Foto de Yoandy Izquierdo Toledo.
CRISTIÁN LARROULET | El debate sobre los factores que explican el crecimiento económico ha sido extenso y continuará siéndolo en el futuro. Sin embargo, existe un alto nivel de acuerdo en que los recursos humanos, su educación, el capital y la eficiencia en la utilización de ambos explican gran parte del crecimiento y las diferencias de ingreso entre los países.
¿Pero qué explica que los mencionados factores se acumulen y se utilicen en forma eficiente? ¿Qué explica que existan países ricos y pobres y países que logran crecer sostenidamente, mientras otros lo hacen solo transitoriamente?
En el pasado, se pensaba que existían elementos que determinaban la prosperidad o la pobreza de las naciones. Condiciones como la geografía de un país, su cultura, incluso la raza a la que pertenecía su pueblo. Sin embargo, hoy somos muchos los que creemos que son las ideas y las instituciones, es decir, la Constitución, las leyes y organizaciones públicas, las que generan los incentivos o desincentivos que explican que una sociedad alcance o no el desarrollo.
La combinación de ideas e instituciones motivan a las personas para innovar, invertir y formar recursos humanos. Las personas identifican las oportunidades que existen en la sociedad e impulsan las innovaciones y transformaciones que se pueden realizar, producen bienes y/o servicios para satisfacerlas, siempre y cuando existan las instituciones que les den garantías de que su esfuerzo va a tener una expectativa razonable de recompensa.
Y esta es una realidad de la que, naturalmente, Cuba no escapa. Así lo expone un trabajo1 académico publicado recientemente que analiza la experiencia histórica de Cuba, desde la perspectiva de las instituciones y el desarrollo. En este documento, sus autores observan que hasta 1959 el nivel del PIB cubano, aunque era inferior al promedio de los países latinoamericanos, mantenía una diferencia más o menos estrecha. Sin embargo, esta brecha comienza a crecer sostenidamente a partir de 1959, año en que en Cuba se producen drásticos cambios institucionales con motivo de la Revolución encabezada por Fidel Castro.
Cambios institucionales que se reflejan tanto en las políticas económicas aplicadas por el gobierno, como en la Constitución de 1976 que junto con reemplazar a la Carta Fundamental de 1940, establece entre otras materias, la abolición de la propiedad privada y la institución de la planificación central como instrumento para dirigir la economía nacional.
Basta con comparar las disposiciones sobre el papel del Estado y el rol de la propiedad privada en ambas Constituciones para comprender el giro de 180 grados que dio el país en pocos años.
Así, mientras la Constitución de 1940 en su artículo 87 declaraba que el “Estado cubano reconoce la existencia y legitimidad de la propiedad privada en su más amplio concepto de función social y sin más limitaciones que aquellas que por motivos de necesidad pública o interés social establezca la Ley”, el artículo 140 del texto vigente dispone que en “la República de Cuba rige el sistema de economía basado en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción y en la supresión de la explotación del hombre por el hombre”. También rige el principio de distribución socialista “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”.
Veamos otro ejemplo. Respecto de la relación entre el Estado y la economía, la Constitución de 1940 establecía en su artículo 271 que el “Estado orientará la economía nacional en beneficio del pueblo para asegurar a cada individuo una existencia decorosa. Será función del Estado fomentar la agricultura e industria pública y beneficio colectivo”. Sobre esta misma materia, la actual Constitución dispone en su artículo 90 que el Estado “realiza la voluntad del pueblo trabajador y dirige planificadamente la economía nacional”, entre otras funciones.
De esta manera, lo que para algunos puede parecer un simple reemplazo de definiciones políticas expresado en unas pocas frases, representa en la realidad una sustitución radical de ideas cuyas consecuencias sociales y económicas se reflejan, por ejemplo, en que mientras el promedio de las naciones latinoamericanas han logrado crecer económicamente y acercarse al desarrollo durante las últimas décadas. Cuba se encuentra estancada en una profunda crisis económica.
Referencia
[1]Ribeiro, F., Stein, G., & Kang, T. (2013). The Cuban Experiment: Measuring the Role of the 1959 Revolution on Economic Performance using Synthetic Control.
Cristián Larroulet.
Académico de la Universidad del Desarrollo.
Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC). Cuba. Reside en Chile.