- “Amamos a la libertad, porque en ella vemos la verdad.
- Morimos por la libertad verdadera; no por la libertad
- que sirve de pretexto para mantener a unos hombres
- en el goce excesivo, y a otros en el dolor innecesario.”
- – Jose Martí
A un año de las manifestaciones espontáneas y pacíficas del 11 de julio en nuestra querida Patria, me hace pensar en lo difícil que sería contener en un artículo toda una acumulación de experiencias, que a lo largo de estos últimos tiempos sigue agobiando y desangrando a nuestros hermanos en la Isla.
Lamentablemente, seguimos experimentando en el alma las causas y los efectos de un sistema socialista anacrónico y maquiavélico. El grito desesperado de todo un pueblo se escuchó un día como el 11 y el 12 de julio del pasado año en las calles y poblados de una nación agobiada y desilusionada. En consecuencia, se hace urgente un cambio estructural del sistema imperante. Es necesario reconstruir la Casa Cuba, y debe de ser impulsada por la virtud de sus padres fundadores: Carlos Manuel de Céspedes, Don José de la Luz y Caballero, Antonio Maceo, Jose Martí, el presbítero Félix Varela, entre otros grandes ilustres que con hidalguía y decoro nos legaron un gran país.
Por más de 63 años el pueblo cubano sufre con gran desilusión la falta de libertad de expresión, la precariedad de vivir sin dignidad, en una nación donde no se tiene derecho a tener derechos. Donde hay funcionarios que no funcionan por la falta de credibilidad e incapacidad de conciencia cívica y de servicio al bien común. Es uno de los gobiernos que más daño ha causado a sus hijos, porque ha fracturado y agrietado a las familias en su misma esencia ontológica por seguir el manual de un autoproclamado mesías, que anunció abundancia, justicia, paz y prosperidad. Pero sus discursos fueron vacíos y sus acciones se convirtieron en viejos sueños rotos. Evidenciados en el cotidiano vivir de sus coterráneos, solo basta fijarse en los rostros de nuestros hermanos que dicen palabras en silencio, que es suficiente para decirlo todo.
Otra señal evidente de las desgracias de la nación cubana es el creciente y lamentable éxodo de los últimos meses hacia los Estados Unidos u otras naciones donde se alcanzan los sueños y se vive en dignidad. Creo que uno de los problemas más graves es el quebranto de la dignidad humana. ¿Cuánto más aguantará nuestra gente? ¿Hasta dónde quieren que llegue el sufrimiento de los cubanos? Con la vida no se juega. La vida es sagrada y en Cuba ya se agotó la única vida de sus hijos. Basta de los abusos y de la impunidad de los gobernantes que cercenan el alma y el corazón de sus hijos. Es un grave pecado asesinar a los hermanos de toda una nación, como lo están haciendo lenta y lamentablemente con los hijos de una isla que quieren vivir sin cadenas. Porque sin cadenas vivir es vivir.
Ante la inmensa incertidumbre de un principio del fin esperado, de una Cuba en caída libre, se hace prioritario encontrar una salida pacífica a la crisis social, educacional, institucional y personal. Es imprescindible buscar el camino cierto, y correcto donde se acepten todos los aportes de los partidos políticos plurales existentes en la Isla, que se puedan trazar caminos comunes para el bien de una nación en búsqueda de reales oportunidades, esperanzas ciertas y libertad segura. No podemos darnos el lujo de seguir esperando con brazos cruzados un mañana que nunca llegará, sin esfuerzos de todos los hijos de la gran Casa Cuba. Creo que debe de ser el aquí y el ahora de una Patria en la que sus hijos despierten y abracen la verdadera libertad y la dignidad de hijos de Dios.
Los signos de los tiempos nos están dando las señales oportunas para obrar el bien y evitar de una vez y para siempre el mal que oscurece nuestras vidas. El grito unánime de: Dios, Patria y Vida sea el que nos anime siempre a buscar la paz deseada y la libertad. Todos los hijos de la Casa Cuba nos lo merecemos y queremos ya y ahora vivir en la plenitud de una vida nueva.
- Juan Lázaro Vélez González (Pinar del Río, 1986).
- Sacerdote ordenado en Pinar del Río en 2015.