Cuba en situación similar o peor al 24 de febrero de 1895

Martes de Dimas

En el siglo XIX, después de los intentos abolicionistas y anexionistas, las contradicciones entre la administración colonial y los criollos cubanos se enrumbaron por el camino del reformismo. El reclamo de rebaja de impuestos fiscales presentados ante la Junta de Información que sesionó entre 1866 y 1867 se malogró. El nuevo gobierno que asumió el poder en España siguió la misma política respecto a Cuba: el camino de la guerra quedó despejado.

El movimiento insurreccional comenzó el 10 de octubre de 1868. Diez años después, el 10 de febrero de 1878, el esfuerzo terminó en el Pacto del Zanjón. La protesta de Baraguá, en marzo de ese mismo año y la llamada Guerra Chiquita de 1879, no pudieron cambiar el curso de los acontecimientos.

Las libertades de imprenta, reunión y asociación implementadas en cumplimiento del Pacto del Zanjón, la abolición de la esclavitud en 1886 y la sustitución del trabajo esclavo por el asalariado, generaron un nuevo escenario.

José Martí, en un profundo análisis de las causas del fracaso, concluyó que la Guerra no la ganó España, sino que la perdió Cuba. En consecuencia estableció los principios para su reinicio. El 5 de enero de 1892 quedaron redactadas las Bases y los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano (PRC), el cual se fundó el 10 de abril de ese año -concebido como una institución organizadora, controladora y creadora de conciencia, conforme a métodos democráticos- para sustituir la espontaneidad y la inmediatez, fomentar la unidad de los combatientes, para eliminar el caudillismo, el personalismo y dirigir la guerra como una necesidad táctica de una estrategia mayor: conformar la República con todos y para el bien de todos.

Reiniciada la lucha, en el encuentro efectuado en La Mejorana entre José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, se puso de manifiesto que los males pasados continuaban vivos. En su Diario de Campaña, el 5 de mayo de 1895, Martí escribió: “…Maceo tiene otro pensamiento de gobierno; una junta de los generales con mando, por sus representantes,-y una Secretaría General:- la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como secretaría del ejército.”[1]

Después de tres años de guerra, muertos en combate Martí y Maceo, la guerra no se había podido ganar. En ese equilibrio, en el que los cubanos dominaban los campos y España los pueblos y ciudades, el gobierno peninsular envió a Cuba al general Ramón Blanco en sustitución del general Valeriano Weyler y aprobó un proyecto de autonomía para la Isla. En ese contexto, la explosión del acorazado Maine en aguas cubanas, Estados Unidos declaró la guerra a España y le hundió la escuadra naval en la bahía santiaguera e inauguró el gobierno de ocupación en la Isla.

Después de redactada la Constitución de 1901, con la Enmienda Platt anexada, el 20 de mayo de 1902 se izó la bandera cubana en el Castillo del Morro y en el Palacio de los Capitanes Generales. Tomás Estrada Palma asumió el poder como primer presidente cubano electo. La  República -no la soñada, pero la posible en condiciones de ocupación- quedó inaugurada y Cuba insertada en el concierto de naciones.

Entre 1902 y 1958 la economía, destruida durante la guerra, fue restablecida, el mal estado de la salud y de la educación fueron mejorados. Cuba se ubicó entre el pelotón de países avanzados de la región; pero la recién nacida nación adoleció de la cultura democrática y de la formación cívica imprescindible en cualquier proceso de emancipación social.

Los males del siglo XIX, repetidos en la primera mitad del siglo XX, desembarcaron en la revolución que tomó el poder en 1959, la que, en lugar de fortalecer la formación cívica para la participación ciudadana, disolvió la sociedad civil, estatizó la economía, impuso un solo partido político y gobernó hasta 1976 con unos estatutos constitucionales creados por el propio poder. En 63 años de totalitarismo -superiores en tiempo a los 56 de República- Cuba no sólo ha retrocedido desde la economía hasta la espiritualidad, sino que ese estado de cosas, que no fue elegido libremente por el pueblo, se ha refrendado en la Constitución como irrevocable.

A 127 años del inicio de la Guerra promovida para conformar una república moderna, Cuba ha involucionado hasta el punto del esfuerzo gubernamental por identificar la patria con todos y para el bien de todos, con un Estado totalitario, un partido, una ideología y un gobierno. Y lo peor, que tal dislate se le intenta endilgar a José Martí, quien:

-En La futura esclavitud dejó constancia de su rechazo al totalitarismo, donde escribió: “… como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio.” Y añadió: “De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios…”[2]. Y

-En la fundación del PRC, teniendo en cuenta que la peculiaridad más definitoria y esencial del hombre se manifiesta en la diversidad, dejó sentado, como indica la etimología de la palabra, que los partidos políticos son asociaciones no de toda la sociedad, sino de una parte de ella, cuando escribió: “La grandeza es esa del Partido Revolucionario: que para fundar una república, ha empezado con la república. Su fuerza es esa: que en la obra de todos, da derecho a todos”.[3] Y en el Manifiesto de Montecristi, dejó establecido que la guerra no es “el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable por la victoria o el sepulcro”[4].

En fin, que los males causantes de las frustraciones sufridas en 127 años continúan presentes y que la situación actual está siendo desbordada por la complejidad social, cuya solución es incompatible con la conservación de un sistema ajeno a la naturaleza humana y opuesto diametralmente a los ideales que llevaron a la guerra de 1895, por la cual a los miles de cubanos que ofrendaron su vida, se suman otros miles que hoy mismo están siendo condenados a desproporcionadas penas por hacer uso del derecho a la libertad de expresión y otros muchos encarcelados sin procesos judiciales o desterrados de su patria. Un daño antropológico tan grave que costará mucho tiempo y esfuerzo para subsanarlo.

Ante tan insostenible situación -peor a la que provocó el estallido de la Guerra de Independencia en 1895- hay dos opciones: cambios pacíficos o salidas violentas. Aunque la represión a las manifestaciones masivas del pasado 11 de julio empujan hacia la violencia, que de no evitarle, podría conducirnos al último episodio de la nación cubana.

La Habana, 21 de febrero de 2022

  • [1] MARTÍ, JOSÉ. Obras Escogidas en tres tomos. TIII, p. 544
  • [2] MARTÍ, JOSÉ. Obras Completas. T 15, pp.388-392.
  • [3] MARTÍ, JOSÉ. Obras Escogidas en tres tomos. TIII, p.192
  • [4] MARTÍ, JOSÉ. Obras Escogidas en tres tomos. TIII, p.511

 


  • Dimas Cecilio Castellanos Martí (Jiguaní, 1943).
  • Reside en La Habana desde 1967.
  • Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana (1975), Diplomado en Ciencias de la Información (1983-1985), Licenciado en Estudios Bíblicos y Teológicos en el (2006).
  • Trabajó como profesor de cursos regulares y de postgrados de filosofía marxista en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana (1976-1977) y como especialista en Información Científica en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (1977-1992).
  • Primer premio del concurso convocado por Solidaridad de Trabajadores Cubanos, en el año 2003.
  • Es Miembro de la Junta Directiva del Instituto de Estudios Cubanos con sede en la Florida.
  • Miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Convivencia (CEC).

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