CUBA LE CANTA A DIOS

 

Portada del disco compacto “Un barroco cubano”, por el Coro Exaudi de La Habana (2013). Propiedad de la autora

Recuerdo con nostalgia aquellos años de mi niñez cuando, en la época navideña, mis padres me llevaban a ver las vidrieras de los grandes almacenes de La Habana decoradas con lindas guirnaldas, árboles, luces y muñecos de nieve, y las llenaban de juguetes y artículos que eran la delicia de los niños. Vienen también a mi mente las visitas que hacíamos a las diferentes parroquias y conventos habaneros en donde armaban nacimientos, algunos de tamaño natural, con todo tipo de decoración: cascadas, estrellas, arroyos donde calmaban su sed los camellos y las ovejas. También les añadían aldeanos que se movían por el poblado y pastores que llevaban a sus animalitos a la cueva de Belén, todo con música de Navidad de fondo. Casi todos les ponían montañas y detrás, un cielo azul estrellado en el que resaltaba la gran estrella que guiaba a los Magos. Era la escena del misterio de la Navidad en torno a la Sagrada Familia. Aquella temporada del año era hermosa y mágica para todos, pero sobre todo para los niños que soñábamos con la llegada del Niño Jesús y días después, la visita de los Reyes Magos que pasarían por nuestro hogar la noche del 5 al 6 de enero.

Sabíamos que los Reyes le llevarían al Niño presentes de oro, incienso y mirra, y a nosotros nos traerían los ansiados juguetes (si nos habíamos portado bien…). Como venían desde tan lejos, y pensando que traían hambre, junto al Niño Jesús en su pesebre, yo les ponía un platico con galleticas y un vaso de leche. Eran la inocencia y la ternura de la niñez desplegadas al máximo. ¡Qué hermosa y qué sana era aquella época del año! Cuanta ilusión, respeto y devoción se percibían por todas partes en los días próximos a la llegada del Niño Dios. Hoy, ya toda esa tradición ha pasado, pero en mi mente y en mi corazón perduran esos recuerdos que son imborrables.

Como estamos próximos a la Navidad, he querido hacer un recorrido por nuestra tradición musical religiosa, particularmente en torno a los villancicos. Para ello viajo a una época distante, allá por el siglo XVII, en que se empiezan a oír en nuestro país los villancicos del gran músico habanero, Esteban Salas, que fue nuestro primer gran compositor clásico.

Esteban Salas y Montes de Oca nació en La Habana el 25 de diciembre de 1725. Según las investigaciones de Monseñor Ramón Suárez Polcari, “sus contemporáneos lo describen con tez morena, nariz aguileña, frente despejada, labios gruesos y carnosos […]. Hombre de Iglesia, siempre vestido con el traje talar, muy escueto y pobre, con la tela envejecida hasta la trama”1. Salas se educa en La Habana; luego ingresa como tiple en el coro de la Parroquial Mayor. Algunos años más tarde matricula filosofía y teología en la universidad, y aprende los oficios de organista y compositor. Desde muy joven vive como un sacerdote, y aunque siempre viste de negro y ha hecho votos de pobreza y castidad, se considera indigno de ordenarse sacerdote.

Se cree que por el ir y venir de la flota española y el comercio entre La Habana y la Península fue como vinieron a la Isla los maestros españoles que servirían en la Parroquial Mayor y que pudieron preparar a un músico como Esteban Salas. Aunque Santiago de Cuba era la capital de la Isla, no tenía la vida cultural de La Habana. Al encontrarse en el extremo oriental de Cuba, y por la lejanía de las rutas comerciales, tenía pocos recursos económicos. En La Habana había variedad de instrumentos que eran utilizados para los oficios religiosos, pero en Santiago se carecía hasta de libros de música.

En 1722, el Obispo Jerónimo Valdés funda en Santiago de Cuba el Colegio Seminario de San Basilio el Magno y establece allí una cátedra de canto llano. En diciembre de 1755 el Cabildo se dirige al Rey Fernando VI y le pide licencia y ayuda para establecer una capilla de música en esa ciudad. Pero no será hasta diez años más tarde en que Carlos III, sucesor de Fernando VI, responda a la solicitud. Mientras tanto, el dominicano Pedro Agustín Morell de Santa Cruz es nombrado Obispo de Cuba y en 1753 se establece en La Habana. Allí conoce a Esteban Salas y piensa que él es la persona indicada para constituir la capilla de música que se planifica para Santiago de Cuba.

Cuando Salas llega a Oriente es ya un hombre maduro. Su extremada modestia comienza a dar de qué hablar. Los canónigos, algo desconfiados, lo someten a prueba y le exigen la composición inmediata de varias piezas. Salas sale victorioso de las pruebas y le conceden la plaza de maestro de música, así como impartir algunas clases en el Seminario San Basilio el Magno. Salas acepta a condición de no recibir estipendio alguno.

Una vez asentado en Santiago en su nuevo cargo, procede el músico a la creación de plazas: tres tiples, dos altos, dos tenores; dos violines, un violón, dos bajones y un arpa, además del órgano: un total de catorce ejecutantes. Forma a varios discípulos, entre ellos Manuel Miyares y Francisco José Hierrezuelo. Está siempre componiendo y escribe con letra clara y segura. El entusiasmo que pone Salas por hacer de la capilla de música de la catedral algo digno de ésta se aprecia por los resultados, llegando a establecer hasta una pequeña orquesta clásica que puede ejecutar sinfonías convirtiendo a la catedral en sala de conciertos. El historiador Pablo Hernández Balaguer dice en su obra dedicada a Salas:2 “…este fue el verdadero punto de partida de la práctica de la música seria en Cuba. Con él comienza a apreciarse en Cuba y a diferenciarse la música popular de la música culta en el templo y en el pueblo”.

Por entonces los canónigos lo instan a que tome las órdenes sacerdotales, pero no se considera digno de llevar el hábito o de decir misa, y sigue en su propio mundo, llevando traje de abate3. “[Salas] llegó a vivir como un mendigo”, nos dice nuevamente Monseñor Polcari en la obra ya citada. “Su sotana se iba haciendo trizas y sólo se alimentaba con chocolate, pero seguía atendiendo a sus deberes ministeriales […] aunque todo el dinero debía entregarlo para sufragar las deudas”. En 1789, el Obispo Antonio Feliú y Centeno4 llega a Santiago, y mientras el Cabildo lo agasaja, Feliú observa que Salas permanece en segundo plano, entre los monaguillos. Su cabeza está ya blanca en canas. El prelado va hacia él, lo abraza y le pide que se ordene de sacerdote. Esta vez el músico accede y recibe la primera tonsura5 en noviembre del mismo año, y en marzo de 1790 ya es presbítero.

Luego de múltiples preocupaciones y desvelos, el 12 de noviembre de 1801, por una Real Cédula se pone fin a una deuda que había contraído en su cargo. Pero Salas está ya enfermo y deprimido, y poco después deja de existir, en la mayor pobreza, el 15 de junio de 1803. Había desempeñado su cargo por 39 años. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia del Carmen6, y el obispo dispuso que sus exequias se hicieran con la mayor pompa y solemnidad. Toda la ciudad de Santiago de Cuba se asoció al duelo, y el día de sus funerales se leyeron estos versos:

No es muerto Esteban no, que vida ha sido/ de perdurable paz su monumento; por él con subterráneo apartamento/a la mansión de Dios se nos ha ido. Ya desnudo del hombre mal nacido/dejó la patria y valle turbulento, viajando en  derechura al firmamento/por la lóbrega senda del olvido. Puerta dichosa fue, no sepultura/la que le abrió el destino en su partida.

Al morir, dejaba al Archivo Catedralicio un precioso legado de más de un centenar de obras. En los años subsiguientes a su muerte, se siguieron oyendo sus villancicos y algunas otras obras en la catedral de Santiago como la Misa de Réquiem, motetes, te deums7, stabat maters8, pastorelas y 30 villancicos, así como autos sacramentales y otras piezas. Alejo Carpentier9 apunta: “[…] la finura, el buen gusto, el frescor de ideas, nunca abandonan a Salas. Su lenguaje es además conciso y directo…10. Carpentier añadió que Salas “fue un verdadero místico” y el primer gran compositor serio de música religiosa clásica que tuvo Cuba. De él parte en línea recta la tradición musical que luego continuarían Laureano Fuentes, Ignacio Cervantes, Cratilio Guerra, Antonio Raffelin, Manuel Saumell y otros.

La vida de Salas estuvo llena de dificultades y siempre tuvo que luchar contra los que se empeñaban en amargar su productiva vida. Pero nos ha quedado su música que le ha conquistado un lugar cimero en la historia de la música religiosa de Cuba.

El Hermano Alfredo Morales Mustelier, FSC

Otra figura importante de la música religiosa en nuestro país es la del Hermano de La Salle, Alfredo Morales Mustelier. Nacido en Santiago de Cuba en 1927, procedía de una familia de profunda convicción religiosa. En 1943 Alfredo ingresa al Noviciado de Guanabacoa donde recibe el hábito de la Orden de los Hermanos de las Escuelas Cristianas o de La Salle. Estudia luego en la Universidad de La Habana y toma clases en privado de José Luis Vidaurreta; con el gran compositor y director de orquesta, Gonzalo Roig, y también con el maravilloso pianista y compositor, Luis Ernesto Lecuona. Va fuera del país a estudiar en Bruselas y en el Instituto Católico de París.

En 1949 se gradúa de Doctor en Pedagogía y se da a la tarea de rescatar la tradición musical cubana, fuera de raíz hispana, africana o el mestizaje de ambas. Compone obras como la Fantasía cubana para piano, Cantar Criollo que ganó el segundo lugar en el concurso nacional de la Canción Cubana en 1952, y algunas otras obras más. Poco a poco se consolida como director de coro y compone obras corales, entre ellas El Juramento a la Patria (1952) y su Canto de Felicitación.

En 1954 compone el hermoso y conocido villancico “Campanitas Cubanas”. También es muy popular su “Serenata Navideña al Niño Dios”. En esos años escribe la pieza Ofrenda de un Guajirito, y una colección de villancicos cubanos ganando el segundo premio en el Concurso Nacional de Villancicos convocado por la Acción Católica Cubana en diciembre de 1956. Son también muy conocidas sus composiciones, no religiosas: Canto a Oriente y Cantares Guajiros. Ya en 1993, inspirado en Martí y la Patria, compone La Rosa Blanca con letra de la Dra. Mercedes García Tudurí11.

Morales es uno de los precursores del uso de ritmos y melodías folclóricos en la liturgia católica. Entre sus obras se encuentra el cantoral “Cuba canta su Fe”12 en el que se consolida oficialmente el uso de géneros musicales cubanos (guajira, clave, punto cubano, son) dentro de la liturgia católica, y que incluye cantos e himnos como Es Yahvé mi Pastor, Cantando mi Fe, Ave María (Caridad del Cobre) y Ven con nosotros, Señor, entre otros. Mientras se mantiene en el ejercicio de la docencia en las escuelas y colegios de los Hermanos de La Salle, el Hermano Alfredo lleva simultáneamente una intensa actividad coral.

Durante su vida recibió muchos premios, entre ellos: el segundo premio del Concurso Nacional de la Canción Cubana de 1953; el primer premio en el Festival de Canciones Criollas de República Dominicana en 1983, y La Orden de Duarte, Sánchez y Mella en 1987 por su contribución al arte coral de la República Dominicana, país a donde fue a residir, luego de su partida de Cuba en 1961 debido a la confiscación de los colegios católicos y privados. El Hno. Alfredo falleció en República Dominicana en el 2012, pero hoy su obra sigue siendo muy importante en la liturgia católica.

Otros compositores cubanos  

Debemos también mencionar a otros importantes compositores de música religiosa cubanos como fueron: Gisela Hernández, Cesar Pérez Sentenat, Adolfo Guzmán, Rodrigo Prats, Olga de Blanck, Roberto Marín y Dora Carvajal; Mercedes Pedroso de Douglas y otros. En cuanto a grabaciones, en la década de 1950 se imprime un disco de Navidad interpretado por Carmelina Rosell acompañada por un coro masculino y piano. La Coral de Acción Católica Cubana bajo la dirección de la Dra. Marta Fernández Morell, y el Coro de Madrigalistas, dirigido por el maestro Manuel Ochoa, realizaron estrenos de importantes obras cubanas, y grabaron discos en los que aparecen varios villancicos de Salas y de otros compositores cubanos.

Hoy en día, tanto en Cuba como en los Estados Unidos, se sigue trabajando en el “rescate” y difusión de nuestra música religiosa para que se mantenga viva por las décadas venideras. En los últimos años hemos podido disfrutar de composiciones religiosas y de Navidad de los músicos cubanos: José María Vitier, Perla Moré, muy conocida por su Misa Cubana; Frank Gómez, Mercy Ferrer, el padre Juan Sosa, Tony Rubí, Lourdes Montgomery, Roger Hernández, María Antonia Fernández, Andrés Trujillo, Mayda Galano y otros más. Entre los grupos corales están, en Cuba: el conjunto de música antigua Ars Longa, la Schola Cantorum Coralina de Cuba y el Coro Exaudi bajo la dirección de Teresa Paz y Aland López. En Estados Unidos, la Coral Cubana de Carmen Riera, el Coro Arquidiocesano de Miami dirigido por María Gómez Rudisill, y el conjunto ARTEK bajo la dirección de Gwendolyn Toth. 

Para completar este resumen musical, es interesante mencionar el interés por la música sacra cubana que ha mostrado el grupo coral norteamericano, Seraphic Fire (Fuego Seráfico), con residencia en Miami. En septiembre del 2008 y luego en enero de 2019, presentó unos conciertos de música religiosa de Latinoamérica y escogió de Cuba la música de Esteban Salas. Como dijo su director, Patrick Dupré Quigley esa noche, “oirán las composiciones de Esteban Salas como hubieran sonado en la Catedral de Santiago de Cuba en el siglo XVIII”. Para los que pudimos asistir, fueron conciertos memorables.

Este 24 de diciembre, luego de la cena familiar, me sentaré junto al pesebre a rememorar aquellas Navidades de tiempos pasados en Cuba en compañía de mi familia, y después de revivir en la Misa del Gallo el gozo de la primera noche del nacimiento de Jesús, volveré a escuchar los hermosos villancicos cubanos como este que dice así:

Ángeles con cascabeles,                     Uno viene morenito

de los cielos tropicales,                      un son le viene a cantar.

vienen para ver al Niño                      Trae maracas en sus manos

y le ofrecen palmas reales.                 Para hacerse acompañar.

A todos, ¡Feliz Navidad! Y… ¡que suenen los instrumentos!

 


Teresa Fernández Soneira (La Habana, 1947).
Investigadora e historiadora.
Estudió en los colegios del Apostolado de La Habana (Vedado) y en Madrid, España.
Licenciada en humanidades por Barry University (Miami, Florida).
Fue columnista de La Voz Católica, de la Arquidiócesis de Miami, y editora de Maris Stella, de las ex-alumnas del colegio Apostolado.
Tiene publicados varios libros de temática cubana, entre ellos “Cuba: Historia de la Educación Católica 1582-1961”,
y “Mujeres de la patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba” (2 vols. 2014 y 2018).
Reside en Miami, Florida.

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