Cuba: la sociedad civil ha dejado los pañales

Por Juan Carlos Fernández Hernández
Foto: Marta Beatriz Roque

Damas de Blanco rezándole a Santa Rita
Pequeño bosquejo de lo cotidiano a modo de intro
Escribir sobre Cuba siempre resulta en extremo difícil, pues cualquier tema que se toque al respecto elevará las posiciones y las opiniones más disímiles. Pero precisamente esta característica es la que me anima a expresarme sobre la realidad en mi país.
Cuba pesa, ¡y cómo!, tanto en la conciencia como en el corazón y es por esto que quisiera ser como caja de resonancia de innumerables compatriotas que a diario se preguntan y me preguntan qué pasa con el gobierno cubano, parece que está anclado, más bien atrapado, en un inmenso iceberg que no le permite navegar al paso que los tiempos actuales requieren. Porque a todas vistas eso es lo que parece cuando se analizan los acontecimientos que están teniendo lugar en la Isla y la reacción que ante ellos adopta la dirigencia cubana.
Estas actitudes de desentendimiento, concienciado, se ponen de manifiesto cuando el gobierno cubano se empeña en aparentemente ignorar y reprimir, sin muchas apariencias, las continuas, y cada vez más acaloradas, opiniones sobre su gestión, para muchos nula, que a diario se vierten en las calles y hogares a lo largo y ancho de todo el archipiélago: la agonía de los despidos, eufemísticamente llamados por el gobierno “disponibles”, los sueldos insuficientes, el creciente desabastecimiento, la ineficiencia e incompetencia en los servicios, el continuo detrimento que sufre el sector educativo, parece no tener fin, la falta de propuestas viables y éticamente aceptables del poder que verdaderamente mejoren la actual situación de crecientes sectores de la ciudadanía. Los problemas crecen y las respuestas brillan por su ausencia, o mejor dicho, las respuestas a los problemas parecen tener la extraña cualidad de agravarlos. Ahora resulta que la Internet, la telefonía celular, las redes inalámbricas y toda la tecnología son perjudiciales. Me pregunto para quiénes. Creo que para los constructores de muros y dogmas, para los intolerantes, para los medrosos del cambio y la renovación. Para esos es el peligro, no para la sociedad que se alegra tanto cuando una pequeña porción de esa libertad les llega a través de esa misma tecnología. Y valoran bien, regular o mal, pero por sí mismos esa realidad que se les presenta.
Cambio, cambio, cambio
El mundo ha cambiado y la sociedad civil cubana lo sabe y va cambiando y madurando. Alguien dijo que el actual siglo era el de la sociedad civil o no era. Cierta o no esta aseveración, todo indica que se ha tomado en serio por muchas cubanas y cubanos que piensan que el tiempo ha llegado, el cubano del siglo XXI ha dejado de ser un funcionario de barricada sin olor a pólvora para dar riendas sueltas a la imaginación, y muchos viven y trabajan como si ya vivieran en libertad, sin olvidar la realidad objetiva: Se camina hacia ella, se saborea pero no ha irrumpido plenamente, falta camino por andar, menos, cierto, pero falta. Las maneras de hacer política, arte, economía, etc., toman nuevas formas y se reinventan día a día. La sociedad civil es un inmenso laboratorio en donde se generan ideas las 24 horas del día, los 365 días del año. Unas fructifican, otras no, pero dan las ideas de otras que sí pudieran ser, es toda una vorágine, nunca se para, hasta en la aparente calma se está gestando. Y en estos nacimientos todos tomamos parte desde nuestro propio espacio y con nuestros propios talentos. Es toda una poesía nunca acabada, siempre agregándosele versos, siempre bellos y siempre cautivantes.
Lo bello y original de la sociedad civil es que no necesita ni puede ser una unidad monolítica. Han intentado convertirla en eso, pero el fracaso ha sido el fruto. Por el contrario, la articulación y la armonía en el aparente caos de la diversidad es lo que más excita a unos e irrita a otros. Yo me encuentro del lado de los primeros. Se encuentran en un mismo espacio, un maestro yogui, rastafaris, rockeros, cibernéticos, rumberos, gays y cuanto ser hay y todos y cada uno tiene un lenguaje común desde su identidad y colabora en disímiles proyectos, que pueden ir desde la política partidista hasta un simple performance artístico, o un proyecto en beneficio de niños y niñas enfermos, o aprender a hacer periodismo ciudadano, o educarnos a participar responsablemente en medio de la sociedad, aprendiendo y enseñando economía, gestión empresarial con responsabilidad ciudadana y muchos, muchos más. Esa es la sociedad civil cubana, tantas veces talada y otras tantas regeneradas. Ella es su propia cura, esa es su gran virtud, que quiere ser actriz principal y no correa de transmisión de ningún poder, y lo está logrando, por el momento con pequeños proyectos, que no por esto dejan de tener un gran impacto en el país y fuera de él.
Lo demuestran la diversidad de iniciativas, individuales y grupales, que continuamente se generan en medio de nuestra sociedad: Agrupaciones musicales, proyectos de arte, cartas abiertas, performances contra la violencia, grupos de bloggers que luchan pacíficamente por los derechos de todos los cubanos al libre acceso a la Internet, grupos de defensa de derechos humanos, publicaciones socio- culturales, jóvenes que desean y buscan, conscientemente, un cambio en la realidad y lo expresan abiertamente en sus centros de estudio o trabajo, ciudadanos comunes y simples que han roto la barrera del miedo y el silencio y expresan sus frustraciones y anhelos a puro grito, las múltiples propuestas y acciones de la oposición pacífica dentro y fuera de la isla, en fin, si hiciéramos una comparación da la impresión que se vive en Cuba en dos estaciones de manera permanente, de un lado: el Estado cubano en un invierno glacial perenne, congelado, sin respuestas incluyentes o la falta de voluntad para ofrecerlas; del otro: la sociedad civil cubana que se encuentra en una primavera, plena de vida, aprendiendo a caminar, con los golpes y magulladuras que trae consigo el arte de andar erguidos, anchando el camino para que haya más caminantes, haciendo más tierra fértil en donde poder cosechar los frutos de la transición, que son, cuando no los más, sí muy difíciles de recoger, sobre todo tres de ellos, a mi entender cardinales. Primero, el cambio de mentalidad, salir de las seguridades de lo conocido para explorar en lares que no ofrecen un aparente refugio. Este es un gran desafío que tiene ante sí la propia sociedad cubana, pensar y soñar una Cuba diferente, apartada de todo dogmatismo y esquemas selectivos, que no son otra cosa que exclusivos y discriminatorios. Cada día que pasa veo cómo se avanza en ello, de manera constante y gradual. Nos estamos educando cívicamente en el diario caminar, no lo estaremos haciendo todo lo rápido que muchos quisieran pero de lo que no cabe duda es que es imparable. Más vale así, que vayamos gradualmente y ya no hay formas ni maneras de esconderlo. ¡Bravo por Cuba y por los cubanos y cubanas! Segundo, y no menos importante, es tomar conciencia de nuestras fortalezas en medio de la realidad nacional. Y tercero, no permitir ser manipulados por poder alguno, venga de donde venga, vista como vista.
Históricamente la sociedad civil ha sido una fruta muy apetecida por los que detentan el poder, cuando esto sucede el poder se siente sin límites y devienen los totalitarismos. Pero cuando la sociedad civil despierta de su letargo… Túnez, Egipto, Yemen, Argelia, etc.
Conclusión inacabada
¡Quién lo hubiera dicho hace diez años atrás cuando siempre se hablaba de la incipiente sociedad civil cubana! Sin grandilocuencias ni triunfalismos cegatos, creo que esa etapa ya está superada.
Como señalaba al principio de estas líneas, el Estado cubano y su dirigencia están cegados en su propio ego, atrapados en la inmovilidad del dogma, están dejando ir la guagua, parafraseando la sabiduría popular, del cambio. Cada día se alejan más y más de la realidad del cubano, actitud que solo traerá mayor desconfianza y falta de credibilidad, ahondando más la brecha que ya de por sí es grande entre gobernantes y gobernados.
Si verdaderamente el gobierno cubano quiere ser un protagonista de los cambios que ya están ocurriendo en Cuba, tendrá que entrar de lleno en el juego de la inclusión y la negociación. No puede perdurar un gobierno que excluya a un sector creciente de sus ciudadanos y al mismo tiempo pretender tener credibilidad entre sus compatriotas. Quien así obre se estará autoexcluyendo y cavando su propia tumba, social y política.
La sociedad civil, mientras tanto, ya está ocupando su lugar en la mesa y no piensa ausentarse nunca más.
Juan Carlos Fernández Hernández. (1965).
Ex Corresponsable de la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares
de la Pastoral Penitenciaria. Diócesis de Pinar del Río.
Miembro del equipo de trabajo de Convivencia.
Animador de la Sociedad Civil.
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