normalidades” trastornadas:
- Cambiar continuidad hegemónica por participación ciudadana: esa es una forma de avanzar hacia una nueva normalidad en Cuba.
- Cambiar modelos anacrónicos por metodologías y estructuras que, a pesar de sus deficiencias como todo lo humano, funcionan, crean riquezas, saben distribuirla, saben combinar marcado con justicia social.
- Cambiar represión por educación.
- Cambiar confrontación por diálogo y debate público de ideas.
- Cambiar exclusión por inclusión de toda la pluralidad política, social, cultural, de género, religiosa, empresarial.
- Cambiar la trinchera por la convivencia.
Eso, creo yo, sería “volver a la normalidad” porque es volver a un modelo de convivencia y sociedad coherente con la naturaleza humana, con la soberanía del ciudadano, con la participación democrática y con la educación, respeto y promoción de los Derechos Humanos inalienables, universales e indivisibles.
Así Cuba podrá volver a la normalidad de una nación libre, próspera y feliz. No regresando a la Cuba del 1958 o a la de 1902, sino avanzando hacia el cambio de época, el desarrollo humano integral y los modelos socio-políticos y económicos que han llevado a otras naciones a una forma de vida y convivencia mejor. Y después, volver a corregir los errores de la nueva etapa y avanzar hacia una más humana, y así… siempre aspirando a la normalidad del progreso y la humanización.
Volvamos pacífica y ordenadamente, por nosotros mismos y con todos los cubanos de la Isla y de la Diáspora, a esa normalidad del futuro.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Reside en Pinar del Río.