En Cuba, ¿todo el mundo canta?

Por Servando Blanco Martínez
 
 
Hace poco menos de dos años, en el programa 23 y M del canal Cubavisión, entrevistaron a una leyenda de nuestra cultura, profesor y tallador de grandes voces de la música popular cubana: Luis Carbonell, el “Acuarelista de la Poesía Antillana”, que en Gloria esté. Su mérito y reconocimiento, por las grandes voces de la música cubana de varias generaciones, es indiscutible.

 


 

 
Por Servando Blanco Martínez
 
Luis Carbonell junto al cantante Servando Blanco
 
Hace poco menos de dos años, en el programa 23 y M del canal Cubavisión, entrevistaron a una leyenda de nuestra cultura, profesor y tallador de grandes voces de la música popular cubana: Luis Carbonell, el “Acuarelista de la Poesía Antillana”, que en Gloria esté. Su mérito y reconocimiento, por las grandes voces de la música cubana de varias generaciones, es indiscutible.
 
En el año 2003 tuve la oportunidad de trabajar junto a él en el centro cultural La Piscuala, de la ciudad pinareña, y el honor de que me invitara a su mesa. Después de presentarme y escuchar con mucho interés, a pedido mío, su opinión crítica sobre mi presentación esa noche, me comentó con cierto desencanto dos cosas: primero, que las voces que se promocionan en los medios de difusión, en su gran mayoría, son las peores, sin una educación en la técnica, con repertorios y vestuarios no adecuados; y lo segundo, el síndrome de la histeria interpretativa, o sea, “quien cante más alto o grita más, es mejor”, donde el mayor porciento lo ubicaba en las mujeres, y su preocupación de que esa moda, a la larga, dañara el gusto estético del público, pues, “el artista es un educador y tiene que tener cultura y educación para hacer su trabajo, no importa el género que interprete”, me dijo.
 
De esa noche para acá, han pasado casi 12 años, y en alguna que otra entrevista lo escuchaba siempre referirse a este tema, pero en el programa musical 23 y M al cual me refiero, fue enfático cuando expresó: “al escuchar la radio y ver los programas musicales de la televisión me da la dolorosa impresión que ya en Cuba no hay cantantes”. El maestro sabía que hoy en día tenemos voces excepcionales, pero son muy pocas las que dejan escuchar la radio y la televisión.
 
Sin embargo, seguimos sorprendiéndonos al descubrir “nuevos valores” que por arte de magia entran a formar parte de los Centros o Empresas Comercializadoras de la Música como solistas, sin condiciones vocales y donde el repertorio que ofrecen no se acerca, ni en broma, a la antesala de nuestros valores culturales.
 
A la tierra venimos con el don que Dios nos da al nacer, tanto para la música, como para las demás manifestaciones del arte, pero este también se cultiva, se educa, se forma en escuelas, que es lo más adecuado, o en la “universidad de la calle”. Recordemos a los músicos de antaño, de los cuales  muchos aprendieron en sus casas con la familia, pero hay que tener el don en la sangre como lo tuvo Benny Moré, que aunque no supiera leer música, se puede decir que  fue un músico y un intérprete, que es la forma superior del cantante, excepcional.
 
Hoy en día ya no existen las Escuelas de Superación Musical, donde los músicos que por su edad no tenían oportunidad de estudiar en las Escuelas Vocacionales de Arte o en el ISA, sí lo podían hacer en estas escuelas, y con muy buenos profesores de instrumentación y de canto, según fuera el caso. También podían estudiar jóvenes con condiciones musicales o vocales. Sería injusto no reconocer la calidad de los jóvenes egresados de las Escuelas de Arte en instrumentación, pero no así en canto, pues hasta donde sé no existe ese perfil para la música popular.
 
Hace dos meses en un espacio cultural en el que participé junto a otros cantantes, un espectador, cuando me retiraba al terminar el espectáculo me preguntó:
 
– Servando, permítame hacerle una pregunta.
– Por supuesto -le contesté.
– ¿Cuál es la razón por la que ya en Cuba todo el mundo canta?
 
Y ahí es donde está el problema según mi opinión, pues, ¿quiénes evalúan y aprueban la entrada de estos “solistas” a los Centros de la Música? Esto traerá como resultado que después en las audiciones nacionales sean desestimados en su gran mayoría, salvo aquellos que estén “bendecidos”. Y entonces habría que hacerse dos preguntas:
 
1- ¿A quién beneficia la entrada de personas sin las condiciones necesarias a los Centros o Empresas de la Música?
2- ¿A quién perjudica?
 
De las dos preguntas anteriores, la primera me es difícil contestarla, pero la segunda puedo hacerlo: perjudica a nuestra cultura, y a los espectadores que, en sus ratos libres, salen a disfrutar de un buen espectáculo.
 
Servando Blanco Martínez (Pinar del Río, 1959).
Licenciado en Educación.
Cantante y compositor.
Scroll al inicio