Por Karina Gálvez
El miedo paraliza, especialmente, cuando no logramos definirlo. El tener miedo sin saber a qué se diferencia del temer a algo bien identificado. Los cubanos necesitamos identificar y vencer el miedo a los cambios, especialmente a las reformas económicas indispensables, para dejar la parálisis y protagonizarlos responsablemente. Descubrir las oportunidades, aún en medio de las dificultades, puede resultar una eficiente herramienta en manos de quien quiera superar el miedo y ser protagonista.
Los cubanos, como todos los humanos, le tememos al cambio. No obstante hay consenso en cuanto a la necesidad de que ocurran cambios en Cuba. Sentimos miedos, o más bien, miedo ante la aproximación del momento, pero no sabemos a qué exactamente y eso nos hace dudar. Pensamos que si tuviéramos esto… o supiéramos aquello…, o si estuviéramos seguros de…, entonces no dudaríamos en abrirnos al cambio. Creo que para empezar debemos asumir que las seguridades mínimas no nos quitarán el miedo al cambio, ni siquiera saber todo nos quitará el miedo. Este es un sentimiento humano sin el que no podemos vivir. Nos previene, nos hace estar alertas, cuidarnos, ser prudentes. Toda la vida está llena de riesgos e incertidumbres y por eso no dejamos de vivir.
Claro que también el miedo nos paraliza, nos encierra en el ambiente que consideramos seguro y no nos deja mejorar. No hay cambio sin cambios en nuestras vidas. Entonces la cuestión está en decidir si queremos seguir como estamos por siempre. La pregunta no es ¿Prefieres seguir así?, sino: ¿Quieres seguir así? La diferencia entre querer y preferir es que en el término preferir está implícito el no ser lo que se quiere sino lo que se cree “menos malo”, pero se escoge solo ante la alternativa de algo peor o de algo que no se conoce, y el querer es lo que consideramos mejor, dentro de las posibilidades o incluso fuera de ellas (o ¿qué son si no las utopías que han inspirado a la humanidad?).
En Cuba se aproximan los cambios. Una cosa es necesaria ante todo: convencerse de que son inevitables. Ocurrirán tanto si tenemos miedo como si no. Solo pueden retrasarse o acelerarse, ocurrir de pronto o poco a poco, ser radicales o parciales, pero se producirán de todos modos.
Una segunda cosa a pensar es cómo los enfrentaremos desde ahora: con miedo paralizante o con miedos bien definidos y, por tanto, más fácilmente vencibles. La opción sin miedo es casi imposible.
Dentro de los cambios que deben producirse, los económicos son los más mencionados, creo que tanto por su posibilidad más real como por su efecto en la vida personal y familiar.
Corresponde entonces a los economistas o estudiosos del tema ir hablando de probabilidades (porque certezas, imposible), sobre lo que tendrá que enfrentar el pueblo cubano ante los cambios que se avecinan. Pero no de los cambios en general sino de su posible efecto en la vida personal. Este análisis lo podemos hacer entre todos. Yo pretendo, con este artículo, hacer algunas conjeturas sobre efectos negativos y oportunidades ante ellos en una sociedad distinta en Cuba; y también quisiera estimular a otros colegas a continuar por este camino, así como a profesionales de otras ramas (abogados, sicólogos, educadores, sociólogos, politólogos, etc.) a hacer este tipo de conjeturas en su ambiente, con el fin de contribuir a la serenidad (no tranquilidad) que necesitamos los cubanos para vivir este momento histórico.
Comencemos entonces dándole nombre a nuestros miedos. ¿Qué miedos tenemos?
¿Y si me quedo sin trabajo?
¿Y si el dinero pierde su valor?
¿Y la jubilación?
¿Y si aumentan las diferencias?
¿Y si tengo que trabajar mucho?
¿Y si no puedo “resolver”?
¿Y si no tengo para la educación de mis hijos?
¿Y si no tengo para pagar la atención médica?
Nadie se imagine que puedo yo dar recetas para evitar el silencio ante esas interrogantes. Todas son posibles en cuanto se produzcan los cambios en Cuba. Pero también son posibles sin los cambios. Algunas ya las padecemos. Así que comencemos a pensar en las oportunidades que se abren y no solo en las posibles dificultades. Y utilicemos “herramientas” que nos sirvan para asumir los miedos y vencerlos.
La principal y más eficiente herramienta para empezar a vencer el miedo es definirlo.
Primeramente hay que diferenciar entre la situación económica en los primeros meses y la situación de los primeros años. Si el miedo es a los primeros meses de desestabilización, podemos pensar que todo será pasajero y eso nos calmará. Es inevitable pasar por malos momentos en el principio, tampoco podemos evitar la incertidumbre de los primeros tiempos. Lógicamente, las situaciones difíciles, se enfrentan con fuerza porque son pasajeras. Si estuviéramos convencidos de que los cambios solo traerán malas consecuencias durante un tiempo, la disposición al sacrificio aumentaría en los cubanos. Pero el problema está en la duración de esas situaciones. El miedo profundo está en los cambios negativos que se quedan, en los que sabemos por experiencias de otros países que permanecen y que, en ocasiones, se agudizan.
Pudiéramos empezar con algunos convencimientos:
-
Los cambios se producen porque lo actual no nos satisface en general: Por tanto lo que tenemos no es lo mejor. Es consenso que lo actual no sirve para Cuba, incluso esta es la posición oficial expresada en el discurso del 24 de Febrero por el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, Raúl Castro. Entonces, no hacia cualquier cosa, pero, es mejor cambiar.
-
Las consecuencias de los cambios dependen en gran medida de nosotros mismos, de lo que seamos capaces de exigir y de vislumbrar, de cómo actuemos y dejemos actuar al gobierno, a la comunidad internacional y a otros. El cambio no caerá del cielo, lo haremos entre todos, si queremos.
-
La mayoría de los problemas que se pondrán a la luz después de los cambios no son el producto de los mismos, sino de la inmovilidad de 50 años de totalitarismo. Ya estamos sufriendo algunas de las cosas a las que le tememos.
-
Cuba ha tenido más tiempo para prepararse que otros países para su transición y la situación social y política tanto nacional como internacional es diferente. Es poco probable que ocurra igual.
-
Existe una fuerte comunidad cubana en el exterior que no ha podido desprenderse de sus raíces, que hoy están determinando uno de los principales renglones de ingreso al país. Creo que podemos contar con ellos, tanto con su ayuda como con su respeto.
Todo esto contribuye a que los cambios se puedan producir con menos consecuencias negativas de las que pensamos.
No obstante, el miedo que tenemos no es infundado. Cambiar después de 50 años de inmovilidad, es un reto que enfrentar sin miedo sería una irresponsabilidad, pero que no enfrentar por miedo sería una cobardía. Algunos recursos para sortear el miedo podemos encontrarlos en la contraposición de las consecuencias positivas ante las negativas. Intentemos pensar algunos ejemplos:
-
Seguramente aumentará el desempleo, pero aumentará también la posibilidad de trabajar por cuenta propia. La sociedad cubana actual mantiene índices de empleo muy elevados justificados por el subempleo que permite varios puestos de trabajo donde bastaría con uno. En una sociedad distinta, no podrán mantenerse esos índices, pero existirán más oportunidades de trabajar de forma independiente y de encontrar un pequeño negocio que nos ayude a sobrevivir y con el cual podemos ganarnos el sustento. Hasta ahora también hemos enfrentado situaciones económicas difíciles en casi todos los hogares cubanos y la gente vende café, vende ropa usada, compra y vende mercancías, brinda servicios (aún siendo ilegales esas actividades) ¿a qué tememos entonces? En una sociedad distinta usted puede hacer más que vender café o ropa usada, usted puede ejercer su propio oficio o profesión por cuenta propia como una pequeña empresa y con su esfuerzo prosperar legalmente.
-
Seguramente aumentará la exigencia en los empleos, pero usted podrá lograr un buen lugar solo en dependencia de su capacidad y su esfuerzo. Ya sabemos que una de las “desventajas principales” de otras sociedades para los cubanos es la consabida frase: “Allá hay que trabajar mucho…” Es lamentable que esa se haya convertido en una desventaja para los cubanos, pero es esperanzador el hecho de que no ha sido un freno para irse a otros países. Trabajar no es problema (recuerdo una frase que escuché no sé a quién: lo que mata no es trabajar sino pasar trabajo), no le quita la salud a nadie, siempre que se haga en la medida de lo humano (y esto depende de nosotros) Pero ¿es que acaso no trabajamos ahora más de lo humanamente recomendable? Es posible que no lo hagamos en las empresas estatales, pero son muchas las personas que trabajan fuera de sus trabajos legales para subsistir, ya sea en negocios privados ilegales o en su casa o, ¿qué mayor trabajo que buscar el pan nuestro de cada día que se ha convertido en un tormento? ¿Por qué temer al trabajo, cuando estemos en una sociedad donde trabajar nos ayudará a solucionar el aspecto material de la vida? Si aseguramos la satisfacción de las necesidades materiales con el esfuerzo que hacemos en el trabajo, ya sea como empleado o como propietario, no debemos temerle. Eso sería normal. Además, la elevación el nivel de vida dependerá en mayor medida que ahora del propio esfuerzo personal y de la capacidad que logremos de entrenar. ¿Qué un cubano le teme al trabajo? Que no se diga
-
Seguramente seremos más dependientes del efecto de las leyes del mercado, pero habrá más posibilidades de participar en él. Las leyes del mercado son implacables, quien no tiene no participa en él. Pero debemos contraponer sus ventajas: reinado de los consumidores y competencia que mejora la calidad de los servicios y de los productos. Se respetarán más nuestros derechos como consumidores porque de nuestra satisfacción dependerá el éxito de cualquier empresa. Cada participante en el mercado tiene que competir con otros y en esa competencia nos beneficiaremos los que actuamos como consumidores. Debemos pensar también en el aumento de la variedad de artículos y precios (para los que tienen más y los que tienen menos) porque siempre habrá quien se ocupe de llenar los espacios que dejan las empresas más exitosas. La pequeña y la mediana empresa (PYMES) son las alternativas del mercado a los grandes negocios y para los participantes en el mercado de menores posibilidades. De estas últimas (PYMES) y sus ventajas también es importante que nos informemos bien para que sea prioridad su promoción en el cambio económico cubano. Ellas llegan a donde los grandes no pueden llegar o a donde los grandes no “caben”, contribuyen a igualar oportunidades de acceso a la renta, así como, son una expresión de justicia económica al ocupar solo espacios limitados en el mercado. Para vencer el miedo al mercado, recordemos también que el dinero que ganaremos tendrá valor real.
-
Seguramente parecerá que disminuyen las ventajas de la seguridad social legal actual, pero, en la realidad, aumentarán. Es muy difícil mantener el actual sistema de seguridad social en Cuba. No es posible económicamente su sostenimiento, pero las seguridades sociales podrían aumentar si no nos hundimos en el consumismo y en la irresponsabilidad ante los más débiles. Es cierto que es posible que el Estado tenga menos interés en los más débiles, pero también es posible que no. De todas maneras, por lo menos no será el único agente que garantice a los ciudadanos un mínimo de seguridad social.
-
En otro sistema económico no faltarán los impuestos sobre los ingresos personales, incluyendo el salario. Los cubanos tenemos una pésima educación tributaria, debido, por una parte, a la falta de impuestos visibles a los asalariados y, por la otra, a sentir siempre los impuestos como una gran carga difícil de soportar y que obligatoriamente hay que burlar por estar evidentemente establecidos sobre la base de la injusticia. Nos costará pagar impuestos, pero tendremos la ventaja de la legalidad, del amparo de la ley, que liberará nuestras acciones y nos colocará en el lugar que nos corresponde como ciudadanos. Actualmente estamos más sometidos porque estamos siempre en la ilegalidad, nuestro derecho a exigir se ve frenado por el no pago de impuestos o por estar siempre amenazados con sanciones penales. No ocurrirá así cuando, por ley tengamos que pagar impuestos y hacerlo con honestidad sea realmente posible.
Por supuesto que existen otros miedos, pero también existen otras oportunidades. Los invito a hacer este ejercicio y a compartirlo con otros. Necesitamos intercambiar ideas y herramientas que hayamos descubierto para superar crisis y miedos, de manera que estemos cada vez más libres para enfrentar lo nuevo y seamos más concientes de nuestra responsabilidad en que suceda lo mejor posible.
Karina Gálvez, (Pinar del Río, 1968)
Licenciada en Economía, 1994
Profesora de Finanzas en el IPE Rafael Ferro.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro de Formación Cívica y Religiosa.
Vive y trabaja en Pinar del Río